LA HABANA, Cuba, 22 de agosto 2013, www.cubanet.org.- Descubrí el Instituto Politécnico Amistad Cubano-Soviética por una torre, con arcos ojivales y guisa de campanario, que parecía el vestigio de una institución religiosa. Siempre me han interesado esas construcciones, pues a medida que el ateísmo se fue radicalizando en Cuba como ideología de Estado, muchas instituciones fueron disueltas, y sus inmuebles se convirtieron en las más disímiles cosas. En este caso, donde hubo un templo, llamado inicialmente Leland Memorial, que sirvió de capilla para estudiantes, y de iglesia comunitaria, hay en la actualidad un salón de reuniones, y un Comité Militar Municipal (Área de Atención No. 17 de Playa).
Un vecino me dijo que esa manzana (situada entre las calles 43, 54, 45A y 52) había pertenecido a la Iglesia Metodista de Marianao, que aún funciona como templo cristiano, en la esquina de 43 y 58.
En aquellos terrenos estuvo el Candler College, un colegio metodista, fundado en octubre de 1912, que enseñaba desde el kindergarten hasta el preuniversitario. Un viejo católico, que ha vivido en Playa desde antes de 1959, comentó que era una escuela privada, en donde estudiaban familias de clase media para arriba. Fue uno de los 22 colegios metodistas que se nacionalizaron en junio de 1961, cuando el gobierno revolucionario promulgó una ley sobre educación.
El nombre del colegio proviene del Reverendo Warren Aiken Candler, un misionero norteamericano, que fue el primer Obispo de una iglesia metodista en Cuba, la cual se inauguró en 1899, en una esquina de las calles Industria y Virtudes (Centro Habana), bajo el nombre La Trinidad, que aún conserva. Al parecer, este líder religioso es pariente de Asa G. Candler, el fundador y propietario de la Compañía Coca Cola.
Frente a una puerta clausurada, que tiene un aviso: Local sellado, yace aún la insignia del colegio, sobre un piso de granito: un rombo alargado, dividido en rojo y negro por una flecha horizontal, con dos letras C distintas en el centro. Tal vez muy pocos conocen su origen. Desde hace años, este lugar se identifica como el Tecnológico Amistad Cubano Soviética, que es un nombre anticuado. En esta escuela de grado medio-superior, además de las asignaturas comunes a todo ese nivel de enseñanza (Matemática, Física, Química, Español, Educación Física, Preparación militar), se imparten clases de mecánica.
Al lado, en 45 y 54, existe un taller de igual nombre (S.C. Técnico Industrial Amistad Cubano Soviética), en donde los alumnos hacen prácticas del oficio. De las cuatro naves del complejo, actualmente operan sólo la 2 y la 3. Durante el Período Especial, en los años 90, los profesores y alumnos del instituto ensamblaban bicicletas chinas en esas naves.
Hacia la esquina de 43 y 52, han dispuesto una Escuela Secundaria Básica Urbana (ESBU), cuyo nombre es Juan Francisco Noyola Vázquez. Las otras entradas del perímetro no tienen carteles que indiquen su función, aunque deben ser locales y oficinas de las dos escuelas.
Frente a la Secundaria está ubicado un parque, donde se erige un busto con la efigie del Dr. Harry B. Bardwell, primer director del Colegio Candler, y además pastor de la congregación de Marianao (de 1912 a 1921, y de 1928 a 1946), la cual radicó en la Capilla Leland Memorial, hasta que se construyó la iglesia actual de 43 y 58. Ésta última abrió en junio de 1956. Bajo el busto, se han colocado tres tarjas diferentes, pero han sido robadas, o han desaparecido.
El campo deportivo
A ojos vistas, lo más deteriorado es el área deportiva que está al fondo del conjunto de edificios, en 45A, entre 52 y 54. Allí se juntan un campo de pelota, una cancha de baloncesto, dos campos de fútbol (uno visible, el otro no), y una cancha de pelota vasca, o frontenis. Aunque oficialmente es el área deportiva de las escuelas, los niños y jóvenes de la comunidad la utilizan.
Gracias a una placa de mármol –que por esas huellas milagrosas ha perdurado sobre una de las paredes que soporta las gradas del campo de pelota– se sabe que el estadio se creó en 1952, mientras dirigía este centro educativo el Dr. C. Pérez, y que sus constructores fueron Arasán y Amador.
Un muchacho que jugaba en el área, dijo que las gradas del campo de béisbol (por sus dimensiones, se usaba para juegos de categorías infantiles) habían tenido paneles de madera, y que las tejas del techo (las que le quedan) eran originales. Quizás estuviese exagerando, pues él no pudo ser testigo de su primera etapa. Pero el destrozo era evidente. Los baños interiores –y aun la zona bajo las gradas–, son un muladar. Sobre el campo han colocado unas pilas de tierra o de arena, para nivelarlo quién sabe cuándo. Este muchacho, ex-alumno del instituto, recuerda que antes se veía el terreno con el césped cortado.
La cancha de fútbol que aún se distingue, muestra dos porterías sin redes. Dicen que todo se lo llevan. En la cancha de básquet, algunos jóvenes del barrio, que solían jugar de noche, pusieron un poste de alumbrado, con un reflector de luz, y un interruptor. Primero, rompieron el interruptor. Luego, se llevaron hasta el poste. Estos jóvenes voluntarios han pintado los tableros de las canastas, y han arreglado los aros –según declaró el muchacho. Pero ya se han robado las mallas, y solamente queda un aro.
Al parecer, no hay custodios que vigilen el área deportiva, ni de día ni de noche. Una parte de sus muros exteriores fue derribada. Otra parte se cayó.
No sé si el instituto volverá a ser un colegio religioso, privado (quizás con becas), o si acogerá otro tipo de enseñanza. Si este campo deportivo será su anexo natural, como era antes, o un espacio independiente –en el mejor de los casos, un área pública, atendida por la alcaldía municipal. Tal vez sea ambas cosas: un terreno del colegio, con un horario específico para el libre ocio de la comunidad. Y mientras tanto, ¿habrá que esperar por Santa Claus?