FORT PIERCE, Estados Unidos.- José Martí, el más trascendental de los cubanos, nació un día como hoy 28 de enero de 1853. La brevedad de su paso terrenal no impidió que lograra su inmortalidad no solo en su sentido espiritual, en cuyos parajes debe gozar de estados de beatitud como recompensa por sus acciones ejemplares, sino por su trascendencia más allá del tiempo y de las fronteras espaciales.
Los cubanos de verdad le recordamos siempre, y a manera de talismán sagrado acudimos cíclicamente a su mensaje cuando se apodera de nosotros la desesperanza, la inseguridad y el desaliento; pero en días como hoy lo evocamos sobremanera pues su onomástico encierra un significado real y a la vez simbólico.
Real, por cuanto, este día conmemoramos su llegada al mundo. Simbólico porque su advenimiento a la existencia representa el inicio de una etapa definitoria de nuestra nación. Téngase presente que en la historia de Cuba podemos concretar una serie de hechos que marcan nuestro sentido de la nacionalidad e identidad, cuyo referente es un antes y un después de José Martí.
No obstante, tal vez no somos conscientes de su excelsitud. Lamentablemente las generaciones actuales tan marcadas por el paradigma del hombre nuevo – de lo que no son culpables, por tratarse de una imposición y de una labor mantenida durante décadas por la dictadura comunista- lejos de mostrar una verdadera pasión por su enseñanza, la rechazan al asociarla a la política y a la historia del país a partir de la segunda mitad del pasado siglo hasta el presente.
Solo penetrando profundamente a través del estudio de su obra podremos llegar a la esencia de su pensamiento, muy distante de las doctrinas socialistas impulsadas a partir de 1961 por el dictador Fidel Castro, con la declaración del carácter socialista de la revolución cubana, y continuadas hasta el presente.
Pero al régimen no le conviene que las jóvenes generaciones se interesen por su enseñanza, y lejos de incentivar el estudio de forma libre, han preferido organizar todo una maquinaria burocrática para adoctrinarlos y mostrarles a conveniencia al Martí político – que no podemos desprenderlo jamás del hombre de gran espiritualidad, del filósofo profundo, del exaltado poeta y del ensayista ejemplar-, cuya imagen modificada han pretendido utilizar como símbolo de la nación cubana.
Para esto se han apoyado de sus hipótesis acerca del pensamiento antimperialista del Apóstol, lo que aún hemos de reinterpretar en su real dimensión de acuerdo al contexto histórico en el que vivió gran parte de su vida en los Estados Unidos, y no a través de frases entresacadas, como la controversial: “viví en el monstruo y conozco sus entrañas”, por solo citar la más difundida, interpretadas según los cánones del obsoleto comunismo cubano.
Para esto establecieron movimientos juveniles, talleres, círculos y cátedras martianas por doquier, las que son orientadas y supervisadas por las autoridades del régimen dictatorial. Desde la apariencia se intenta mostrar un funcionamiento de todo este engranaje teatral montado, pero en el orden práctico todo es una falsedad con lo que solo se logra vulgarizar su enseñanza.
Pero esto no les pareció suficiente y determinaron crear una sociedad cultural con el nombre del hombre de Dos Ríos, la Sociedad Cultural José Martí, un instrumento político dirigido por la alta jerarquía comunista de Cuba, los que utilizando la figura del doctor Armando Hart, ya muy anciano en el momento de la creación de dicha sociedad, se las agenciaron para tener otra forma de desvirtuar el pensamiento del extraordinario cubano que se inmolara por nuestra nación.
El pasado año, luego de una “consulta” a los miembros del Comité Nacional de dicha sociedad, en cumplimiento a lo establecido en los estatutos de esa organización, y a propuesta de su presidente el Dr. Armando Hart Dávalos, fue electo y designado vicepresidente René González Sehwerert, considerado en Cuba un héroe, pero acusado en territorio norteamericano de espía y agente extranjero no declarado, por lo que cumplió prisión en las cárceles de alta seguridad de Pensilvania y Carolina del Sur.
Con estos directivos, además de otros líderes comunistas como: Eusebio Leal, Abel Prieto, Roberto Fernández Retamar, Carlos Martí y Enrique Ubieta, entre otros, está de más detenernos en analizar el carácter y los propósitos de esta institución que ha estado utilizando el nombre de nuestro Apóstol durante sus veintiún años de existencia, – fundada el 20 de octubre de 1995 – y aunque se insiste en su autonomía, su carácter “no gubernamental” y su misión divulgadora del pensamiento martiano, también han establecido como prioridad “defender el derecho a la palabra, la crítica, la participación y el debate franco y constructivo dentro y con la Revolución”.
Son estas autoridades intelectuales de Cuba los que han estado ocultando al hombre que habló de la inmortalidad del alma, de la existencia de vida inteligente en otros mundos y de la infinitud del universo; que defendió la teoría oriental de la reencarnación, que esbozó el camino de las síntesis en la unidad armónica de un concepto unitario de vida; y que también criticó enérgicamente al socialismo defendido por el régimen cubano, que de manera paradójica lo declaró su héroe nacional intentando sepultar su sobrenombre de Apóstol, lo que le aproxima más a la idea de lo místico y lo religioso, y no precisamente a lo político.
Pero estos manipuladores de su pensamiento; aunque omiten gran parte de su mensaje, no han podido esconder los brillantes conceptos en torno a un socialismo que ellos han proclamado hasta el cansancio y que Martí criticó en su análisis sobre uno de los ensayos de Herbert Spencer cuando expresó: “De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquel que trabaja para otro que tiene dominio sobre él; y en ese sistema socialista dominaría la comunidad al hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo”.
Como tampoco pueden borrar de su extensa obra sus verdaderas concepciones acerca de la libertad y la democracia que con precisión expusiera al afirmar: “Un pueblo no es una masa de criaturas miserables y regidas: no tiene el derecho de ser respetado hasta que no tenga la conciencia de ser regente: edúquense en los hombres los conceptos de independencia y propia dignidad: es el organismo humano compendio del organismo nacional. Así no habrá luego menester estímulo para la defensa de la dignidad y de la independencia de la patria”.
En este crucial momento por el que pasa una nación cada vez más reprimida, acudir a su sabia palabra nos hará comprender y asumir nuestro rol en el rescate de nuestros derechos ciudadanos y libertades mínimas. Tal vez el genial hombre de Dos Ríos tuvo la visión futura para poder vislumbrar desde su tiempo las actuales circunstancias de la patria que tanto amó y por la que luchó con todas sus fuerzas:
“Al realizarse en la vida, las fórmulas se desenvuelven en aplicación, la concurrencia de derechos crea derechos especiales: los sistemas políticos en que domina la fuerza crean derechos que carecen totalmente de justicia, y el ser vivo humano que tiende fatal y constantemente a la independencia y al concepto de lo justo, forma en sus evoluciones rebeldes hacia su libertad oprimida y esencial, un conjunto de derechos de reconquista”.
En momentos como estos se impone no dejarnos influenciar por la histeria masiva de las múltiples marchas a las que ha convocado la Unión de Jóvenes Comunistas, y que de manera obligada han de asistir todos los estudiantes cubanos gritando consignas que nada tienen que ver con el elevado mensaje del verdadero maestro.
Acudir a su enseñanza y descubrirle en su real dimensión es nuestro deber, Hagámoslo de manera libre, sin ataduras, sin ideas preestablecidas, dejando a un lado esa maléfica influencia causada por la manipulación comunista, que olvidando a un hombre quasi santo, a un extraordinario, profundo y polifacético pensador, a un humanista sin par, intentan mostrar a medias y de manera tergiversada solo su labor política.