LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -El lunes 12 de marzo, el disgusto casi mata a Rafael Sánchez Bellechasse, un cubano de 55 años. Había invertido su salario de un mes en pagar por unos documentos que, enviados desde España, recibía totalmente destruidos. La oficina de Correos de Cuba, ubicada en El Calvario, un barrio de la periferia habanera, tuvo la desfachatez de entregárselos rotos, sin la menor disculpa.
El paquete postal y el sobre con las actas de nacimiento de sus abuelos paternos, fue violentado. Toda la gestión consular que le tomó un año realizar se vino abajo, presuntamente porque empleados del correo cubano, dedicados a este tipo de fechoría, abrieron su paquete en busca de dinero.
Los documentos, que salieron de España el 17 de febrero, dentro de una caja sellada, llegaron al correo de El Calvario dentro de un saco de nylon, atado con una brida plástica. En su interior, una nota de Correos de Cuba decía: “Lamentablemente su envío arribó a nuestro servicio con roturas en su embalaje…”
Al mismo tiempo, en la misma oficina de correos, Jacqueline Leyte corría igual desdicha. Su paquete postal, de 52 kilogramos, llegaba roto y con una cuarta parte del envío robado. Para suplir el peso de lo sustraído, los malhechores le agregaron al paquete periódicos y revistas de circulación nacional, un convertidor de electricidad y prendas de vestir usadas.
Cuenta Jacqueline que el 9 de diciembre de 2010, y el 25 de febrero de 2011, recibió en esta oficina bultos postales en similares condiciones.
Ambos clientes, que se negaron a llevarse los bultos postales en ese estado, recibieron la misma respuesta de la empleada del correo de El Calvario: “El paquete tienen que recibirlo obligatoriamente, porque nosotros no somos responsables de lo que pasó o lo que pueda pasar si lo dejan aquí. Las reclamaciones se hacen post entrega”.
¿A quién reclamar el contenido robado de un envío postal, máxime cuando los malhechores pueden estar en cualquier eslabón de la mensajería postal?
Algunas de estas violaciones son reportadas por los damnificados en cartas a la sección Acuse de Recibo, del diario oficial Juventud Rebelde, a cargo del periodista José Alejandro Rodríguez. Las sanciones a los implicados llueven, pero el vandalismo postal continúa.
El largo y tortuoso camino que recorren los paquetes postales que llegan a Cuba, desde el exterior, está poblado por empleados que perciben un salario irrisorio, de 275 pesos mensuales (13 dólares), además de 15 dólares de “estímulo”, si no se ausentan o llegan tarde al trabajo.
Correos de Cuba cobra a sus clientes, por cada paquete postal recibido, un impuesto en correspondencia con el peso. Los que llegan de Europa, 22.90 pesos por 500 gramos, y los del resto del mundo, 25.60 pesos por 500 gramos. Obviamente, asumiendo que el remitente ya pagó su envío en dólares o euros, en su país de origen. Por ejemplo: por un bulto postal de 4.95 kilógramos de peso, enviado desde Europa, a un costo de 28 euros, el destinatario en Cuba debe pagar 71 pesos (4 dólares), un tercio de su salario mensual.
En un país donde los servicios fundamentales, en manos del gobierno, se caracterizan por el irrespeto al público y la falta de incentivos salariales a los empleados, el derecho a reclamaciones es totalmente desestimado.
Ahora Rafael Sánchez Bellechasse tendrá que volver a gestionar las actas de nacimiento de sus abuelos paternos. Para ello, tendrá que invertir, solamente en sellos postales, más de 18 dólares. En cuanto a Jacqueline, ya envió un SOS a España para que sus familiares dejen de enviarles paquetes por correo.
Los mensajeros de la desvergüenza se perfeccionan en el hurto de bultos postales. Aunque es muy poco probable que dentro de un sobre pueda venir dinero, ellos prefieren asegurarse violentándolos y, de paso, se roban lo que puedan.