LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org -La capital cubana es un desierto a las 9 de la noche. Como quiera que se la mire, no hay vida, y esto actúa en la gente como un gran apagón mental. Los habaneros duermen y sueñan no precisamente con los angelitos. El amanecer implica un despertar lleno de baches y obstáculos. No hay sosiego ni para los que madrugan, por más que rece el dicho: Dios ayuda a quien madruga. Aquí ese Dios no existe.
Cuando sales de la casa a las 5 de la madrugada, crees que nadie te observa. Supuestamente, casi nadie tiene motivos para estar levantado a esa hora. Sin embargo, nada más salir, te percatas de que hay agentes disfrazados como barrenderos, parqueadores, mendigos. También se pueden ver autos raros, dando vueltas en círculos por determinadas cuadras. Las patrullas rondan por calles y avenidas sin que se sepa bien qué buscan o a quién vigilan.
A esa hora de la madrugada podrás observar a un sector de la delincuencia barriotera. Verás a los tránsfugas de las 4 am, que se dedican a robar ropa en las tendederas o a mirar huecos. Es la hora de encontrarse a pervertidos, indigentes, travestis o piquetes de jóvenes borrachos que vienen de vuelta de fiestas.
Llama la atención que a esa hora de la madrugada no se encuentran los servicios básicos. No hay nada abierto. Por ejemplo, a las gasolineras hay que ir antes de las 12 de la medianoche, puesto que nadie te despacha gasolina en las madrugadas. Es la gran vagancia (o abulia) que ha sido institucionalizada. Para recuperar los servicios básicos durante 24 horas, tal vez tengan que acordar un nuevo lineamiento en la próxima reunión del partido comunista.
Tampoco las cafeterías estatales funciona a esas tempranas horas, ni restaurantes, panaderías, baños públicos… Sin embargo, algunas cafeterías particulares no cierran o abren en las primeras horas.
Hacia el final de la madrugada comienzan a circular las primeras guaguas del transporte público. Entonces ya las paradas están repletas de gente en espera de algo que les conduzca al trabajo. Salvan un poco la situación los transportistas privados, con sus camiones adaptados que parecen pequeñas guaguas. Esos no duermen y recogen pasajeros a cualquier hora de la madrugada.
El amanecer en La Habana es la ocasión idónea para observar una ciudad fantasma habitada por zombis paranoicos, envueltos en un manto de miedo y desorientados ante el próximo día.