CIENFUEGOS, Cuba, diciembre, 173.203.82.38 -Una de las premisas sobre las que descansa el sistema jurídico cubano es que todo el mundo es culpable, hasta que demuestre lo contrario.
Aun cuando el apotegma no aparece reflejado en ningún documento oficial, es práctica habitual por parte de los encargados de hacer valer la justicia considerar culpable a cada sospechoso o acusado, hasta que las circunstancias, o las buenas conexiones, o Dios mismo demuestren que están equivocados.
En días recientes, David Cordero Marrero, agricultor y ganadero, natural del poblado de Guaos, perteneciente al municipio de Cumanayagua (al centro de Cuba), fue acusado por el Mayor Santana, Zar en la lucha contra el hurto y sacrificio del ganado en la provincia de Cienfuegos, del delito de “Receptación”.
En beneficio de quienes no conocen la letra y el espíritu de los códigos legales cubanos, debo aclarar que la receptación, no es una tipificación en sí misma, sino un saco gigante en el que nuestros fiscales e instructores policiales colocan lo que sea de su conveniencia. En este caso a David se le acusa de haber comprado ilegalmente un toro de ceba, propiedad de una granja del Estado.
Sin más pruebas que un rumor, el experimentado oficial citó y encarceló al campesino, quien casi pierde la voz intentando superar la sordera del gendarme, que nunca escuchó las tantas veces en que David le repetía que tiene en regla los papeles del Tauro, el cual, por lo demás, es un ternero y no un toro, como se plasmó en el acta policial.
Asimismo, el campesino trató, inútilmente, de explicarle al oficial que si bien su ternero pertenece a la raza cebú, como los del Estado, es por ser fruto, no de la malversación, sino de los lances amorosos de su vaquita pinta, con un semental, que como consecuencia del caos que reina en las granjas del Estado, anduvo suelto un tiempo paseándose a sus anchas por sus tierras.
Pronto descubriría el detenido que todo el caso lo habían edificado sus captores sobre el testimonio, truculentamente arrancado, de un joven ganadero, quien posteriormente aseguró a quien escribe estas líneas que había sido coaccionado por el investigador policial.
Me confesó que primero lo había amenazado, y luego le dio a firmar un documento diciéndole que se trataba del acta de detención, por lo cual cometió el error de firmar sin leerlo. Más tarde se percataría que el contenido de este documento era un falso testimonio donde él aseguraba que le había vendido a David el inexistente toro.
Seis días con seis noches pasaron el presunto acusador y el injustamente acusado purgando su estupor e indignación en un calabozo de tres metros de largo por dos de ancho. Casi sin agua para lavarse, con la hediondez del baño turco, la frialdad de los muros, el alimento mal elaborado… así estuvieron hasta que el sentido común les dictó a los acusadores que debían liberarlos.
Lamentablemente la injusticia aún no termina. Los dos hombres tuvieron que depositar 500 pesos de fianza para que les permitieran salir a la calle. Y ahora esperan por un juicio, aunque los abogados refieren que no hay caso.