LA HABANA, Cuba, septiembre (173.203.82.38) – Según el pintor Pedro Pablo Oliva, el mismísimo ministro de Cultura, Abel Prieto (que es pinareño), asegura que no es chiste la historia de la brigada de constructores que dejó encerrado un trompo de virar hormigón dentro de un cine de Pinar del Río. Tuvieron que demoler una pared para sacarlo. Ocurrió en Sandino, el municipio más occidental de la isla. Sólo que los constructores eran habaneros y no pinareños como pretende el chiste.
No dudo de la veracidad de la historia, no porque lo diga Abel Prieto, en el que no creo para nada, sino porque me consta que allá por 1979, en el cine Victoria –uno de los cines de 60 centavos, con chinches y peste a orine de mi niñez-, en la calle Concepción, en Lawton, ocurrió lo mismo. No sé cómo sacaron el trompo, si es que lo sacaron y no se pudrió dentro del cine. De todos modos, ya no importa. Hace años el Victoria está cerrado, como decenas de otros cines habaneros.
Traigo el cuento de la concretera a colación, no porque me causen gracia los chistes regionalistas, sino porque salió a relucir durante la entrevista que le hizo hace varios meses el periodista Edmundo García a Pedro Pablo Oliva, y cuyas respuestas, además de cierta carta publicada en el blog de Yoani Sánchez, le costaron al pintor la expulsión de la Asamblea del Poder Popular y el cierre de su Casa-Taller.
A Oliva, que parece ser una excelente persona, los chistes sobre pinareños le dan mucha gracia. Lo de la concretera lo interpreta como la primera acción plástica en territorio pinareño. Pero supongo que lo pondrían de otro humor las preguntas envolventes con trampa y copia a los oficiales de Villa Maristas de Edmundo García, un periodista tan servidor de la dictadura como los de Granma o Mesa Redonda, sólo que parapetado en su trinchera camuflada de Miami.
Puede que Pedro Pablo Oliva, un tipo lleno de ternura, incluso por el Máximo Líder, sonriera como Gioconda con la chivatería jaranera de Edmundo García, quien desde Miami asegura el tiro de la artillería oficialista desde La Habana.
A quien no le causó ninguna gracia la chivatería a larga distancia de Edmundo García fue a Pablo Milanés -quién lo hubiera dicho, siempre tan afable-, que se encargó de ponerlo como un bombín al responderle acerca de la cruz de su parroquia.
Supongo que incluso a tiro de AK del campanario, Pablito no podía quedarse callado. Le zumba aguantarle el regaño, y que te cuestione la fidelidad a Fidel un tipo que no se sabe, por cuál arte de birlibirloque, pasó de la TV cubana a la de Miami, y sigue, ahora en un programa de radio, cuyo espacio le alquilan (¿quién pagará?, en sus 13.
Está fuerte eso de que alguien que en Cuba no pasó de contrafigura aquiescente y con risita de la presentadora del programa De la gran escena, le diga a uno de los más importantes cantautores de Hispanoamérica que si no fuera por la revolución de Fidel Castro, andaría todavía por Bayamo –con su saco, ay, abuela-, con su guitarra, cantando boleros.
El padre fundador número dos tendría que ser no el querido Pablo, sino San Pablo, para resistir sin chistar, como si estuviera en una reunión de hace 40 años del Movimiento de la Nueva Trova, presidida por el calvito y combativo Vicente Feliú, la reprimenda y los chistes de bayameses de un chivato por control remoto.
Además de las amonestaciones de Silvio Rodríguez, Iroel Sánchez –que sigue tan comisario como si nunca lo hubieran tronado- y los escribas de La Jiribilla, Edmundo García tuvo a bien responder a Pablo Milanés, pero fue peor el remedio que la enfermedad. Confesó un secreto: que él se muere como vivió. Igual que Silvio. Perfecto. Sólo que el necio padre fundador número uno está en La Habana y Edmundo (¿Inmundo?) piensa seguir -si no le dan la contraorden- en Miami.