SANTA CLARA, Cuba. – Poco antes de su muerte, el célebre músico Isidro Benítez, natural del poblado de Santo Domingo, en Villa Clara, lamentaría en cartas a sus familiares no poder regresar a Cuba para despedirse debido a la enfermedad que lo agobiaba. En una misiva dirigida a su hermano se autocatalogó como un “nómada que soñaba regresar a su jardín”, pero falleció en 1985 en Santiago de Chile, la tierra que lo acogió y celebró sus glorias.
Isidro nació en Cuba el 15 de mayo de 1900, pero sus logros los recogió en el Cono Sur, una de las razones principales de que su trayectoria apenas figure en reseñas de medios nacionales, amén de la brevísima síntesis en Ecured y en algunos blogs de investigadores melómanos. No en vano muchos de quienes lo conocieron y estudiaron sus aportes en materia musical consideran que la obra del músico es más conocida en Chile y otros países latinoamericanos que en la Isla, de donde emigró con solo 26 años.
“La historia de la música cubana tiene aún páginas en blanco donde algún día deberá comenzar a aparecer el nombre de Isidro Benítez”, sostiene el escritor Eduardo Cruz en su libro dedicado a este músico, director de orquesta y compositor calificado como el “introductor de la música cubana en Sudamérica”. Sobre el poco reconocimiento que ha tenido su figura en su propio país, este autor en otro de sus artículos acota en una nota al pie que la primera vez que Ecured le dedicó un capítulo a Isidro Benítez colocó “la foto de un hombre blanco, cuando Benítez era de la raza negra”.
![Isidro Benítez](https://www.cubanet.org/wp-content/uploads/2024/05/isidro-benitez-1.jpg)
Se cuenta que Isidro era un prodigio desde los ocho años cuando ya mostraba habilidades sobresalientes para la música y tocaba con bastante pericia varios instrumentos como el flautín, la flauta, el clarinete y el saxofón. Estos últimos lo acompañarían en sus múltiples creaciones y giras a lo largo de su vida. Tras emigrar de su poblado natal a La Habana, ya con más de 20 años, fue contratado por importantes orquestas de la época lo que le valió una invitación para viajar a Chile a la inauguración del club nocturno Roof Garden.
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Meses antes de la travesía, Isidro había creado un popular ritmo al que primeramente nombró “Saca un pie” que comenzó a bailarse en los salones habaneros y que luego rebautizaría como “el manaké” por el poblado de Manacas, en Santo Domingo. Con Isidro y su orquesta jazz band “Los negros cubanos” se escuchó por primera vez la música cubana en Chile, Argentina, Brasil, Perú, Bolivia, Uruguay y el resto de los países sudamericanos.
La orquesta de Isidro sonaba en la mayoría de las emisoras de radio en América del Sur y la prensa especializada reseñó sus giras destacando el “éxito y furor” entre el público carioca, porteño, chileno y peruano que recién escuchaba los sones, guarachas y rumbas tropicales. Había sido tanta la fama ganada en las décadas sucesivas que el showman fue incluso contratado como director musical de la conocida bailarina y actriz Josephine Baker, y sus composiciones se usaron en varias bandas sonoras de filmes chilenos y argentinos.
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En esos años la revista Variety lo nombró como “El Duke Ellington de América del Sur”, comparándolo con la maestría en la interpretación del jazz del virtuoso artista estadounidense. En carta a su hermano Aniceto le cuenta: “Duke, al ver las partituras del ‘manaké’ me dijo: ‘My brother, estás exactamente como los primitivos petroleros de Texas y Oklahoma, sentado sobre un pozo de petróleo y no te das cuenta. Te sugiero viajar de inmediato a Estados Unidos”. En tanto, el afamado jazzista estadounidense, amigo personal de Isidro, consideraba al “manaké” como una atracción con marcada carga de soul y beat.
Tras la amplia difusión del “manaké”, el “elegante de la música cubana”, como también solían identificarlo por su impecable forma de vestir, triunfaba como figura relevante de carteleras, clubes y centros nocturnos. Este ritmo, según describió su propio creador, se baila con cuatro pasos principales: la cruceta, el ocho, las palmadas para cerrar con un “trencito en fila india”.
![Isidro Benítez](https://www.cubanet.org/wp-content/uploads/2024/05/isidro-benitez-3.jpg)
En cuanto a la melodía, varios especialistas lo relacionan con una mezcla de son montuno, mambo y chachachá, y hay quienes lo vinculan con ser el antecedente directo de la lambada. De hecho, algunos musicólogos establecen que el “manaké” sirvió de base rítmica para la creación del famoso tema boliviano Llorando se fue, por lo que se cuestionan si realmente la lambada podría considerarse entonces de raíces musicales cubanas.
No obstante su lugar de origen, donde era considerado por muchos como un simple emigrado, Isidro recibió sus mayores loas en América del Sur, donde lo trataron mucho más que como un hijo adoptivo. Actualmente en Cuba solo existe un pequeño festival de composición e interpretación que lleva su nombre celebrado con exiguo presupuesto en el municipio de Santo Domingo. Por su parte, el clarinete enviado a Cuba tras su fallecimiento desapareció “misteriosamente” de uno de los museos de Santa Clara.
En su libro homenaje a Benítez, Eduardo Cruz destaca que su vida estaría plagada de sacrificios, necesidades, nostalgias y sufrimientos, en su afán por difundir la música cubana y que se convirtió en una personalidad, “aunque ignorada en su propio país”. Relata, además, que momentos antes de morir Isidro levantaría la mirada hacia una pared donde colgaban sus múltiples certificados y diplomas “del cual ni los mejores historiadores tienen muchas referencias”.
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