LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -Recuerdo bien la primera vez que fui a un teatro. Llegué, de la mano de mi madre, a la pequeña salita del Guiñol, en los bajos del edificio Focsa, en El Vedado. Vi la puesta de una versión, para títeres y actores, de la novela Gulliver en el país de los enanos, de Jonathan Swift. Pero hasta mucho tiempo después no conocería quiénes fueron los fundadores de aquel grupo teatral, ni tampoco supe del calvario que debieron atravesar en los oscuros años setenta.
En los cincuenta, estos fundadores, los hermanos Camejo (Caridad Hilda –Carucha- y José Ramón -Pepe), habían llevado sus títeres a los televisores en la isla. Durante la primera mitad de esa década, dieron vida en la CMQ a personajes como la negrita Libélula, Mascuello o el muy recordado Kiki Televiki.
Los Camejo venían de participar en las denominadas Misiones Culturales, auspiciadas por el Ministerio de Cultura. Junto a otros artistas, llevaron su retablo por toda la isla. En 1952, el dramaturgo José (Pepe) Carril, fundó el Teatro de Muñecos, en Holguín. Precisamente, junto a los hermanos Camejo, Carril se convertiría más adelante en uno de los tres directores artísticos del Guiñol Nacional de Cuba, luego Teatro Nacional de Guiñol.
En la segunda mitad de los cincuenta, subió a escena Pelusín del Monte, diseñado a cuatro manos entre Pepe Camejo y Dora Alonso. El jacarandoso guajirito y sus andanzas tuvieron un espacio en la televisión. En 1961, salió al aire la serie titulada Las aventuras de Pelusín del Monte, que se mantuvo en CMQ (luego Canal 6) hasta 1963.
Durante esos años, se incorporaron al Guiñol Carlos Pérez Peña, Mabel Rivero, Ernesto Briel, Ulises García y Silvia Barros. También en ese periodo, el Guiñol definía su dramaturgia en función no solamente de los niños. En 1963, fue reconfigurada una sala de cine que estaba ubicada en los bajos del edificio Focsa. En ese sitio estableció su sede el ahora denominado Teatro Nacional de Guiñol.
El primer estreno, en su nueva sede, tuvo lugar el 14 de marzo de ese año. El Guiñol desarrolló un formidable trabajo, que abarcaría desde versiones de cuentos de la herencia literaria universal, hasta la representación de textos provenientes de la tradición afrocubana. En 1965, Carucha Camejo realizó una innovadora versión del Don Juan Tenorio de Zorrilla. Por su parte, Pepe Carril estrenó la exitosa versión al clásico de Aristófanes Asamblea de Mujeres. Igualmente fueron puestas en escena las versiones al El Pequeño Príncipe, de Exupery, La Caperucita Roja, y, entre otras, la visión de un Patakín (fábula de la tradición Yoruba) titulada Ibeyi Aña.
En 1969, el Teatro Nacional de Guiñol realizó una exitosa gira por Europa. Con ellos viajó Esteban Torres, un funcionario del Consejo Nacional de Cultura, quien, obedeciendo órdenes de arriba, coartó el desenvolvimiento de la gira e impidió la presentación del grupo en la URSS. Posteriormente, entre 1971 y 1973, este funcionario estaría en el grupo con Armando Quesada al frente, que ejecutó (para teatristas) la política homofóbica conocida como Parametrización.
La cacería de brujas desatada a partir del Congreso Nacional de Cultura, de abril de 1971, arrasó con el Guiñol. Pepe y Carucha Camejo fueron sacados de su trabajo como directores. Pepe, víctima de la oficialista Ley contra la Vagancia, fue a prisión. Carucha, sometida a una presión infernal, enfermó de los nervios. La mayoría de los integrantes del grupo resultó parametrada. Varios proyectos de puestas en escena quedaron truncos, entre ellos Cecilia Valdés, Venus y Adonis, El reino de este mundo y otro acercamiento a la tradición afrocubana, bajo el título de Tres rituales por siete para Babalú Ayé.
La vanguardia del teatro cubano de títeres quedó sepultada bajo la avalancha represiva del régimen. A finales de la década del setenta, los hermanos Camejo se fueron de Cuba. Un poco antes, sus muñecos fueron incinerados en un episodio del que no se tiene acta veraz todavía.