LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -El deceso de Monseñor Agustín Román el 11 de abril en Miami no ha sido noticia en los medios de Cuba. La selectividad de la información es usual, de manera que la mayoría de las personas se mantiene ignorante de acontecimientos o personalidades relevantes. Sin embargo, la importante labor del prelado y la historia que vivió algún día se conocerán dentro de la isla, y recibirá aquí el reconocimiento que ya le han dispensado los cubanos en Estados Unidos y otros países, que con sincera gratitud y admiración lo despidieron el pasado día 14.
Nacido en San Antonio de los Baños, el 5 de mayo de 1928, en el seno de una familia campesina de padre español, fue ordenado sacerdote en julio de 1959 y destinado a las parroquias de Coliseo-Lagunillas y Pedro Betancourt, y fungió como director espiritual de la Juventud Católica. Inmediatamente afrontó las duras implicaciones de la confrontación del nuevo gobierno con la Iglesia Católica Cubana, que ahora ya pasadas cinco décadas y el nacimiento de nuevas generaciones dentro de Cuba, apenas son recordadas, pero tendrán que ser objeto de amplios análisis y escritos para asentarlas justamente en la historia.
En una grabación reciente, Monseñor Román respondía con humildad preguntas sobre aspectos de su vida. Entre sus impactantes vivencias relató la tarde de l6 de septiembre de 1961 cuando fue sacado de la iglesia, concentrado con otros 130 sacerdotes, y metidos a la mañana siguiente en el barco Covadonga, que no disponía de acomodamiento para ellos, por lo que compartieron el piso de la bodega durante 11 días hasta llegar a La Coruña, en España. No solo carecía de pasaporte, sino que no pudo llevar los objetos imprescindibles para el aseo y cambiarse de sotana. De allí pasó cuatro años como misionero en Chile y en 1966 llegó a Miami, desde donde suponía que regresaría en corto tiempo a Cuba.
Fue entones que empezó su gran obra espiritual y humanitaria con los cubanos que llegaban en difíciles condiciones por el desarraigo súbito de la familia y la patria, sin bienes y urgidos de procurar sustento, los que con su laboriosidad han llegado a convertirse en una valiosa comunidad de casi dos millones de personas. En septiembre de 1967 fundió su vida con la patrona de Cuba, al ser nombrado rector de la Ermita del nuevo santuario a la Virgen de la Caridad del Cobre, aun por construir, en un terreno aledaño al Hospital Mercy (y capellán del mismo hasta 1973). La bella y moderna iglesia se financió con el aporte de los cubanos, centavo a centavo, en una colecta entusiasta impulsada por Monseñor Román. El 25 de enero de 1979 fue nombrado obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Miami, el primer cubano en serlo en Estados Unidos.
Cuando Monseñor Román disfrutaba las actividades que en Cuba se han estado realizando por el 400 aniversario del encuentro de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre y la visita del papa Benedicto XVI, le llegó la muerte física. En un comunicado Monseñor Thomas Weinski, arzobispo de Miami, expuso: “La arquidiócesis de Miami ha perdido un gran evangelizador, quien profesó de forma incansable la palabra de Dios para todos. La nación cubana también ha perdido un gran patriota. Monseñor Román era el Félix Varela de nuestro tiempo”.
Aunque no pudo regresar a la patria, sí sembró una inmensa semilla de unidad y reconciliación que está dando frutos. Con resignación había expresado: “Sé que cuando esté en el cielo, podré ver a Cuba mucho mejor”. Será colmado cuando pueda apreciar el abrazo libre de todos los cubanos y los homenajes a él dentro del archipiélago cubano.