LA HABANA, Cuba, noviembre, 173.203.82.38 -Es común ver, en las estrechas callejuelas de La Habana Vieja, a individuos que recuerdan al hombre de Neandertal. A paso rápido, la prehistoria se inserta en una cotidianidad que revela que lo que pregona la propaganda oficial y lo que acontece en nuestras calles son cosas muy diferentes.
La miseria absoluta, la indigencia, es la compañera de una cada vez mayor grupo de cubanos. Son las víctimas de una guerra en que la burocracia, la corrupción y la ineficiencia del centralismo totalitario para generar riqueza y bienestar siempre ganan, y el pueblo siempre pierde.
El ruinoso y decadente entorno contradice la fantasía de los logros sociales. Hombres, muchos de la tercera edad, se cuentan entre los principales víctimas de esa realidad que contrasta con lo dicho por los que hace medio siglo nos prometieron una nación paradigmática, de abundancia y justicia social.
Cada vez son más los cubanos que llegan al nivel de la más absoluta indigencia, y casi siempre el camino al horror está marcado por el fracasado paternalismo estatal y el acelerado regreso hacia lo peor del capitalismo feroz.
De esas imágenes grotescas resaltan las de los viejos semidesnudos que, sentados en las aceras, golpean con un mazo latas vacías de cervezas y refrescos, para cambiarlas por unos mendrugos en algún centro de reciclaje.
Cubiertos de mugre y harapos escarban en los basurales, duermen a la intemperie, se alimentan con las sobras que encuentran, se aturden con alcohol sin averiguar su procedencia, y muchas veces agreden con la fiereza de un animal salvaje a cualquiera que se entrometa en su mundo de tinieblas.
“Están todas las condiciones para que la indigencia florezca. Los más viejos corremos mayor riesgo de terminar como parias. Cada día el costo de la vida sube y los más vulnerables quedan en el camino. La protección social es un cuento y a medida que pase el tiempo será peor”, dice Heberto, un jubilado del Ministerio de Educación.
En medio de la crisis generalizada, el drama humano que se advierte en las calles es ignorado por muchos. Predominan la indiferencia y el individualismo, el “salvese quien pueda” que no deja espacio para la solidaridad. La semilla plantada por un socialismo que prometía igualdad y desarrollo para todos, ha germinado como un monstruoso árbol torcido. El paraiso que nos pintaron cada dia se parece más al infierno.
Pero la indigencia total, el drama que se observa en las calles, son solo la parte más gráfica de nuestra creciente crisis social. La mayoría de los cubanos clasificaríamos como indigentes si tenemos en cuenta los salarios de menos de un dólar diario que percibimos, el costo de la vida en el país, las condiciones habitacionales y el acceso a servicios básicos, entre otras cosas indispensables para llevar una vida mínimamente digna.
En la Cuba de las “actualizaciones” raulistas, la posibilidad de terminar semi desnudo, aplastando latas o buceando en los latones de basura, entre moscas y gruñidos de otros indigentes recelosos de la competencia, es una espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas, sobre todo para los de la tercera edad.