LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -Para muchos cubanos más o menos jóvenes tal vez el nombre de José Manuel “Meme” Solís no diga mucho. Las décadas de silencio impuestas por la censura y la intolerancia han privado a dos generaciones de compatriotas de conocer y admirar como merece el talento y la obra de una de las personalidades más sólidas y respetables del panorama musical cubano de las últimas décadas.
Los que ya peinamos canas tenemos la suerte de recordar con nostalgia el interesante panorama musical de los años sesenta, marcado por el inicio del aislamiento cultural que paulatinamente fue imponiendo la confrontación política de entonces y las muy interesantes propuestas que trataban de abrirse paso en un escenario convulso y confuso. En medio del extremismo y la permanente sospecha convivieron las mejores entregas del cine cubano con los esfuerzos de jóvenes y geniales músicos por ser fieles a su vocación ante la absurda proscripción impuesta sobre el jazz, con el nacimiento –también perseguido por los comisarios− de una nueva vertiente de la canción trovadoresca y con la fugaz e impactante impronta que significo el ritmo Mozambique de Pello el Afrocán.
Fue también la época de oro de los cuartetos cubanos, desde los inmensos Zafiros, esos cuatro jóvenes superdotados que protagonizaron un fenómeno musical, cultural y social que todavía no es suficientemente valorado, pasando por otros proyectos no menos interesantes como Las D’Aida, Cuarteto del Rey o Los Modernistas. En medio de este panorama destacaba el cuarteto de Meme Solís, una excepcional ensayo de experimentación vocal y musical que marco sin remedio las referencias estéticas de los que tuvieron el privilegio de disfrutar tan maravillosa entrega.
Meme Solís, como una especie de Rey Midas de las melodías y los arreglos vocales, logró convertir a cuatro cantantes más que mediocres en una inolvidable bendición para los oídos y el espíritu. Hilvanado bellas canciones y audaces arreglos vocales nos entregó una propuesta que no se olvida ni se repite.
Pero un mal día ese sueño también terminó, el cuarteto se disolvió, Farah María, Héctor Téllez y Miguel Ángel Piña siguieron sus carreras musicales en solitario, pero en cuatro décadas no han logrado ser lo que fueron en una sola noche de los excepcionales “Memes”. Por su parte el gran músico, como tantos otros, fue sometido al escarnio y el ostracismo mientras corría toda suerte de especulaciones sobre el origen de su desgracia y su destino. Más de una vez escuché decir que Celia Sánchez había utilizado su poder real para más o menos protegerlo en un oscuro empleo en un organismo estatal.
Solo Meme Solís puede saber cuánto sufrió durante esos años de dolor e injusticias, pero todos los cubanos bien podemos imaginarlo. Por fin el gran músico pudo abandonar el país en 1987 después de larga y azarosa espera de diez y ocho años y continuar su vida en el exilio. Durante un tiempo disfruté de su talento y simpatía en un agradable programa en mañana de domingo por la emisora Radio Martí. Lejos de nosotros otros escenarios conocieron de su talento y muchos cantantes nutrieron sus repertorios con sus canciones, pero su nombre fue omitido del panorama musical cubano. Sus propios ex compañeros del cuarteto, olvidando que Meme los hizo gente en la música, estuvieron décadas sin atreverse a mencionarlo en público.
Sin embargo los días 5 y 6 de enero más de una docena de cantantes pasaron por el escenario del Teatro América de La Habana para homenajear en ausencia al músico por tantos años silenciado por el poder y nunca olvidado por sus admiradores. Volvieron a sonar sus canciones y su imagen llenó la pantalla. Las funciones se celebraron sin propaganda en los medios o repercusión noticiosa.
Meme Solís merece sin dudas recordación y homenaje por su calidad musical y humana y tantos años de consagración a su arte, pero lamentablemente volvemos a ser testigos de otro acto de parcial reivindicación sin desagravio, práctica cada vez más ejercitada por las autoridades cubanas, quienes en los últimos tiempos han “rescatado” de la omisión y la satanización a importantes figuras de la cultura nacional como si ellos mismos no hubieran sido los causantes y brazos ejecutores de la represión, la injusticia y el desconocimiento.
Tanto y tan dilatado poder requieren del valor y el decoro de antes de despenalizar la orientación sexual o reconocer a los artistas injustamente represaliados, admitir de manera consecuente responsabilidades y culpas y pedir perdón por tanto abuso y tantas vidas tronchadas o marcadas por el sufrimiento y el desarraigo. En mi criterio la reivindicación sin desagravio no es honesta ni confiable.
Me imagino cuánto dolor ha significado para Meme todos estos años lejos de La Habana, que se rindió a su genio y simpatía, en cada una de sus inolvidables actuaciones. A estas alturas estoy convencido que hasta los mismos censores e intolerantes de siempre están conscientes de que cuando ellos sean un triste recuerdo de esta cruel pesadilla, Meme Solís ocupará por siempre el lugar que supo ganarse en la historia de la música y en el corazón de los cubanos.