VILLA CLARA, Cuba, agosto, 173.203.82.38 -Estén las vacas en época de celo o no lo estén, a los técnicos inseminadores de las empresas pecuarias del centro de Cuba, no les queda otro remedio que introducirle la varilla, porque es lo único que les garantiza poder cobrar, a finales de mes, un salario más o menos aceptable.
Puede parecer un chiste, o el texto de una guaracha para ripostar aquella ingeniosa de Pedro Luis Ferrer sobre la Vaquita Pijirigua. Pero es algo muy serio.
Por lo menos seriamente me lo ha contado un veterano técnico de la provincia de Villa Clara, quien, durante el pasado julio, anduvo caminando a lo largo de todo el mes, detrás de la captura de vacas para inseminarlas, “a la brava”.
Al final, solamente logró ensartar con la varilla a ocho vacas. Y de ellas, solo se gestaron tres. Por supuesto, invadidas éstas con hormonas que le son inyectadas –por los propios técnicos- para lograr precipitar gestación fructífera y rápida.
Resulta descabellado que los técnicos inseminadores tengan la obligación -y se usa esta palabra, por parte de sus jefes: obligación- de salir en recorrido, de finca en finca, en la mayoría de los casos a pie, buscando vacas, a ver cuál se le pone a tiro para ser inseminada. Luego, tendrán que mantenerse al tanto para confirmar si lograron embarazarlas mediante esa suerte de cañona con las características de una violación en toda regla.
Sólo actuando de esta manera, los técnicos podrán obtener los treinta pesos de moneda nacional que les pagan por cada vaca gestada, siempre previa la confirmación científica de que realmente quedó gestada. Pues, de lo contrario, el técnico no cobra nada.
No por gusto, cada día son menos los profesionales de esta rama con que cuenta la provincia, ya que la mayoría, cansados de asediar a sus potenciales víctimas, deciden buscar otros empleos, aunque para ello se vean obligados a empezar de cero, como simples peones o como jornaleros.
El colmo, según me cuenta el veterano inseminador, es que si una vaca se muere durante el embarazo, resulta para el técnico casi tan dramático como si se le muriese un familiar. Siempre tiene que pagar la pérdida, pues, el slogan de los jefes es que su trabajo consiste en hacer que las vacas paran, no en matarlas. Y conste que el pago es muy alto, ya que puede costarle el empleo, y aun la casa donde vive, que en la inmensa mayoría de los casos pertenece al plan pecuario en el cual labora.
Después, como si fuera poco, el nombre del técnico queda totalmente desprestigiado dentro de su profesión, porque aparece en todos los murales del territorio como un ejemplo de especialista incompetente. De modo que muy difícilmente pueda convencer en el futuro a los dueños de vacas (ya que las vacas no suelen opinar) para que les permitan usar la varilla.
Pero si, en cambio, un técnico cumple y sobre cumple los planes de sus jefes en la Pecuaria, violando, o sea, inseminando a como dé lugar a un elevado número de vacas, podrá cobrar limpiamente los 280 pesos moneda nacional (11 dólares) de su salario del mes, más el incentivo por cada embarazo. Por supuesto, eso es si el mes anterior también cumplió con las normas de vinculación establecidas. Porque en caso contrario, tendrán que descontarle del salario lo que antes dejó de hacer, tal y como lo establecen las disposiciones vigentes del Ministerio de la Agricultura.
No en balde el veterano de Villa Clara me aseguró muy serio que tal y como están las cosas, los toros viven mucho mejor que los técnicos inseminadores.
Lo que no me dijo, pero lo añado yo, es que también los toros se comportan con las vacas mucho más humanamente que los inseminadores. Razón tenía Pijirigua al querer seguir a la antigua.