LA HABANA, Cuba, marzo (173.203.82.38) – En Cuba, aquellos días de febrero de 2010 parecían interminables. Cada minuto le abría paso a un nuevo cable de prensa sobre la muerte del prisionero político Orlando Zapata Tamayo, quien falleciera el día 23 a las 3: 15 de la tarde, a consecuencia de una huelga de hambre y sed que duró ochenta y tres días.
Por esos días Raúl Castro y su gabinete militar, por mucho que intentaron, no pudieron ocultar su responsabilidad en el hecho, que casualmente se produjo durante una visita del entonces mandatario brasileño Lula da Silva. Un mensaje de “lamento” en voz del dictador cubano llegaba a Embarcadero número 6, en Banes, provincia de Holguín, donde Reyna Luisa Tamayo le daba el último adiós a su hijo.
Desde esa fecha la barca “revolucionaria” aceleró sus bandazos, y Banes, pueblo natal de Zapata Tamayo, ganó nuevas coordenadas ante una opinión pública internacional que intensificó su repudio al régimen de la isla.
Como era de esperar, los apaga fuegos del castrismo prepararon un guión cargado de absurdas e irreverentes justificaciones. Para sorpresa de estos, ni el esfuerzo tardío de la medicina cubana o el expediente de delitos comunes fabricado en torno al mártir, lograron confundir del cubano de a pie. Orlando Zapata Tamayo fue asesinado.
Lo cierto es que el buen oficio para que no se olvide, me refiero al de ser matón a distancia y sin sueldo, suele ejercitarse a menudo ¿Podía impedir Raúl Castro que Orlando Zapata Tamayo muriera, como lo hizo meses después con el psicólogo y periodista independiente Guillermo Fariñas, quien en similar contienda exigió la liberación de prisioneros políticos y de conciencia enfermos?
Tratándose la víctima de un hombre humilde de la raza negra como Zapata Tamayo, plomero y albañil de oficio, había en su asesinato un escarmiento velado dirigido al pueblo. El miedo del gobierno a que el pueblo se uniera a las protestas quedó demostrado veinte y dos días después, con la brutal represión desatada por la policía en los siete días de marcha por el séptimo aniversario de la Primavera Negra realizados por las Damas de Blanco.
El gobierno cubano y sus agentes internacionales, infructuosamente, se empeñaron a fondo para tergiversar la realidad y que Zapata Tamayo quedase ante la opinión pública como un delincuente.
Cuando se cumple el primer aniversario de la muerte de Orlando Zapata Tamayo, el pasado miércoles 23 de febrero, el régimen insiste en vender al mundo una imagen de tranquilidad e “incondicional apoyo ciudadano”. Para lograr esa aparente calma se vale de decenas de amenazas, golpizas, retenciones domiciliarias o arrestos preventivos a disidentes pacíficos en todo el país. Incluso moviliza un número inusualmente alto de efectivos policiales en las calles y hasta en los centros penitenciarios.
¿Tendrán que preocuparse los porristas y sus jefes por posibles estallidos sociales en los futuros aniversarios de la muerte de Zapata Tamayo, ahora que Raúl Castro le concedió a Reyna Luisa y familia el derecho al exilio, librándose de su molesta presencia? La decisión de emigrar tomada por Reyna Luisa Tamayo, influenciada o no por terceros, no es buena noticia para algunos opositores. Sinceramente, me incluyo. ¡Con ella en Cuba, tamaño problema sería para el régimen de La Habana cada aniversario de la muerte de Zapata!
No veo servida la mesa para el diálogo oposición-gobierno, y sí un campo de flores frescas para los nuevos héroes que vendrán.