LA HABANA, Cuba, junio, 173.203.82.38 -Jorgito sorprendió a la familia y amigos, cuando escogió veterinaria como primera opción para optar por una plaza de técnico medio y, como segunda, agronomía; pero aceptó maestro emergente, porque a su escuela secundaria básica no llegó ninguna de sus preferencias. Mariita tuvo que estudiar en la universidad una carrera de letras, aunque aspiraba a ser geóloga. Juanito quería ser carpintero, no había especialidad como obrero calificado, así que deambula vendiendo lo que consigue, juega dominó en la esquina y toma ron con los amigos. Albertico logró coger la carrera de su gusto, se las ingenió para poner la costa a sus espaldas, mar de por medio, pero ahora cuenta a los tres sobre sus primeras dificultades, los esfuerzos con estudio y trabajo, y el éxito que ha logrado. José lo escucha pensativo, él también estudió a gusto, solo que el salario no le alcanza ni para empezar.
Esos problemas se repitieron durante casi 50 años, de manera que junto a la frustración de los adolescentes y jóvenes, en Cuba se perdieron las tradiciones y habilidades en los oficios esenciales para la marcha normal de la vida personal, la economía y la industria, así como en la importante esfera agropecuaria para esta nación eminentemente agrícola. En su lugar, se enseñó a despreciarlos, porque todos tenían que ser graduados universitarios para que “el país” pudiera ufanarse de haber formado el pueblo más culto del mundo. Simultáneamente, se agrupó a muchas familias campesinas en poblados con edificios de cinco pisos, ya que se debían integrar en las cooperativas y los hijos “superarse” como artistas, maestros o cualquier otra profesión de manera que cuando “el viejo” falleciera, como no vivían allí ni labraban la tierra, no tuvieran derecho a heredarla. Poco a poco los antiguos poblados y bateyes fueron feneciendo al desactivarse los centrales azucareros, con lo que se aniquilaba una de las fuentes fundamentales de la cubanidad.
Por fin hace varios años comenzaron cambios importantes en la educación en Cuba, para desmontar el absurdo sistema y tratar de restablecer las profesiones y oficios indispensables para la gestión agropecuaria, la industria, las reparaciones y avituallamiento doméstico. De tal suerte empezó la ardua tarea de convencer a los adolescentes de todo lo contrario que habían visto en el hogar y escuchado en las escuelas desde su nacimiento. En el curso 2012-2013 gobierno ha determinado el ingreso de 75 000 jóvenes en la Enseñanza Técnico-Profesional (ETP), y de ellos 47 000 se formaran como obreros calificados, según informó Alexander Manso, su director nacional en conferencia de prensa, publicada por el periódico Juventud Rebelde, el 20 de junio.
El funcionario precisó que la mayoría de las plazas estarán vinculadas a la construcción y la agricultura, especialidades que tenían hace tres años matriculas muy deprimidas y que son una prioridad para el desarrollo del país. Entre las especialidades más necesitadas mencionó la mecánica, específicamente vinculada al ferrocarril. Se refirió a las 4 523 aulas anexas en talleres y centros de vultivo organopónico, los lugares donde está la tecnología, y la participación de más de 4 200 especialistas de la producción y los servicios en el acompañamiento a estos jóvenes, así como la actualización de los profesores en las tecnologías que se emplean en el país. También mencionó que unas mil aulas anexas no tienen la calidad requerida y las condiciones materiales necesarias. Indudablemente, durante los decenios cuando se priorizó la educación de forma voluntarista, se dilapidaron recursos que podrían haberse utilizado en el equipamiento de institutos tecnológicos y escuelas de oficios para garantizar la calidad del aprendizaje, así como incentivar a los estudiantes. En Cuba, incluso se carece de libros de texto, lo que no se puede compensar a través de Internet, ya que ni siquiera en las escuelas existe acceso libre a la red.
Por otra parte, debe cuidarse no establecer únicamente determinadas especialidades sobre la base de las prioridades del Estado, ya que se corre el riesgo de continuar la imposición a expensas de la realización de los estudiantes como seres humanos y de los otros muy necesarios oficios, como herreros, carpinteros, plomeros, ebanistas, mecánicos, electricistas y otros. El establecimiento de salarios dignos junto al respeto social podría incentivar a los potenciales alumnos y sus familiares. También podrían influir las posibilidades de ejercer la gestión privada, sobre todo en la medida en que se autorice mayor cantidad de labores para el trabajo por cuenta propia y se levanten prohibiciones a los nuevos agricultores usufructuarios. En ellos podría estar también el embrión de los futuros pequeños y medianos empresarios.