PUERTO PADRE, Cuba, junio, 173.203.82.38) –Un crimen fue cometido aquí a la vista pública: El sistema de regadío de la granja “Juan Manuel Márquez” fue arrancado en pedazos y robado.
Las placas de hormigón armado que revestían los canales de irrigación de más de 170 hectáreas fueron arrancadas de las zanjas cuales hojas de papel.
Miles de pesos y horas de trabajo fueron a caer en saco roto. Cientos de toneladas de cemento, acero, combustible y toda suerte de recursos destinados a producir alimentos fueron robados sin que nadie levantara un dedo para impedirlo.
La granja está justo a la vera de la carretera que conduce a la playa Covarrubias, el más importante destino turístico de la provincia Las Tunas, por donde transitan desde el delegado del ministro del Interior hasta la primera secretaria del Partido Comunista provincial.
Dos grandes máquinas irrigaban por aspersión y de forma automática la granja. El vandalismo comenzó cuando desde niveles superiores ordenaron desmontar las máquinas.
Hoy las tuberías se emplean en corrales de vacas y las placas de hormigón de los canales en cochiqueras y en cuanto tugurio se pueda imaginar.
Aunque no hemos podido confirmarlo, una fuente bien informada nos dijo que unos de los motores de las maquinas de irrigación se encuentra en un tractor montacargas.
“Hay que revestir canales”, tituló el diario oficialista Juventud Rebelde en una entrevista hecha al ingeniero Raimundo Santiesteban como parte del reportaje “¿Riego por buen cauce?”, publicado el pasado 25 de marzo.
Según Santiesteban, director de Ingeniería del Ministerio de la Agricultura, urge revestir canales y acometer otras acciones de mantenimiento, pues cualquier variante para llevar el agua desde los embalses hasta los campos solo contará con un 60 por ciento de eficiencia mientras los canales no posean el mantenimiento adecuado o estén revestidos.
“Pero eso cuesta mucho”, puntualizó el ingeniero.
En realidad no es necesario ser ingeniero para percatarse de lo costoso que resulta revestir con hormigón armado canales de irrigación de cientos de metros de longitud.
Tampoco se precisa ser criminalista o antropólogo forense para percatarse del grado de degeneración moral de una sociedad forzada al delito.
“Mire a ese que tiene el pescuezo tieso. Esta gente no sabe, o no quieren, o no pueden mirar a los lados”, nos dijo un campesino que, de pie junto a uno de los canales destruidos, señalaba a dirigentes y funcionarios transitando en sus vehículos por la carretera sin que echaran un vistazo a toda aquella destrucción.
“El colmo es que a mí me robaron el sistema de regadío completo: 45 tubos con sus aspersores. Le dije a la policía quiénes podían ser los ladrones, pero no cogieron a nadie. A quien vinieron a interrogar fue a mí, porque con los pedazos de tubos que me dejaron los rateros hice una portada”, dijo el campesino con un gesto de asombro.
Un profesor nos dijo que tenía que buscar a “la mala” para el puré de su niña. Cuando con un gesto le hicimos saber que no entendíamos, nos dijo sonriendo.
“¡La mala, la roja!”, dijo el profesor refiriéndose a la carne de res.
Y un viejo vaquero, a quienes los cuatreros le han robado desde vacas lecheras hasta un caballo semental valorado en miles de pesos, nos dijo sobre los ladrones:
“En verdad no siento ningún odio por ellos. En este país a mi me ha tocado que me roben y a ellos los han hecho robar”.
El hecho de que cargaran con el revestimiento de los canales de la granja “Juan Manuel Márquez”, no es un suceso inusitado: En Cuba existen tantos cómplices como ladrones, y quizás lleve tanto tiempo comprender las causas del delito como aminorar el delito mismo.