AREQUIPA, Perú – El 9 de diciembre de 1865, llegó a La Habana desde México el famoso arqueólogo alemán Heinrich Schliemann. Como parte de su viaje, también visitó la provincia de Matanzas con la intención de conocer varios ingenios, hospedándose en el hotel León de Oro en la calle Jovellanos.
Antes de dirigirse a las plantaciones, exploró la recién descubierta Cueva de Bellamar, pagando un peso por la entrada y adquiriendo una cajita con formaciones cristalinas de la cavidad por dos pesos.
Años más tarde, regresó a Cuba y al territorio matancero. El 16 de enero de 1886, Aurora del Yumurí destacó su presencia en el Liceo y reveló que era el sabio Dr. Schliemann, famoso por descubrir antiguas ciudades griegas, incluyendo Troya, el 31 de mayo de 1873.
Heinrich Schliemann, nació el 6 de enero de 1822 y fue un hombre millonario que, tras amasar una fortuna, se dedicó a su gran sueño: la arqueología en Hisarlik, y en otros yacimientos homéricos como Micenas, Tirinto y Orcómeno, demostrando que la Ilíada describía realmente escenarios históricos.
Se fascinó con el hallazgo de Troya en 1864 a partir de la lectura de Homero, recibiendo varias críticas de los eruditos de la época por su creencia ciega en el autor griego como fuente histórica para rastrear el lugar, situación que después terminó a su favor y pasó a ser considerado un referente en la investigación arqueológica.
En 1873, junto con el descubrimiento de la famosa ciudad homérica, Schliemann descubrió una colección de objetos y joyas de oro que llamó Tesoro de Príamo, varias de las cuales usó su esposa. Luego de trasladarlos ilegalmente a Grecia, en 1874, fue acusado de robo de bienes nacionales por el Imperio otomano y condenado a pagar una multa.
Para volver a tener la posibilidad de que las autoridades turcas le permitieran volver a excavar en el futuro, pagó una indemnización mayor y donó algunos hallazgos al museo de Constantinopla.
En sus últimos meses de vida padeció graves dolencias del oído que le llevaron a ser operado en 1890. Desoyendo los consejos médicos, abandonó el hospital para ir a Leipzig, Berlín y París.
Mientras volvía de esta ciudad a Atenas, cayó desvanecido, el día de Navidad, en la Piazza Carità de Nápoles y perdió la facultad de hablar. Cuando por fin se averiguó su identidad, el médico observó que la reinfección de sus oídos le había afectado al cerebro, lo que causó su muerte al día siguiente. Su muerte fue el 26 de diciembre de 1890.
Sus restos mortales fueron llevados a Atenas, como era su voluntad, y depositados en el suntuoso mausoleo que había construido para sí mismo en el llamado “Proto-Nekrotafio” o “Primer Cementerio” de la ciudad.
El mausoleo, coronando una colina, reproduce un templo de orden dórico presidido delante por su busto y una inscripción que reza “Para el héroe Schliemann”, mientras en el relieve del friso se relatan gráficamente sus propias excavaciones.
Sigue nuestro canal de WhatsApp. Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de Telegram.