LA HABANA, Cuba, febrero (173.203.82.38) – No son al fin las últimas imágenes del naufragio, sino sólo las últimas hasta hoy. Ya que no es diligente para nada, el barco no podría serlo para hundirse. De lo que se trata entonces es de las últimas imágenes relacionadas con su lento y angustioso hundimiento. En este caso, la ola de desempleo que nos inunda.
Norma Lidia Aguilar quedó cesante de su puesto en el departamento económico de una empresa de Comercio y Gastronomía del municipio habanero de La Lisa. Según cuenta, le habían informado en rigor que durante el primer mes en paro cobraría completo lo que fue su salario, y que a partir de entonces, en los tres meses siguientes, iba a cobrar sólo el 60 por ciento.
El primer mes se lo acaban de pagar, según lo prometido. Pero le han comunicado que los otros tres meses quedan apuntados en el hilo: no hay más pagos.
Sin embargo, a Norma Lidia no le contraría demasiado la mala nueva. Más bien se muestra aliviada: “Si para cobrar esos otros tres meses hubiera tenido que pasar por el calvario que pasé este mes –asegura-, prefiero que no me paguen”.
Cuenta ella que aunque reside en el municipio La Lisa, para recibir su única compensación como desempleada ha tenido que viajar hasta una oficina ubicada en la carretera de Managua, o sea, en el otro extremo de la provincia, y sin medios de transporte público.
Cuenta que a pesar de que llegó a esa oficina a las 10 de la mañana de la fecha que le indicaron, no pudo cobrar hasta las 2 de la madrugada del día posterior, pues allí no había dinero, ni estaban creadas las condiciones para el pago.
En una cola insufrible, de unas 16 horas de duración, cientos de desempleados de diferentes empresas y municipios tuvieron que esperar, de pie y a la intemperie, que situaran el dinero y que lo distribuyeran en los sobres correspondientes, a pesar de que la fecha del pago había sido planificada con tiempo.
Quizá a la misma hora en que esos paisanos hacían cola para recibir maltratos y abandono como únicos premios por sus largas trayectorias de trabajo semiesclavo -al servicio de una dictadura que se lo exige todo a cambio de nada-, a esa hora quizá Fidel Castro pujaba una nueva reflexión sobre la revuelta contra el dictador de Egipto, sin que le temblase la mano para escribir: “Apoyamos al pueblo egipcio y su valiente lucha por sus derechos políticos y la justicia social”.
Eso tal vez explique un tanto las causas de la lentitud del naufragio. Es que sólo tiene lugar en tiempo real. Mientras que en la dimensión mental del timonel seguimos navegando viento en popa, y, en la de los tripulantes, navegar y naufragar son hechos comunes que significan lo mismo, pues no conocieron jamás la diferencia.
Nota: Los libros de este autor pueden ser adquiridos en la siguiente dirección: http://www.amazon.com/-/e/B003DYC1R0