De pronto parece haber movimiento, o por lo menos el comienzo de una conversación, sobre la política hacia Cuba de parte de la Unión Europea y de los norteamericanos interesados en el bienestar del pueblo cubano.Es un suceso saludable. Ninguna política debe declararse sacrosanta ni exenta de una revisión periódica, sobre todo las creadas durante el apogeo de la Guerra Fría.
Solo falta algo en este cuadro: el gobierno cubano.
La línea dura del gobierno hacia los derechos humanos representa un obstáculo para el deshielo de las relaciones que no se puede ignorar. Además, no solo no hay señales de que el régimen de Castro esté interesado en cualquier tipo de diálogo o negociación sobre su política despótica, sino más bien lo contrario.
La última evidencia de la perfidia del régimen pone al gobierno de Castro en el medio de una cadena internacional de suministro de armas a Corea del Norte, violando sanciones explícitas de la ONU.
Y solo unos días antes de que encuestadoras en este país divulgaran los resultados que indican que la mayoría, incluidas personas de ascendencia cubana, están a favor de normalizar las relaciones entre los dos países, la policía irrumpió en la casa del disidente Jorge Luis García Pérez, conocido como Antúnez. Lo tuvieron detenido por varias horas, al igual que su esposa, después que exigió su libertad, antes de soltarlos. Su casa fue vandalizada y saqueada.
Este es un procedimiento operativo habitual del aparato de seguridad de Castro. Tanto en el país como en el extranjero, el gobierno de Cuba se pone de parte de los opresores, como siempre lo ha hecho.
Los opositores al embargo comercial norteamericano a Cuba, impuesto en 1960 por el gobierno de Eisenhower, alegan que el hecho de que no se haya logrado un cambio en la conducta de Cuba en todas estas décadas es una prueba de que el embargo no funciona.
Pero los países de Europa Occidental y otros que han tenido una política más flexible y amistosa hacia Cuba tampoco han logrado cambios. El problema principal es que el gobierno de Castro no puede sobrevivir sin recurrir a las tácticas del Estado policial para mantener el control y se niega a arriesgar cualquier flexibilización, independientemente de las zanahorias y los garrotes extendidos por otros países.
¿Por qué, entonces, este debe ser el momento en que cualquier país que quiera ayudar al pueblo cubano suavice la política hacia ese gobierno?
La Unión Europea ha iniciado una revisión de su “posición común” hacia Cuba, pero varios líderes europeos dicen que cualquier progreso en las relaciones estará condicionado al mejoramiento de los derechos humanos en Cuba. Esa debe ser la consideración principal. Para ser justos, el proceso debe contemplar las opiniones de los disidentes, reunirse con miembros independientes de la sociedad civil y mantener la política actual hasta que todos los problemas se hayan resuelto.
Para Estados Unidos, la liberación del norteamericano Alan Gross, que cumple una sentencia de 15 años en una prisión cubana por una violación aduanal, debe ser un requisito para considerar cualquier cambio en la política.
Desde hace años las actitudes hacia Cuba han estado cambiando en este país, particularmente entre los cubanoamericanos más jóvenes. Pero el penoso historial de derechos humanos en Cuba debe ser la consideración primordial en cualquier diálogo nacional sobre la política norteamericana.
Los pasos unilaterales de Estados Unidos deben tener en cuenta el alivio que puedan dar a los cubanos ante los abusos diarios que siguen sufriendo bajo el régimen sin cambios de los hermanos Castro.
- Publicado en El Nuevo Herald