LA HABANA, Cuba.- ¿A qué edad pusiste por primera vez las manos sobre el cuero que te hizo famoso?, pregunta la abuela
“Desde que nací me gusto la percusión”, responde el nieto
Así juega a ser un músico famoso Maikol Pentón González, de 5 años de edad. Involucra a su abuela Noemí, quien debe fingir ser la conductora que lo entrevista en un programa televisivo de fama internacional.
A los 2 años de edad comenzó el despegue de Maikol en la percusión. Sin que ninguno de sus familiares se lo propusiera, el niño envió el primer mensaje de lo que quería ser cuando comenzó a golpear los juguetes con las baquetas improvisadas con lápices.
A los 5 años Maikol pertenece a un grupo musical infantil de su escuela nombrado “Los Kini-Kini”, donde su conocimiento empírico inyecta la base rítmica de la música cubana con los tambores.
Es justo señalar que el pequeño musico nació cerca del sonido de los tambores de su tía, la percusionista Ivett González Kessel, que desarrolla su carrera artística en la conocida agrupación musical “Las Canelas”.
Ivett asegura no haber inculcado el talento que bendice a su sobrino, a quien muchos en el barrio consideran una revelación similar a la de Miguel Angá Diaz, una leyenda de la percusión en Cuba, a quien la academia de la música estimuló el virtuosismo callejero nacido con él.
“A medida que ha pasado el tiempo se ve el progreso. Tiene una pegada muy buena”, dice Ivett en su valoración como músico profesional.
La limpieza del golpe y la técnica utilizada por el niño al pegarle a los tambores salen de los conciertos que le gusta ver al pequeño. Entre sus preferidos esta un espectáculo del percusionista puertorriqueño Giovani Hidalgo, un entretenimiento más atractivo que cualquier dibujo animado o video juego que le propongan sus amiguitos.
En su corto tiempo de vida el pequeño domina casi todos los instrumentos de percusión, como el güiro, las maracas o el bongó. Los que faltan deben su ausencia a la economía de la familia, que no puede pagar 100 CUC (86 dólares) por unos tambores Batá. Eso no desanima al niño, que utiliza el deseo como un sueño infantil, siempre alcanzable, de poseerlos sobre un atril para iniciar el reto de someterlos.
“No hemos tenido posibilidad de comprarle unos tambores Batá, pero le gusta la batería que arma con cubitos, todo lo que suene; coge un par de lápices y esa es su batería, esa es su obsesión”.
Al cumplir los dos años, la aptitud musical de Maikol fue valorada por varios maestros de la música como Eduardo Córdova, el llamado Rey del Tambor, y Federico Arístides Soto Alejo (Tata Güines). Todos estimaron que la corta edad provocaba la falta de atención, que conspiraba contra la instrucción de su habilidad.
Sin embargo, el apasionado gusto del niño por la música lo concentra tanto en su objetivo que ha llegado a convertir su alegría en improvisaciones musicales.
“Hace poco llegamos de la ciudad de Bayamo, y le gustó tanto estar allá que improvisó una canción con los tambores”, cuenta Ivett, quien asegura que la principal fuerza del talento de su sobrino, está en la pasión que siente por la música.