MIAMI, Florida, febrero -Las protestas que conmocionan a Venezuela desde mediados de febrero han provocado episodios preocupantes de muerte y violencia. Imágenes represivas de las fuerzas del orden y de grupos paramilitares chavistas contrastan con la acción cívica de estudiantes que marchan portando pancartas de reclamos sociales, políticos y económicos. Los actos se propiciaron con el cierre de casi la totalidad de la prensa escrita el pasado 10 de febrero ante la imposibilidad de adquirir papel por parte de esos medios. Casualmente todos críticos con el gobierno o de perfil abierto en sus informaciones. En Táchira la chispa fue provocada por la violación de una joven.
El llamado de la oposición, en particular por María Corina Machado y Leopoldo López, en apoyo a la protesta pública en las calles venezolanas fue encausado de manera inmediata por Maduro como la puesta en marcha de un golpe desestabilizador para derrocar su gobierno. Las acusaciones pasaron las fronteras del país alcanzando a la vecina Colombia, Estados Unidos y Panamá.
Las consecuencias de esta nueva espiral en la confrontación en la dividida sociedad venezolana son impredecibles por el momento. Más allá de la cuota que pueda cobrar en vidas, el cauce de este río arrollador puede conducir a dos vertientes. La primera al final de la estancia de Nicolás Maduro en el poder y con él la supervivencia del llamado socialismo del Siglo XXI. La segunda posibilidad al enrumbe hacia la radicalización del proyecto chavista terminando con aquellas parcelas democráticas que todavía existen en el estado actual.
La manipulación se hace evidente. Desde Miraflores mediante los dispositivos que con tiempo se han ido implementando para cuando la situación fuera propicia. El control de la información ha sido el paso fundamental. Las formas y el lenguaje se hacen muy familiar para los que han vivido esta historia en otros sitios y momentos. Queda claro con la declaración de la defensora del Pueblo de Venezuela, Gabriela Ramírez al decir que no existen evidencias de torturas cuando “no se tienen denuncias de estas”. Una declaración que merecería ser destacada con signos de admiración.
¿Acaso es fácil denunciar violaciones cuando los militares disparan sin consideración apoyados por motociclistas anónimos que actúan en total impunidad? Y para echar por tierra cualquier señalamiento hacia un uniformado golpeando con la culata de su fusil la espalda de un adolescente y después asestándole una brutal patada en el rostro, dicen que son cuadros tomados de otros escenarios. Siria, Grecia, Egipto, Chile y hasta España argumentan. Pero omiten Brasil. Un detalle y una duda: el calificativo de fascistas que ahora se aplica contra los manifestantes venezolanos, ¿acaso sería adecuado usar el término en el caso de los estudiantes y agentes sociales que protagonizaron las violentas manifestaciones en fechas recientes contra las políticas del gobierno que preside Dilma Rousseff?
El peligro real de descabezamiento opositor ya comenzó con la detención y posible enjuiciamiento de López. Ahora anuncian la de otros, María Corina entre ellos. ¿Qué vendría a continuación? El aniquilamiento de los opositores más combativos. Estos serían en primer lugar los estudiantes. La represión y la desprotección ante las leyes o la inmunidad para los adeptos al sistema, conforman herramientas eficaces para modificar el curso de los acontecimientos. El exilio quedaría como vía expedita para muchos de ellos.
En el caso venezolano queda mucho para comentar. Tomando el ejemplo brasileño, donde la respuesta represiva resultó igual de brutal provocando centenares de heridos, no existen garantías de que las simples protestas logren modificar la gestión del gobierno que resiste el embate social. El tiempo es poco. El espacio en que se deben decir las cosas también. Se destaca que su explosiva irrupción coincide con el clímax del conflicto social en Ucrania, donde Europa y Estados Unidos mantienen atentas sus miradas. Concordancia oportuna que evita a Caracas convertirse en único foco de atención.
Subrayar si sirve de algo la posición de aquellos que apoyan incondicionalmente la represión si esta se produce contra el estudiantado de una nación donde gobierna un sistema afín. Es el caso de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba o la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad. Valga aclarar que esa organización es la autora de una carta atribuida a Silvio Rodríguez por algunos medios en Miami. La firma de apoyo del trovador cubano a la declaración aparece precedida por ochenta firmas encabezadas por el dramaturgo y ensayista vasco Alfonso Sastre. Le siguen Atilio Borón, Sociólogo Profesor de la UNAM, el cineasta brasileño Orlando Senna y los conocidos teólogos Leonardo Boff y Frai Betto entre otros intelectuales de la izquierda internacional. Una larga lista de una declaración donde se reconoce que las manifestaciones estudiantiles, chavistas y opositoras, eran pacíficas antes de evolucionar a lo que ellos llaman violencia fascista.
Finalmente destacar la imagen en la que Leopoldo López anuncia su entrega a las autoridades a la sombra de la estatua martiana, alma democrática de América. El símbolo de una lucha que no necesariamente tiene que concluir en nuevo triunfo para los que desean el poder totalitario bajo cualquier pretexto y que es un peligro inminente en la denunciada intentona golpista en la que Maduro busca reeditar el episodio similar que dio a Chávez la posibilidad de impulsar sus fueros bolivarianos.