SANTA CLARA, Cuba.-Frente a una de las carpas en las que disponen la venta de libros, Isabel Báez, recepcionista y abuela de cinco nietos, rebusca con los ojos entre los títulos desperdigados sobre la mesa. No ha podido alcanzar, sin embargo, la mayoría de los que estaba dispuesta a pagar de su bajo salario. “No llegaron a Santa Clara, parece que se quedaron en La Habana”, dice y entrecruza los brazos, molesta, en gran parte, por la cantidad de dinero que ha dejado esa tarde en la Feria del libro que traen todos los años a la capital provincial.
Muestra, con cierto desasosiego, una bolsita de nylon en la que trasporta cuatro o cinco cuadernos infantiles. “Todo esto me costó casi cien pesos. No lo pagué yo, qué va. El dinero me lo dieron mis hijos para que les buscara algo a los niños”, apunta la señora que se tortura bajo el sol cáustico de abril. “A mí me habían dicho que venían más libros. Si te guías por los carteles pareciera que era mucho lo que iban a traer, pero no. Son, prácticamente, los mismos del año pasado, y del anterior. Además, hay muchos libros históricos que casi nadie lee. Los particulares tienen mejores ofertas”.
Alrededor del parque Vidal de Santa Clara, en el mismo centro de la ciudad, dispusieron este año solo cinco carpas para la venta de libros, número inferior al de pasadas ediciones que, a diferencia de otros años, cierran a las seis de la tarde. Los propios compradores y los dependientes especulan que “fue mucho el papel gastado en las boletas de las votaciones”, razón principal de la corta tirada que tuvieron la mayoría de los volúmenes, algunos de los cuáles se quedaron en la capital cubana y no llegaron a las provincias.
“A esta feria hace tiempo que deberían quitarle el nombrecito de internacional”, espeta Ernesto Algora, un anciano que mira el panorama desde uno de los bancos de la plaza. “Yo lo que veo son muchos escritores paseándose de aquí para allá, leyendo poemas con tres o cuatro gatos, casi para ellos mismos. La gente no tiene qué comer, así que, ¿cómo van a andar en la compradera de libros? Ayer mismo una mujer estaba diciendo que la feria es como la zafra de los escritores, que es cuando les pagan un dinerito de más. Yo no me opongo a eso, claro que no, que aquí tó el mundo tiene que luchar su yuca…”.
Además de la casi mínima afluencia de compradores de libros, a las actividades planificadas ha asistido muy poco público y alguna que otra fue suspendida por total ausencia de personal. “No sé por qué embullan a la gente y no traen a las provincias todo lo que dicen los carteles”, opina Julio González, estudiante universitario. “Yo recuerdo que antes las matazones y las colas eran grandísimas. Esta es la primera feria que he visto en la que tienen rebajas de precios a los mismos libros que hace años están llenándose de polvo en las librerías. A lo mejor, esto tiene que ver con la misma crisis que estamos viviendo, no se puede sacar de donde no hay”.