PUERTO PADRE, Cuba, agosto, www.cubanet.org -Conocí el escándalo a través de un viejo expedicionario que, en junio de 1959, partió de Cuba rumbo a República Dominicana, para combatir a Trujillo, y que, por error, desembarcó en Haití, donde fue hecho prisionero:
“Antes fuimos a Panamá,” dijo el viejo guerrero. Entonces supe que esta es la segunda vez que el gobierno panameño solicita la intervención de organismos internacionales para ventilar un asunto territorial donde está involucrado el régimen cubano.
Cuando expertos del Consejo de Seguridad de la ONU “estudien y revisen” la carga de armas proveniente de Cuba, encontrada oculta entre sacos de azúcar en el mercante norcoreano Chong Chong Gang, tendrán como precedente que ya otros expertos internacionales, en aquel caso de la OEA, debieron pronunciarse ante denuncias del gobierno panameño por violaciones del Derecho Internacional provenientes de Cuba.
El anterior escándalo se produjo cuando la motonave cubana Mayarí zarpó del puerto de Batabanó, al sur de La Habana, el 19 de abril de 1959, rumbo a playa María Chiquita, a pocos minutos por carretera de ciudad Colón, la que debía ser tomada en acción relámpago. Iban a bordo 87 expedicionarios armados: 4 panameños, 4 puertorriqueños y 79 cubanos, entre ellos una mujer, Julia Herrera, en función de enfermera y portadora de la Santa Patrona del barco: La Virgen de la Caridad del Cobre.
La estrategia para derribar al mandatario panameño Ernesto de la Guardia parecía simple: luego del desembarco por María Chiquita, grupos de oposición, dirigidos por el ex embajador Roberto “Tito” Arias y el abogado Rubén Miró, ejecutarían un levantamiento en la capital. Militarmente débil, era poco probable que el gobierno pudiera resistir dos ataques desde puntos diferentes.
Pero la estrategia se vino abajo por dos fallas tácticas: la embarcación de Arias zozobró con un cargamento de armas, y cuando intentaban recuperarlas, fueron sorprendidos por la Guardia Nacional. Arias debió asilarse en la Embajada de Brasil, mientras el Mayarí, por errores de navegación, arribaba a la lejana aldea Nombre de Dios, en lugar de a la expedita María Chiquita.
Descalabros añadidos resultaron la muerte del panameño Enrique Morales Bird, hijo del vicepresidente del Tribunal Supremo e integrante de la comandancia del Mayarí, y el hecho de que, poco después del desembarco, autoridades capturaban a los cubanos Gilberto Betancourt y Roberto Arencibia, y también al panameño Guillermo González. Betancourt era el encargado de establecer la coordinación con Tito Arias para desarrollar la sublevación en la capital.
La noticia dio la vuelta al mundo mientras el gobierno panameño emitía una declaración dramática:
Extranjeros sin Dios y sin Ley han invadido Panamá para inmiscuirse en sus asuntos internos y sembrar la sangre y la muerte.
De visita en Estados Unidos, entre el 15 y el 28 de abril, entrevistado por periodistas, el entonces primer ministro Fidel Castro declaraba:
-Mi país no tiene nada que ver con el intento de revolución en Panamá.
A la 1:30 a.m., del 28 de abril, antes de los expertos de la OEA, llegaban a Panamá el capitán Armando Torres Mesoneros y el teniente Fernando Ruiz Bravo:
-Venimos directamente enviados por Fidel y por Raúl. Tienen que volver a Cuba enseguida. Con esta actitud le están haciendo un gran daño a la revolución-, dijeron los enviados a los expedicionarios, según periodistas, ante lo que César Vega exclamó:
-¿Cómo van a decirnos eso, si sabemos que contamos con el apoyo del comandante Raúl Castro?
La comisión de la OEA, integrada por Fernando Lobo, de Brasil; John Dreier, de Estados Unidos; César Barros, de Argentina; Jorge Hezera, de Costa Rica, y Juan Plate, de Uruguay, concluyó:
“…la Comisión no encuentra a esta altura antecedentes que le permita asegurar que los invasores actuaron en conexión con ningún gobierno.”.
Apenas un mes después, el 14 de junio de 1959, tropas cubanas al mando del comandante Delio Gómez Ochoa, estaban desembarcando por aire y por mar en República Dominicana.
-Sencillamente hemos luchado en muchos lugares, pero no nos consideran combatientes internacionalistas-, repite ahora el entrevistado, el viejo guerrero, mostrando recortes de periódicos con fotografías de aquellas aventuras.