QUITO, Ecuador -La compleja situación política actual de Cuba resulta preocupante, aunque a la vez alentadora. La crisis económica que azota al país y que mantiene a millones de cubanos en las peores condiciones de pobreza, tal vez sea el elemento favorecedor, aunque resulte paradójico, para el renacer de un espíritu de rebeldía, necesario para lograr los urgentes cambios que todos esperamos desde hace décadas. Ya lo he expresado antes, los cambios no tendrán lugar a partir de reformas de los gobernantes y de mediadores internacionales. Solo un verdadero movimiento de carácter popular pondrá fin a la dictadura, y ese fin se aproxima cada vez más, aunque no seamos del todo conscientes, dado el condicionamiento mental que se ha adquirido, como consecuencia del daño, en el orden emocional y psicológico, que se nos ha hecho durante más de medio siglo.
El restablecimiento de relaciones diplomáticas entre los gobiernos de los Estados Unidos y Cuba, que a través de los años, ha sido un símbolo de rivalidad, además de las sendas rondas de negociaciones por parte de ambos países, ocupan el orden del día en la isla. Los esperados cambios que beneficiarían al pueblo cubano, así como, una posible apertura con vías hacia una futura democracia, siguen siendo una utopía. Por el contrario, es patente un recrudecimiento de la represión, demostrada a través de las múltiples detenciones de opositores de la dictadura en diferentes puntos de la isla. Por otro lado, la posible realización de maniobras militares rusas en suelo cubano, el descubrimiento de más de 100 toneladas de material bélico cubano en un buque chino detenido en Colombia y el apoyo incondicional al desacreditado gobierno venezolano, constituyen aspectos que impedirán la retirada de Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, una de las tantas condiciones que pide el gobierno cubano, a cambio de nada, en sus intentos de manipular las futuras relaciones. Si a esta compleja y difícil situación, se añade el caos en el orden económico y la peor situación de carácter moral y ética por la que atraviesa el país, comprenderemos que no estamos lejos de un verdadero ocaso, aunque la imagen que se sigue intentando ofrecer a las multitudes de cubanos sea la de triunfos y logros, en los que ya nadie cree. Las victorias morales, las batallas de ideas, los robos de cerebros y cualquier otra desatinada idea, resultan risibles en nuestros días.
Aun los que durante décadas fueron fieles al “ideal de la revolución”, hoy se sienten decepcionados y convencidos del engaño al que fueron sometidos. La renuncia, con la simbólica entrega del carnet rojo, al partido comunista de Cuba se ha convertido en algo común en estos convulsos y contradictorios tiempos. Las gestiones a nivel de embajadas, notarías, ministerios, etc. de cientos de cubanos tratando de obtener otra ciudadanía, o de restablecer lazos perdidos y olvidados con parientes del exterior, con la finalidad de salir del país, sea de forma eventual o permanente y así poder evadirse del sistema, son cada vez mayores. Ya los tiempos de la resignación pasaron, nadie cree en sus dirigentes, el llamado bloqueo ya es visto como instrumento de justificación de la ineficacia del sistema socialista.
En medio de este caos se vislumbra una actitud diferente a la que se tenía años atrás. La incorporación de centenares de cubanos de todos los puntos del país a los diversos movimientos opositores resulta significativa. La UNPACU y otras organizaciones similares, están realizando una labor encomiable y se han convertido en fuentes de inspiración para muchos cubanos que diariamente se unen a su membresía. Como ya sabéis, la nueva UNPACU (Unión Patriótica de Cuba) es el movimiento que ha logrado una mayor organización en la isla. Su carácter eminentemente popular es uno de los rasgos que le están garantizando su éxito. Sus principales líderes tienen una trayectoria destacada dentro de la oposición a través de los años. Su sentido dinámico y su amplio poder de convocatoria la hacen en nuestros días el paradigma de la oposición al régimen. Su finalidad se centraliza en la lucha por lograr la democratización de la Cuba oprimida por el sistema comunista. En su Manifiesto se hace un análisis crítico de la situación actual del país, inteligentemente se parte de la idea de una “Cuba para los cubanos” y se insiste en la abolición de cualquier tipo de discriminación, así como una valoración fundamentada de la actual situación económica, similar o peor, a la que criticó Fidel Castro en su alegato “La historia me absolverá”.
Los cambios democráticos, por los que los miembros de la UNPACU están dispuestos a luchar, no puede dejarse solo a los miembros de dicha organización. Para que se produzcan cambios reales hay que acudir a la participación masiva de la población cubana, y esta población, aunque no esté nominalmente en su totalidad unida a la organización, si puede contribuir al proceso de democratización y de cambios radicales inminentes que han de tener lugar. Ya expresé en un artículo anterior que la idea de la no cooperación con el régimen era una posible vía para contribuir a su total ocaso, lo que significa, adquirir sentido de la responsabilidad como hombres aspirantes a la libertad.
Estamos superando esa condición de servilismo – a la que he hice referencia en artículo anterior– para aproximarnos, tal vez con lentitud, pero con firmeza, a la futura liberación. La respuesta masiva en ciertos sitios de la isla, sobre todo de la región oriental, la incorporación cada vez mayor de opositores en todas partes, incluida la Isla de Pinos, es una muestra del despertar de la conciencia popular y del poder de convocatoria de la UNPACU, que pretende llevar a los cubanos en masa hacia la acción no-violenta. La no cooperación con el régimen es la clave para la futura liberación y la vía más justa, por cuanto, no conduce a la violencia. La violencia hemos de dejarla al adversario que viola los principios elementales del hombre y se desacredita cada vez más ante el mundo.