LA HABANA, Cuba, enero, 173.203.82.38 -El novelista Leonardo Padura es uno de los pocos autores cubanos radicados en la isla cuyos libros son perseguidos con avidez por los lectores. Lo mismo en las ferias del libro, que en otras presentaciones de textos, lo cierto es que cada nueva aparición de una obra suya genera colas y aglomeración de personas, y rápidamente los estantes y anaqueles quedan vacíos.
¿Cuál es el secreto de tan inusual demanda?. Con independencia de la relativa calidad de su prosa, o de lo atractivos que resultan los temas que aborda, la clave consiste en que Padura nos narra historias cercanas, algo que mucho agradecen los lectores.
Esto contrasta con otra tendencia que, lamentablemente, prevalece hoy en el ambiente literario cubano, y que lleva a muchos escritores a incursionar en experimentos formales en detrimento del contenido de la obra. El resultado: un libro que solo será de interés para especialistas y unos pocos lectores iniciados, y cuyos ejemplares, en gran número, dormirán el sueño eterno en los estantes de las librerías.
Pero se trata de una tendencia que, a no dudarlo, cuenta con el visto bueno de las altas esferas de la cultura oficial.
Hace poco, como parte de una serie de entrevistas que realiza el periódico Tribuna de La Habana sobre el binomio forma-contenido en la obra literaria, el crítico Pedro Pérez Rivero apuntaba que muchos escritores, con tal de ver publicadas prontamente sus obras, escriben sus primeros libros para consumo de élites, y después se resignan a esperar por tiempos más propicios para que aparezcan sus obras más accesibles al lector promedio.
Pero Leonardo Padura, desde su habanero barrio de Mantilla, con la independencia económica que le ha aportado el éxito internacional de sus novelas, es un escritor que puede desarrollar su obra al margen de las modas u orientaciones prevalecientes en los medios literarios.
Aun sin romper radicalmente con la línea de los gobernantes de la isla, sus puntos de vista que aparecen a menudo en publicaciones extranjeras se deslindan con sutileza del discurso oficial.
No hay que olvidar que Padura se ha abierto paso en la literatura a pesar de la resistencia que le han opuesto determinadas instituciones del Estado.
A mediados de 1990 terminó de escribir Pasado perfecto, su primera de las cuatro novelas policiacas que componen la serie denominada “Las Cuatro Estaciones”. La presentó al concurso convocado por el Ministerio del Interior, pero fue rechazada debido a que, según los organizadores del certamen, “la novela no se avenía con las características de la convocatoria”.
Claro, un policía como Mario Conde, el protagonista de las novelas de Padura, que se muestra con sus virtudes y defectos, y que se mueve en las zonas y recuerdos más oscuros de la sociedad -entre ellos la presencia cubana en las guerras de África-, no podía encajar en la versión idílica que el MININT intenta dar de sus agentes.
No obstante, el éxito de Pasado perfecto en México hizo que las editoriales cubanas la publicaran posteriormente. Después verían la luz las otras tres novelas de la tetralogía: Vientos de cuaresma, Máscaras y Paisaje de otoño.
En los últimos tiempos han aparecido La novela de mi vida y El hombre que amaba los perros, las cuales se apartan del género policiaco, pero combinan elementos históricos con el tratamiento de temas actuales, con un sentido crítico.
Por todo lo anterior, los lectores de Padura estamos regocijados por el reciente premio Roger Caillois, que el escritor obtuviera en Francia, y que le abre las puertas para futuras ediciones en ese país. El sufrimiento lo dejamos para aquellos resentidos que, a pesar de permanecer a la sombra del poder político, sueñan en vano con alcanzar un lauro semejante.