MIAMI, Estados Unidos. – La historia de Cleva Solís, poeta y pintora cubana, refleja la suerte de muchas artistas en la Isla: aunque perteneció al Grupo Signos liderado por Samuel Feijóo y la muy conocida generación de Orígenes, Solís ha sido ignorada por décadas en la cultura cubana.
Según el historiador del arte Erick González León, “su obra ha sido objeto de un desconocimiento prácticamente absoluto” a pesar de la autenticidad, la hondura reflexiva y la belleza de su trabajo.
Nacida en Cienfuegos, en 1918, Solís llevó a cabo estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana y de Publicidad en la Universidad Masónica José Martí, además de adquirir conocimientos de Biblioteconomía. Su legado literario se desarrolló fundamentalmente en la órbita origenista y dejó un impacto en sus cuatro libros de poesía: Vigilia (1956), Las mágicas distancias (1961), A nadie espera el tiempo (1961) y Los sabios días (1984).
Como refiere Fina García Marruz, quien fue su colega y amiga entrañable, Solís era la “la otra poetisa de Orígenes”.
Pero la poesía no era el único arte que dominaba Solís. Su habilidad como pintora la llevó a trabajar en cercanía con el Grupo Signos, dirigido por Samuel Feijóo. Sin embargo, el reconocimiento de su talento y la apreciación de su obra han sido lamentablemente escasos. Se ha llegado a minimizar su legado, subestimando su producción y suponiendo que su obra no tenía importancia dentro del amplio panorama de la cultura nacional.
La invisibilización de Solís se debió en parte a su modestia, descrita por sus amigos cercanos como “excesiva”. Pero, en realidad, el silenciamiento de su voz fue forzado por las autoridades culturales cubanas después de que participó en una colecta en favor de disidentes y presos de conciencia alrededor de 1970. Este acto humanitario resultó en señalamientos, amenazas e intimidación, y eventualmente, en su condena al anonimato y la muerte social.
A pesar del olvido y la marginación, Solís dejó un legado en la poesía y la pintura cubana, lleno de “una especial sensibilidad y una sabiduría expresadas con formas simples”, según González León.
De acuerdo con Aleisa Ribalta Guzmán, los versos de Solís son los de “una artista incansable, una mujer inquieta que pregunta y escribe mientras descubre sus misterios”.
Fina García Marruz y Cintio Vitier rescataron su poesía completa en Obra poética (1999), donde incluyeron poemas inéditos y fuera de colección. En el prólogo, Fina García Marruz escribió: “Cleva Solís, la gran desconocida, tuvo que sufrir un doble olvido, el de ser mujer y el de ser una poeta extraordinaria, modesta hasta el silencio”.
No obstante, el legado de Solís ha sido redescubierto en los últimos años, gracias a la labor de estudiosos y admiradores de su obra. Aunque ha habido un renacimiento en la apreciación de su obra, aún queda mucho por hacer para garantizar que su contribución a la poesía y a la pintura cubana sea plenamente reconocida.
En 2021, se inauguró una exposición titulada “Cleva Solís: Pintora y Poeta” en la Galería La Acacia, en La Habana, presentando una selección de sus pinturas y poemas. La muestra fue un paso crucial para sacar a la luz su talento y demostrar que la artista merece ser recordada y celebrada. Como señala Erick González León, su obra es “un patrimonio que vale la pena recuperar, estudiar y difundir”.