LA HABANA, Cuba, julio (173.203.82.38) – A pesar de que Cuba es una isla, hace años que los cubanos comemos poco pescado; y no es sólo por lo difícil que se hace conseguirlo.
Además de caros, los productos que vende en la cadena de venta libre Mercomar, no son agradables al paladar. Entre las propuestas de estas pescaderías está la “masa para croquetas de tenca”, con verdadero sabor a tierra. Lo mismo sucede con el picadillo del mismo pescado. A veces, como oferta especial, venden pulpa de langosta, al astronómico precio de 34 pesos el kilogramo.
En la década del ochenta, cuando abrieron por toda la ciudad unas pescaderías pre fabricadas (contenedores adaptados) importadas de Argentina, se pensó que lo mejor del mar estaría incluido en nuestro menú. Pero el sueño duró lo que el clásico merengue a la puerta del colegio. A duras penas las surtían, y no les daban ningún tipo de mantenimiento. Las neveras, las vidrieras de exhibición, y los sistemas de aire acondicionado, se descompusieron en un dos por tres y hoy las pocas que quedan en pie son un desagradable amasijo de hierros oxidados, donde quizás se puede conseguir huevos por la libreta de racionamiento o alguna que otra vianda, cuando aparecen.
Mario, un viejo pescador aficionado, me dijo: “Soy de Caibarién, y allá comíamos mucho pescado. Por eso, cuando empezó a faltar me hice de mis avíos y salí a pescar. Al principio iba con un amigo que tenía un botecito, pero en una ocasión nos pescó la policía a nosotros y nos confiscó el bote y los avíos de pesca, además de que le impusieron una multa al amigo. Aquí hasta pescar es un delito”.
El otro día, en la pescadería de la Virgen del Camino, mientras esperaba el camión que traía el pescado, un hombre comentó que quería comprar carnada para irse de pesca con su hijo. “Somos corcheros –dijo-, así nos dicen a los que salimos a pescar sin permiso. Es un riesgo, hago lo que sea por comerme un buen pescado. Por estos días corre el pargo sanjuanero, y con paciencia siempre alguno cae”.
Hace algunos años vendían pescado por la libreta de racionamiento. Ahora, como no hay, sustituyen una libra de pescado por media de pollo. Los cubanos, con el habitual sentido del humor que nos ha permitido sobrevivir, nos avisamos unos a otros cuando llega el pollo, gritando a voz en cuello: “¡Llegó el pescado de corral”.