LA HABANA, Cuba.- En la intersección de las calles Reina y Lealtad, municipio de Centro Habana, se levanta la majestuosa casa que perteneció al empresario catalán José Crusellas Faura, dueño de la famosa empresa “Crusellas Hermanos y Compañía”, heredada de sus tíos Juan y José Crusellas, inmigrantes catalanes que habían fundado el negocio en 1863.
La Casa Crusellas evidencia rasgos del estilo Art Nouveau, aunque mezclado con otros elementos arquitectónicos que le confieren un carácter más bien ecléctico. A cargo de su construcción estuvo el arquitecto Alberto de Castro Bermúdez.
Al morir José Crusellas en 1911, la empresa quedó en manos de su hermano Ramón, quien creó una nueva sociedad junto a su hijo y su yerno, quienes se hicieron cargo de la gerencia con un éxito considerable. A partir de 1925 “Crusellas y Compañía” se asoció con la Colgate-Palmolive para fabricar los prestigiosos y muy demandados productos de la firma estadounidense.
El negocio continuó creciendo y se posicionó como uno de los más prósperos de Cuba, al punto de que en la década de 1950 terminó desplazando a su principal rival: la empresa Sabatés, cuyos artículos habían gozado de altísima demanda pocos años antes.
Además del jabón “Candado”, su producto insignia, Crusellas elaboró una amplia gama de productos de aseo personal: jabones de tocador, talcos, colonias, desodorantes, champús, polvos y purpurina.
Con la llegada de Fidel Castro al poder, todas las propiedades de “Crusellas y Compañía” fueron confiscadas. Sus antiguos dueños optaron por el exilio y, desde entonces, la hermosa mansión sirvió a los descabellados propósitos del gobierno revolucionario, como sede de nuevas e improductivas empresas socialistas.
Aunque la construcción en general ha resistido bastante bien al paso de los años, los atractivos elementos de la fachada que lo emparentan con el art nouveau (motivos vegetales y líneas onduladas en columnas, rejas y puertas) apenas se hacen notar entre la mugre, el óxido y, sobre todo, el entorno. La Casa Crusellas es una de las joyas arquitectónicas que flanquea, silenciosa, a la calle Reina, donde no pocos inmuebles de gran belleza aguardan su hora definitiva, lejos del interés de los transeúntes.