LA HABANA, Cuba, julio (173.203.82.38) – Mientras esperábamos a que el establecimiento abriera a las siete de la mañana, para comprar yogurt de soya “por la libre”, Gema comentó que estaba preocupada porque se le rompió su lámpara recargable en plena temporada ciclónica, y sabe que nada más sople un vientecito, se acabó el fluido eléctrico. Dice que cuando llevó a arreglar su lámpara con un cuentapropista, este le dijo que debía reponer la batería. Y ella salió a buscarla, pero no la encontró en ninguna tienda.
Dice, además, que tiene un farolito chino de queroseno, pero que ya no se encuentra el keroseno ni en los centros espirituales. Ahora anda buscando velas, y comprobó que son caras y, además, están desaparecidas.
Pero no era Gema la única en la cola que tiene un equipo roto y sin piezas de repuesto. Comentaba José, un anciano que también esperaba con la esperanza de comprar yogurt de soya, que a él se le rompió su televisor LG hace unos meses, lo llevó al taller de reparación de La Víbora, y allí le dijeron que era el tubo de pantalla, pero que no lo tenían ni sabían dónde encontrarlo. El mecánico le recomendó que lo buscara en el mercado negro, que a lo mejor se ponía dichoso y lo encontraba, y en eso lleva casi un año.
Rogelio, otro colero, comentó que él tenía dos batidoras que compró en una tienda de divisas, con las cuchillas rotas. En la época de mangos, para hacer jugo, se puso a inventar y pudo componer una cuchilla empatándole las piezas de la otra, y hasta ahora va resolviendo.
Pero el problema más grave lo tiene Ignacio. Dice que cambió su refrigerador ruso Minsk 16, por uno chino marca Haier. Antes de que se venciera la garantía se le dañó el congelador, y no se cansa de llamar al taller para saber si ya hay piezas para arreglarlo, pero no le dan respuesta. “Que los equipos viejos no tengan piezas de repuesto, está mal. Pero que ocurra lo mismo con las ollas, las hornillitas eléctricas y los refrigeradores chinos, de los que tanto habló el Comandante, es algo que no tiene justificación”.
Mientras continuaban los lamentos sobre los equipos rotos, sin piezas de repuesto, y sin forma de arreglarlos, Lilia, que también esperaba en la cola, dijo algo que nos hizo reír a todos:
-Yo me compré en 2003 un exprimidor de naranjas marca Hamilton Beach, y no se me ha roto, ni se me va a romper, porque no he encontrado naranjas ni toronjas para exprimir.