LA HABANA, Cuba, febrero, 173.203.82.38 -Desde que el reverendo estadounidense Lucius Walker murió, hace más de un año, los cubanos no podemos disponer de la ropa vieja que traía a Cuba, como donación, el líder de la organización Pastores por la Paz, en caravanas que lograban burlar el llamado bloqueo contra Cuba.
Es cierto que muchas de las piezas de vestir que traía el reverendo estaban deterioradas, pero bien recuerdo que si se buscaba con paciencia en aquellos cajones de cartón donde las echaban, y en muchas ocasiones hasta regadas por el piso de locales improvisados para la venta –porque aunque eran supuestamente “donaciones para el pueblo de Cuba”, el gobierno las vendía-, se podían encontrar piezas con poco uso y algunas hasta sin usar.
Ahora, comenta mi vecina Chelo, que no hay ni ropa vieja. Se pregunta cómo podrá vestirse en lo sucesivo, ya que las ropas que venden en las tiendas recaudadoras de divisas, importadas de China, son en su mayoría tallas muy pequeñas y con diseños juveniles.
“Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”, me dice Chelo, inconforme con su suerte, segura de que en China no hay ancianas altas como ella, pasadas de peso y con el trasero voluminoso que tanto abunda en nuestro archipiélago.
Realmente tenemos que aceptar que la ropa vieja que se vendía, no sólo en divisas, sino también en pesos cubanos, resolvió un gran problema del pueblo, que casi andaba en cueros cuando, en 1968, no quedó títere con cabeza, y las tiendas fueron clausuradas para convertirse en locales para viviendas de familias numerosas. Y peor después, a partir del Período Especial, luego del derrumbe del campo socialista europeo, del que dependía Cuba para todo.
Pero como los cubanos somos como somos, el cubaneo que se armó en contra de la ropa vieja fue demasiado. La prensa independiente criticó muchas veces esa venta humillante, que no merecían los cubanos de a pie. Ahora extrañamos, sí, lo digo sinceramente, extrañamos el sayón de bambula con florones que, aunque recontrausado, y por más que sólo nos sirviera para unos meses, era todavía lindo y se adquiría a buen precio.
Y también extrañamos los jeans de buena marca, muchas veces sin roturas, sin mucho desgaste; o los pullovers americanos con letreros de colores llamativos y con frases que tanto gustaban, propias de un país libre, no las aburridas de los pullovers que produce el gobierno para ocasiones especiales, y que siempre dicen algo del Che, o Los Cinco volverán.
Ahora, en las tiendas, se venden los pullovers hechos en China, que sólo les sirven a muy pocas jovencitas, que están planchaditas por un lado y planchaditas por el otro, como las chinitas.
Es por eso que cuando Chelo me preguntó cuándo vendrán de nuevo las caravanas de los Pastores por la Paz con su carga de ropa vieja, puso tremenda cara de disgusto al escuchar a otra vecina que le dijo: “Olvídate, que de Lucius Walker sólo nos quedan las cenizas”.