LA HABANA, Cuba, mayo (173.203.82.38) – Un viejo proverbio nos advierte: “Cuando veas las bardas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo”. Después de la parodia del Congreso del Partido Comunista, a la que le antecedió un desfile con la obsoleta técnica militar, el gobierno cubano ha cambiado su táctica represiva.
Desde que se iniciaron las conversaciones con la Iglesia, y la liberación de los presos políticos, los opositores eran detenidos sólo por unas horas. Ahora las turbas pro gubernamentales, Seguridad del Estado y la policía golpean al ciudadano. Lo que nos indica que el gobierno ha dado la orden para lo que denominan “aplicar la técnica física”.
Recientemente, pude ver en una joven las huellas de los golpes que le propinaron cuando participaba en una actividad cívica. Cuando expresó que ejercía su derecho, un policía le contesto: “Nosotros somos los que tenemos la vaca y ustedes sólo tienen la mierda”.
No es necesario conocer a fondo la psicología militar para comprender que la expresión, proveniente de un medio rural, fue pronunciada por el centro de poder en una reunión con altos oficiales, posiblemente de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior. Estos, a su vez la repitieron a sus subalternos, quienes la hicieron llegar a los subordinados, y uno de ellos fue quien se la espetó públicamente a la representante de los ciudadanos oprimidos.
Lo interesante es que la frase nos dice hasta qué punto el sistema está desarmado ideológica, política, económica, histórica y moralmente. Sólo les queda sustentarse por la fuerza bruta, sin importar el costo social y las consecuencias de sus actos.
Es terrible constatar que Cuba ha sido despojada de todo durante más de cincuenta años. Cuando Fidel creó el 28 de octubre de 1960 los Comités de Defensa de la Revolución, comenzó el proceso que enfrenta a los cubanos en todas las cuadras. De puerta a puerta se incuban el odio, los resentimientos y deseos de venganza.
La informática ha puesto al desnudo los desmanes y atropellos al pueblo. Gracias a ella, la sociedad y el mundo conocen, con inmediatez, las acciones represivas. Así se difundió la muerte de Juan Wilfredo Soto, residente de la ciudad de Santa Clara, después de recibir una brutal golpiza de la policía.
Ahora, el poder padece de fobia por el aumento de las exigencias ciudadanas. Bien preparado y entrenado para aplastar el descontento, teme que pueda ocurrir lo que ocurrió en Libia. Como ve las bardas de su cofrade arder, siente que se les chamusca las propias.