LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -René González Sehwerert está de vuelta en casa. Ahora son cuatro los topos de la Red Avispa que continúan encarcelados en Estados Unidos. Pero como los comunistas son más caprichosos que un nieto consentido, se niegan a aceptar que quedan cuatro.
En definitiva, Fidel Castro preferiría que en vez de cuatro, o cinco, fueran noventa, o cien. Así la propaganda anti yanqui, que paga con dinero del pueblo, sería más intensa.
Ahora René, quien ha sido bien sincero y ha confesado que la prioridad en su vida es ¨…recuperar los años que le separaron de su esposa e hijas¨, tendrá que ser agregado en la paupérrima Libreta de Productos Alimenticios de Olguita, su esposa, y podrá constatar, además de los baches de las calles habaneras que descubrió a su llegada, de qué forma tan miserable se alimenta el pueblo, luego de más de medio siglo de régimen castrista, el mismo régimen que lo llevó a estar 13 años en prisión.
Seguramente, hasta sentirá nostalgia de la comida de las prisiones norteamericanas y, sobre todo, de su ¨jaula de oro¨, como la llama, pese a haber vivido en libertad supervisada. A no ser que le baste un vasito del insípido yogurt de soya en la cena, y termine por decir que nuestro yogurt es insípido, pero es nuestro yogurt.
Como conozco bien el paño, segura estoy de que no tendrá una buena mesada en moneda convertible. La Contrainteligencia Cubana paga los servicios de espionaje con diplomas que se descoloran con el tiempo y con medallitas que se ponen prietas, por mucho que se guarden en gavetas.
Aunque lo hayan nombrado Héroe de la República de Cuba, René es, ante los ojos del viejo caudillo, un fracasado, un espía que falló, que se dejó agarrar. Además, es alguien que ya no hace falta a la guerra de Fidel contra los Estados Unidos.
Como anciana al fin, me gusta pensar a lo lejos, muy a lo lejos, y veo, así de simple, cómo este pobre hombre, víctima del maquiavelismo de Fidel Castro y del odio visceral que siente por USA, vegetará en un apartamento habanero, aumentará de libras por el sedentarismo y los alimentos de pésima calidad, y terminará los días de su vida en un lastimoso anonimato, como ocurre con todos los espías que regresan.
Tal vez hasta algún día se arrepienta de haber renunciado a la ciudadanía estadounidense, la que le envidian, y él lo sabe, cientos de miles de compatriotas.