LA HABANA, Cuba, marzo, 173.203.82.38 -El diario Granma del lunes 19 publicó un artículo de Atilio Borón de nombre larguísimo y sorprendente: “Marx, más vivo y actual que nunca a 129 años de su muerte”. Al argentino hay que reconocerle el valor de sus convicciones. En estos tiempos en que muchos pensadores de antecedentes marxista se esconden o asumen actitudes de chivo con tontera para no señalarse en la defensa del autor del “Manifiesto comunista”, Borón sale al proscenio y emplea un enunciado provocador como el título recién citado.
Por curiosa coincidencia, esos defensores a ultranza suelen encontrarse entre quienes, por vivir en países libres del contagio, no han sufrido en carne propia los experimentos de ingeniería social preconizados por el prominente hijo de Tréveris. Los intelectuales de países que son, fueron o se supone que sean marxistas —como la misma Cuba— muestras actitudes mucho más comedidas.
Hay que reconocer que estas últimas posturas son más coherentes. Como Carlos Marx afirmaba que la práctica es el criterio de la verdad, el espectáculo penoso de países sumidos en el estancamiento o la involución tras aplicar sus recetas durante decenios, no constituye la mejor recomendación para alentar a otros a repetir el experimento ni para mover a personas de pensamiento a defender las teorías que les sirvieron como guías.
Esos intelectuales de los países del “socialismo real” han comprobado en su vida diaria, durante decenios, las mentiras grandes y pequeñas que se esconden tras lo enunciado por Marx hace más de un siglo y cuarto. A quienes hacen sus observaciones desde el Mundo Libre, se les dificulta ser objetivos; es allí donde mejor se sostiene el mito, pese a que hay verdades que deberían hacerles abrir los ojos.
Marx auguraba la pauperización de la clase obrera en los países del capital; los testarudos hechos demuestran que —por el contrario— sólo en aquellos en los que se ha desarrollado de modo consecuente ese modo de producción, las mayorías han podido escapar del hambre, la miseria y la desesperación que las acompañaron desde el comienzo de la historia.
Ese mismo iluminado les prometía prosperidad, hartazgo y alegría a quienes aplicasen sus recetas, mas, en la era contemporánea, los países que han sufrido hambrunas de proporciones bíblicas y han alcanzado mayores cotas de infelicidad fueron justamente los que las pusieron en práctica. Ahí están, para demostrarlo, los millones de muertos por hambre y otras catástrofes humanas en la antigua URSS, China, Camboya, Etiopía, Norcorea.
El autor de El Capital prometió un desarrollo impetuoso de las ciencias, pero los regímenes marxistas se han caracterizado por el menosprecio de los aportes más novedosos del intelecto humano en campos tan disímiles como la genética, la lingüística, la cibernética, la cohetería. Los reformadores sufrieron cárcel y persecución, y fueron acusados de reaccionarios y oscurantistas, al tiempo que charlatanes como Trofim Lysenko eran endiosados.
Mientras el mundo se preocupaba por los derechos humanos, el profeta rojo jamás se interesó en esa problemática, y sus discípulos se cuentan entre sus máximos violadores. Baste mencionar algunos nombres como los de Lenin, Stalin, Beria, Mao, los Kim, Pol Pot, Mengistu Haile Marian, los hermanos Castro.
¡Y después de toda esa sarta interminable de mentiras, fracasos, atropellos y crímenes, tras el desmoronamiento del “campo socialista”, hay que soportar todavía que venga Atilio Borón a decirnos con toda tranquilidad que el ideador de esa monstruosidad está hoy “más vivo que nunca”! A los cubanos no nos basta con haber tenido que sufrir durante medio siglo un régimen desastroso, ¡ahora tenemos que aguantar también que alguien, desde una cómoda cátedra bonaerense, trate de convencernos de las bondades de las teorías que dieron inicio al horror!
El inefable rioplatense resalta en su artículo el acierto de Marx al señalar el carácter central de la economía en toda la vida social. En esto sí coincido con Borón; se trata de un aporte atendible al pensamiento humano, pero que no oculta los muchos despistes monumentales del personaje ¿No dijo alguien que hasta un reloj roto da la hora exacta dos veces al día!