LA HABANA, Cuba, abril, 173.203.82.38 -Los correctivos que se aplican en Cuba para frenar las corrución son como pellizcos en la piel de un cocodrilo. Al igual que pasaría con la dura piel del reptil, el fenómeno no se da por enterado de las medidas administrativas y penales que buscan retomar la senda del control de los recursos materiales y la recuperación de importantes valores éticos y morales.
Un ejemplo de la ineficacia de la estrategia adoptada por el partido y la policía para ponerle fin al problema, es el caso de la venta de bolsas de nylon por vendedores furtivos, en las afueras de los agromercados y centros comerciales.
Cuando se compra en uno de estos lugares, lograr que el dependiente eche la mercancía en una jaba (bolsa) es practicamente imposible. Tanto, que ya es normal ver a los cubanos llevar una flauta de pan bajo las axilas, o haciendo malabares para transportar una mercancía congelada entre las manos.
Sin embargo, siempre en los alrededores pululan los ancianos y mujeres jóvenes, que venden las bolsas de nylon a un peso, en moneda nacional, o 5 centavos de dólar. El negocio, aunque entraña sus riesgos, reporta buenos dividendos en un país donde el salario promedio no llega a un dólar diario.
Tras comprarle las jabas de nylon a algún gerente o empleado de una Tienda Recaudadora de Divisa (TRD), donde se supone que estén para empacar gratuitamente la mercancia a los clientes, el vendedor furtivo las vende en la calle al doble de lo que pagó al empleado corrupto. El lucrativo negocio puede rendir a todos los involucrados ganacias muy superiores a cualquier salario oficial.
Para muchos habaneros este es el único modo de ganarse el sustento, y no tienen intenciones de abandonarlo mientras les sea posible continuar en el negocio. Para neutralizar a policías e inspectores siempre está el soborno, que, en el caso de las mujeres, puede hasta tomar la forma de oferta sexual gratuita.
El robo de bolsas de nylon es solo un ejemplo. Ningún centro de producción o servicios escapa al flagelo de la corrupción y toda la red de artimañas inventadas para que los recursos del estado se desvien hacia el mercado negro.
El robo en el pesaje, la alteración de precios, la venta de productos vencidos y el acaparamiento para la reventa son algunas de las muchas formas que adquiere la corrupción generalizada, que involucra a gran parte de los cubanos, que actúan en complicidad.
Hay ya clientes fijos que compran por la trastienda las mercancías a los empleados de las tiendas, antes de que lleguen a las vitrinas, para revenderlas en la calle.
Por mucho que trate el régimen de combatir este complejo engranaje de corrupción, no le será fácil romper con algo que tiene su raíz en las condiciones socioeconómicas creadas por una absurda ideología divorciada de la realidad.
El centralismo en todos los aspectos de la vida nacional ha propiciado la anarquía, el desorden y la corrupción que hoy reinan en el país.
El gobierno pretende ahora domesticar, con consignas y maquillaje, al Frankenstein que creó la genética marxista-leninista. Hacen falta rectificaciones urgentes y profundas, que el gobierno no se decide a acometer.