MIAMI, Estados Unidos.- Las noticias de los últimos días han sido implacables con la estrategia de normalización del presidente Barack Obama con Cuba. La información sobre el misil norteamericano “extraviado” en la isla es particularmente útil a la hora de explicar el defecto fundamental de esta política conciliadora. Según se ha filtrado –porque sobre esto sigue muda la Casa Blanca– el paradero del misil se conoce desde el verano del 2014, cuando estaban en pleno apogeo las negociaciones secretas entre Obama y Castro.
Si la Casa Blanca realmente negociaba para proteger los mejores intereses de EEUU, ¿por qué no pararon la negociación hasta que los cubanos devolvieran el misil? Si los cubanos han negociado de buena fe, ¿por qué aún no han devuelto el misil? Que el cohete siga en manos cubanas 18 meses después demuestra, sin lugar a dudas, que para Obama siempre fue más importante anotarse para su legado histórico un acuerdo con los cubanos, que la naturaleza misma del acuerdo.
Si no lo sabían antes, el episodio del misil posiblemente haya servido para que los castristas –que no llevan 57 años en el poder por tontos– se convencieran de que en esta negociación eran ellos quienes tenían la sartén por el mango, y no el poderoso imperio. Frente a un Obama ansioso de lograr un acuerdo a toda costa, quedaba claro que no había nada que hicieran o pidieran los castristas, que pudiera descarrilar la negociación. Eso explica la evolución de los acontecimientos desde entonces. Los castristas han recibido concesión tras concesión sin dar nada a cambio, más allá de soltar a un rehén enfermo y dejar ondear una vez más la bandera yanqui en el Malecón.
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