LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -Ángel Caballero, de Guanabo, fue al cementerio a realizar un antiguo rito a un hermano: abrir el nicho, sacudir el polvo y echar talco y perfume sobre los huesos, ¡descubrió que faltaba el cráneo!
El administrador explicó: “Es cosa de santeros. Ocurre a veces. Solo tenemos un custodio por las noches, si no falta. Pagan poco, no cualquiera acepta ese trabajo. Robos en tumbas hay en todos los cementerios de Cuba”.
Gema Romero, residía en Guanabo, al este de La Habana. Pidió a sus familiares -petición cumplida- que al morir fuera incinerada y las cenizas echadas al mar.
-En Guanabo, mar afuera. ¡No en el Malecón habanero! -dijo con su característico sarcasmo. Quisieron conocer el porqué de la advertencia.
-La gente se orina, defeca en cualquier parte cuando hay carnaval en la Avenida del Malecón y toda esa inmundicia la barren al mar.
Pero la razón más íntima para preferir la cremación fue que como practicante del sincretismo católico-santería conocía de paleros que emplean huesos humanos en sus trabajos espirituales ¡y no usarían los suyos!
Ningún pueblo grande o pequeño escapa a la sustracción de huesos y ornamentos funerarios. Denunciamos por Cubanet hace algunos años el robo en Banes de las gruesas, pesadísimas cadenas y demás ornamentaciones de bronce de la tumba de los padres del ex Presidente de Cuba, Fulgencio Batista.
La Necrópolis Cristóbal Colón, en La Habana, declarada Monumento Nacional, inaugurada en 1871 y valorada como la tercera del planeta tras los camposantos de Génova y Barcelona por la magnificencia de sus tesoros artísticos funerarios es objeto casi permanente de saqueos, de osamentas y sus excepcionales atributos artísticos, controlados solo a medias.
Un profanador profesional contó bajo condición de anonimato sobre su macabro negocio.
“Me inicié en el oficio cuando tenía dieciséis años. Oí comentarios sobre un abogado rico enterrado con sus prendas de oro. Un amiguito y yo fuimos al cementerio de Guanabacoa, localizamos la tumba. Regresamos por la noche. Teníamos mucho miedo de que nos saliera el espíritu de algún muerto.Pero nos ilusionaba la cantidad de dinero cuando vendiéramos las joyas. Todo estaba muy oscuro. El sereno dormía, borracho. Destapamos la tumba. Rebuscamos. Nada de cadena, reloj, sortijas. ¡Nada! Meses después, un palero de esos que trabajan con huesos, supo la historia, nos buscó. ‘¡Son valientes! Si trabajan para mí pueden ganar mucho dinero, mis clientes pagan caro las obras que les preparo’.
“Trabajamos con el santero. Ahora tengo treinta y cuatro años, mi amigo treinta y cinco. Trabajamos más fácil. No tenemos que escondernos para entrar al cementerio. Nadie se interesa por nuestra presencia, cada cual en lo suyo, pero si algún curioso pregunta decimos que realizaremos una ceremonia familiar religiosa en la tumba, que por ser íntima pedimos que nadie se acerque. Nadie se acerca, por respeto. Tenemos manos libres para recoger huesos a la luz del sol. No cualquier hueso, cráneo y tibias principalmente. Depende del trabajo del palero.
“Los echamos en la mochila, cerramos la tumba y nos marchamos tan tranquilos como entramos. Tenemos mejor suerte si el difunto usaba prótesis de platino en el cráneo, dentadura u otra parte. Es ganancia extra nuestra por la venta del metal precioso. Vivimos de los muertos. No va mal. Hay riesgos, las leyes. Todo en la vida tiene riesgos. El palero te dice qué hueso necesita. Indagamos sobre el difunto. Localizamos la tumba. Con tantos problemas sin solución en Cuba, la gente se refugia mucho en la religión. Lo malo es que por tantos robos de tumbas, numerosos prefieren la incineración. Ahorita ni huesos vamos a encontrar”.
Facilita el saqueo la irresponsabilidad gubernamental. Desde 1959 no se construye cementerios, ni hay capacidad de ampliación. Imposible comprar terreno para construcción de nuevos sepulcros. Los enterramientos son en tumbas colectivas. Los restos son trasladados a los tres años a osarios individuales alquilados. Ninguna protección especial, ningún sello, lo que facilita el macabro negocio. Como ocurrió con el osario del familiar de Ángel Caballero. Quien posea antigua propiedad de panteón, si hay capacidad, puede solicitar el enterramiento en su patrimonio.
Explica el Profanador:
“Tengo que investigar las generales del fallecido. El hueso trasmite la condición del individuo a la persona iniciada. Se prefiere de origen o descendencia asiática. Vale más. Se considera muy persistente en los empeños por obtener algo de su interés. Piden también huesos de personas muy preparadas intelectualmente. Pero el negocio se va acabando. Pienso que pronto el Cementerio de Colón dejará de ser el mayor de Cuba. La primacía será ocupada por el estrecho de Florida si sumamos la cantidad de personas que han perdido la vida tratando de escapar de Cuba y quienes hoy, superando la tradición cristiana del enterramiento, prefieren que sus cenizas sean depositadas en las aguas del Atlántico”.