LA HABANA, Cuba, julio (173.203.82.38) – El pasado mes se cumplieron cincuenta años de aquellas reuniones en el teatro de la Biblioteca Nacional, en las que participaron las principales figuras del gobierno y un numeroso grupo de escritores y artistas. La historia recogió el suceso con el nombre de “Palabras a los intelectuales”, debido al discurso de Fidel Castro que fijó la frontera que en lo adelante no se podía traspasar: “Dentro de la revolución, todo; fuera de la revolución, nada”.
Es posible afirmar también que aquella frase marcó el punto de radicalización cultural del castrismo, cuando el gobierno decidió ventilar la controversia que ya se insinuaba entre los dos polos que reclamaban la representación del ideal revolucionario: de una parte el ala democrática encarnada en el semanario Lunes de Revolución, con Carlos Franqui y Guillermo Cabrera Infante al frente; y de la otra la izquierda, centrada en torno al Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), y en especial en la persona de Alfredo Guevara, futuro mandamás del cine cubano. A propósito, años más tarde, en su libro Mea Cuba, Guillermo Cabrera Infante calificó a Guevara como “el más odioso comisario comunista”.
La dirección de Lunes de Revolución había auspiciado la filmación del documental PM, del realizador Sabá Cabrera Infante, hermano de Guillermo. El documental ofrecía un panorama de La Habana nocturna, con sus bares y restaurantes, las zonas de tolerancia, el juego, y el vicio. El ICAIC no sólo negó el permiso para la proyección comercial del documental, sino que lo calificó de basura, obsceno, perverso, y lo más grave, contrarrevolucionario. Previamente, los adversarios se habían enfrentado en una guerra de declaraciones, pues cada uno acusaba al otro de fomentar escisiones en el campo intelectual de la revolución.
En su discurso resumen de aquellas reuniones, Fidel Castro le dio la razón al ICAIC. Expresó que ese organismo había actuado en nombre del gobierno revolucionario, y que la decisión de no autorizar el documental fue justa, y nunca podía contemplarse como un hecho festinado. Muchos de los presentes, entre ellos el ya temeroso Virgilio Piñera, de seguro advirtieron que, más allá del triunfo de una ola sectaria, asomaba la punta del iceberg totalitario. Tres meses más tarde, clausuraron Lunes de Revolución. La explicación oficial fue la aguda escasez de papel. Curiosamente, esa misma respuesta daría en 1993 la entonces directora de Juventud Rebelde, hoy panelista del programa Mesa Redonda, Arleen Rodríguez, para negarse a publicar en su periódico el mensaje pastoral “El amor todo lo espera”.
Los años que siguieron a “Palabras a los intelectuales” vieron partir al exilio tanto a Franqui como a Cabrera Infante. Alfredo Guevara, por su parte, iba a consolidar cada vez más su posición dentro de la nomenclatura oficial. Durante mucho tiempo dirigió el ICAIC, y en los últimos años ha estado al frente de los festivales del Nuevo Cine Latinoamericano.
Para nadie es un secreto que la estrecha amistad de Guevara con el máximo líder, que data de sus tiempos universitarios, le permitió al primero permanecer en su cargo a pesar de la dura represión que sufrieron los homosexuales cubanos, en especial durante los años 70, cuando los acuerdos del Primer Congreso de Educación y Cultura dictaminaron alejar a esas personas de los cargos de dirección en el país. En ese contexto habría que inscribir una frase que Guevara pronunció en la televisión a propósito de uno de los cumpleaños de Fidel Castro. En esa ocasión, compungido, y casi entre sollozos, exclamó: “Yo estoy aquí porque tú estás allí”.