LA HABANA, Cuba, diciembre (173.203.82.38) – Antes de 1959, el Barrio Chino de La Habana era uno de los más florecientes de su tipo en América Latina. En ese paraje del municipio Centro Habana abundaban los negocios y establecimientos que reflejaban la activa presencia china en la capital. Pero no sólo allí se notaba, sino en toda la ciudad. Lavanderías, bodegas, fondas, restaurantes y puestos de frutas llevaban el sello de los hijos del gigante amarillo.
A medida que avanzó la década del 60, al detenerse la llegada de chinos al país y sobrevenir las primeras expropiaciones, el barrio empezó a decaer. Muchos miembros de esa comunidad se marcharon de Cuba. Algunos habían llegado a la isla huyendo del comunismo y ahora contemplaban con amargura cómo el mismo sistema que los había forzado a salir de su país se abatía sobre la hasta entonces próspera nación. El Barrio Chino, al igual que el resto del país, se convertía en sombra de lo que fue.
En los últimos tiempos, y aunque ya casi no quedan chinos inmigrantes, sino sus descendiente nacidos en la Isla, el barrio experimenta un renacer, debido al acercamiento entre los gobiernos de Cuba y la República Popular China. Nuevos restaurantes y otros establecimientos han permitido que los cubanos redescubran la cocina y costumbres de ese país.
No hace mucho la empresa Habaguanex, que dirige el señor Eusebio Leal, Historiador de la ciudad, pasó a administrar algunos comercios del Barrio Chino, atraída sin dudas por el filón turístico que el lugar representa. Los dulces finos y otras exquisitas golosinas que allí encontraban los cubanos, fueron a parar a un recién inaugurado establecimiento, en la esquina de Zanja y San Nicolás, donde sólo se puede comprar en moneda convertible, a precios para turistas, inalcanzables para la mayoría de nosotros.
Obviamente, a Leal le interesa más la presencia de turistas extranjeros en sus predios, que atender a las necesidades y aspiraciones de los habaneros.