LA HABANA, Cuba.- Entre los años 37 y 41 d.C. gobernó en Roma uno de los hombres más crueles de que se tenga memoria. Cayo Julio César Augusto Germánico, conocido como Calígula debido al tipo de sandalias (caligas) que solía usar de niño, se convirtió en el tercer emperador romano al cabo de una infancia marcada por el asesinato o exilio de sus seres queridos, y una juventud contaminada por la legendaria brutalidad del emperador Tiberio.
Hijo adoptivo de este, fue obligado a convivir bajo su estilo de vida depravado. Tantas son las historias sobre los excesos de Calígula, su temprana locura y talento natural para el sadismo, que a menudo parece un mito; pero lo cierto es que el vástago del glorioso general Germánico fue un hombre a la altura de su reputación: paranoico, desalmado, megalómano y profundamente inseguro.
Su reinado inició con una época de prosperidad que predispuso favorablemente al pueblo de Roma. Sin embargo, tras una grave enfermedad, su forma de gobernar cambió drásticamente y la bonanza comenzó a declinar cuando el inestable emperador implementó reformas que acabaron vaciando el tesoro y hundiéndolo en deudas.
Calígula tuvo cuatro esposas y una sola hija. Varios historiadores afirmaron que sus últimos años de vida estuvieron marcados por el empeoramiento de su demencia y acusaciones de incesto. Obligó a varios de sus familiares a suicidarse y mandó a matar a todo aquel que le inspirara la menor desconfianza.
Varias fuentes alegan que mantuvo relaciones con sus hermanas e incluso las obligó a prostituirse. Amaba especialmente a su hermana Drusila, a quien nombró heredera y diosa tras haberse declarado a sí mismo divino, y otorgado un cargo público a su caballo.
Su carácter violento y descontrolado, sus esfuerzos por anular al Senado, la crisis económica en que sumió a Roma y las incontables atrocidades que cometió, le ganaron el repudio de los políticos y el pueblo por igual. Fue el primer emperador asesinado por su Guardia Pretoriana, en un complot donde también perdieron la vida su última esposa y su hija.
La controvertida personalidad del emperador fue llevada al cine por el director italiano Tinto Brass en el largometraje Calígula (1979), que combina el drama histórico con elementos de la comedia negra y un erotismo que deriva hacia lo pornográfico. El rol protagónico fue magistralmente asumido por el actor británico Malcolm McDowell.