A raíz de la delegación, por parte de Fidel Castro, de sus responsabilidades gubernamentales, y con el consiguiente ascenso de su hermano menor a la cúspide del poder, se comentó que Raúl hablaba y teorizaba menos que Fidel, pero que gobernaría con un sentido más pragmático y, sobre todo, que iba a ser un mejor administrador de la economía.
Ya una vez instalado al frente del gobierno, el Estado y el Partido, la atención priorizada del general-presidente hacia todo lo relacionado con la vida económica del país, así como el nombramiento de nuevos funcionarios en ministerios y entidades, parecían dar fe de lo antes expuesto.
El primer indicio de semejante política tuvo lugar, precisamente, cuando hubo que escoger al nuevo ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Había dos candidatos con prominente historial de servicios en la cadena de mando: los generales Leopoldo Cintra Frías y Álvaro López Miera. Ambos con amplia participación en las guerras de Angola y Etiopía, y que sin dudas irían a priorizar la preparación combativa de las tropas.
Sin embargo, Raúl optó por seleccionar a Julio Casas Regueiro, un general que se destacó por perfeccionar el sistema empresarial de las FAR, y que era famoso por el celo con que manejaba el presupuesto de la institución. Recuerdo que por esos días, Raúl expresaba que para los militares cubanos eran tan importantes los frijoles como los cañones. Y es muy probable que, tras el fallecimiento de Casas Regueiro, el general-presidente le haya leído la cartilla al nuevo ministro, Cintra Frías, acerca de cómo conducir ese organismo.
Recientemente ha sucedido algo parecido en la dirección del Ministerio de Cultura. La lógica indicaba que Abel Prieto fuera sustituido por alguien que procediera directamente del gremio artístico: un escritor, un músico, o algún intelectual reconocido. Se pensaba, por ejemplo, en el viceministro Fernando Rojas, un pensador y ensayista que durante mucho tiempo dirigió a los jóvenes artistas de la Asociación Hermanos Saíz.
Pero otra vez la racionalidad economicista parece haber prevalecido por sobre los criterios funcionales. El viceministro primero del organismo, Rafael Bernal, un hombre que apenas tiene que ver con la creación artística, pero con vasta experiencia en lo relacionado con el funcionamiento administrativo del sector de la cultura, ha sido el designado.
No hay que olvidar que este es uno de los sectores más dependientes del presupuesto estatal, de ahí que el ahorro sea esencial. Además de incluir actividades que no generan ingresos materiales, como la enseñanza artística, las bibliotecas y las casas de cultura, entre otras, mantiene un departamento denominado “Atención a Personalidades”, que provee financiamiento y otras prebendas a escritores y artistas, con tal de que conserven la adhesión al régimen.
A todo lo anterior, se añade el hecho de que otro general, Leonardo Andollo, que administra la gestión del Estado Mayor de las FAR, en su condición de segundo jefe de esa instancia, se encuentra al frente de la Comisión Gubernamental que estudia la implementación de modificaciones en el funcionamiento de los órganos de la administración central del Estado, y que ya ha eliminado a varios de ellos.
Imagino que los ministros y viceministros de los organismos propensos a ser próximamente fusionados con otros, se hallen intranquilos, ante la posibilidad de perder sus posiciones privilegiadas, pues no todos son Abel Prieto o el Gallego Fernández, quienes han ido a engrosar esa especie de gobierno paralelo que fomenta Raúl bajo el manto de un consejo de asesores. Tal vez asistamos a una nueva versión del Equipo de Apoyo y Coordinación que acompañó a su hermano mayor.