LA HABANA, Cuba, mayo, 173.203.82.38 -A lo mejor que puede aspirar una dictadura es a que el pueblo se enamore de su caudillo y lo peor que puede ocurrirle es que el pueblo se quite ese “anillo de compromiso” que lo une al caudillo.
Tengo un vecino que, como trabaja para una empresa estatal, todavía parece llevar el anillo de compromiso con el viejo caudillo. Recientemente, en compañía de su familia, hizo un recorrido por la XI Bienal de La Habana. Al llegar a la galería Orígenes, entró para apreciar una exposición de fotografías. Concentrados estaban él y su esposa observando un monótono audiovisual, interpretado por un travesti, cuando fueron remolcados por sus dos hijos adolescentes (una hembra y un varón). “Vengan a ver esto”, les dijeron.
“Se trataba de una foto de casi un metro cuadrado, donde el mismo artista del audiovisual se exhibía, en cuatro patas sobre el pavimento de una avenida, introduciéndose por el trasero un objeto similar a una botella”, me contó horrorizado mi vecino. Y acto seguido, agregó confundido: “A ese tipo de arte yo no estoy acostumbrado”.
Para consolar su trauma de heterosexual monógamo y conservador de pura cepa, le dije lacónicamente: “Ni yo tampoco, pero nos vamos a tener que acostumbrar”.
Y continuamos charlando sobre el respeto que debe existir para los géneros y las preferencias sexuales de cada individuo. También sobre cómo modular los modales y las relaciones humanas en lugares públicos. Comenté que en países con sistemas democráticos la sociedad avanza por sí misma, por su propia evolución y, ademas, la enseñanza de los hijos puede ser escogida por los padres. No ocurre así en Cuba, donde la ideología, la educación y las costumbres las implanta el gobierno a tranca y barranca.
El respeto a los derechos de los homosexuales pudiera ser interpretado aquí por las jóvenes generaciones como una nueva tarea política de la revolución, en términos de “lucha” o “batalla contra el imperialismo”.
Resulta paradójico que el mismo gobierno que nos ordenó durante décadas discriminar y odiar a los homosexuales e hizo de la homofobia una política de Estado, practicamente nos ordene ahora que los amemos y respetemos. Así de sopetón, por decreto y sin muchas explicaciones.
Sin lugar a dudas , y aforunadamente, la homofobia y la transfobia han comenzado a ser cosas del pasado en la mayor parte del mundo, igual que otras fobias y discriminaciones en el ámbito político y social. Entre otras cosas, las modernas tecnologías de la información permiten llevar el mensaje y el reclamo de los discriminados cada vez más lejos, aunque por un buen tiempo subsistan las pugnas entre liberales y conservadores.
En España, tanto reprimió Franco a los homosexuales que tras la muerte del dictador y el fin de su dictadura vino el apogeo de los LGTB (lesbianas, gays, transexuales y bisexuales) y España se situó entre el todavía minoritario grupo de países que reconocen los matrimonios de personas del mismo sexo. Tal vez los politicastros del caudillo cubano huelen un final similar: después del caudillo, la democracia, y adelantándose a los acontecimientos, montaron a Mariela Castro en el CENESEX con vistas al futuro, para que una Castro heterosexual quedara como hada madrina de los homosexuales cubanos, y anotarse ese punto de modernidad. Además, el nuevo romance de la otrora atea y anticlerical dictadura insular con la Iglesia Católica, también trae a la mente al difunto Franco y su muy católica dictadura.
Mi confundido vecino no quiere creer que los homosexuales son una minoría, pues según el “son muchos y están en todas partes”. Yo tampoco comparto totalmente su tesis de que la dictadura machista-fidelista, con la que en un pasado él se comprometió, se esté “mariconeando”.
Pienso que el caudillo cubano y su dictadura siguen siendo en esencia tan homofóbicos y conservadores como siempre, pero ahora necesitan desesperadamente aliados y ven a la comunidad LGTB como un grupo de poder liberal, con influencia creciente en todo el mundo. En Cuba ese grupo siempre estuvo marginado, fuera de la centrípeta oficial, y sin anillo de compromiso, y ha llegado la hora de captarlo.
No obstante, la Asamblea Nacional sigue detrás del palo en cuanto a este importante debate, pues al menos uno de sus miembros podría plantear que nuestra Constitución de la República es homofóbica cuando determina que: “El matrimonio es la unión voluntariamente concertada de un hombre y una mujer con aptitud legal para ello, a fin de hacer vida en común”.