CIENFUEGOS, Cuba, septiembre (173.203.82.38) – De los años ochenta me quedan pocos recuerdos. Uno de los que más persiste en mi memoria es el de los muñequitos (dibujos animados) rusos. La experiencia que conservo no siempre es grata, pero toda regla tiene su excepción, y la excepción de los cartones soviéticos era aquel que llevaba por título, Másica y el oso.
El corto contaba con un diseño decente, y la historia que narraba, además de sencilla era aleccionadora. Se trataba de un oso que intentaba robar y comerse unos panecillos que la niña Másica había cocido. Cada vez que el oso intentaba atrapar y mordisquear las golosinas, se escuchaba la voz de la niña que le decía al ladrón: “Cuidadito oso, no seas goloso, desde acá arriba Másica te mira”.
De inmediato la fiera ponía cara angelical y empezaba a idear otro ardid para burlar la vigilancia de Másica y saciar su apetito. A cada nuevo intento, la tonada se repetía.
¿Por qué traigo al presente aquella historia? Recientemente, en la ciudad de Cienfuegos, las autoridades colocaron en las esquinas más céntricas unas cámaras de video para vigilar desde arriba los movimientos de los cienfuegueros, y esto me hizo recordar a Másica.
Al parecer, la era de los grandes despliegues policiales, los aparatosos operativos, las requisas indiscriminadas y los puntos de control policial, está en su ocaso. La modernidad entró por la puerta ancha en el ministerio de la represión, y en lo adelante los cubanos tendremos que acostumbrarnos a ver, junto a las plantas ornamentales o el alumbrado público, una cámara.
La instalación de los artefactos parece dar la razón a quienes aseguran que la política del gobierno dirigida a combatir la delincuencia ha encallado. La corrupción dentro de la policía sembró la desconfianza en el ser humano, y se intenta tapar el asunto con tecnología. Al observar los camuflados lentes imaginé los nuevos trucos de que se valdrá el hampa local para burlar la vigilancia y continuar operando.
La nueva estrategia ya tiene sus detractores y entre los argumentos que más se escuchan está, por un lado, lo costoso del programa en medio de la crisis que vive el país; y por el otro, la idea de que ninguna máquina puede suplir las habilidades del ser humano.
Hace unos días, mientras caminaba por el bulevar cienfueguero, y mi amigo José, me mostraba la ubicación de una cámara, me pareció escuchar a la autoritaria niña del cuento: “Desde acá arriba Másica te mira”.