LA HABANA, Cuba.- Con un éxito de público que podría considerarse discreto —sobre todo si se compara con el furor generado por espectáculos como Vida o Amigas—, concluyó la más reciente temporada del ballet Lizt Alfonso Dance Cuba. Este fin de semana el Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso” acogió la última función de la obra Latido; un estreno algo distinto dentro del quehacer de la compañía.
La prestigiosa coreógrafa había advertido, durante una entrevista con los medios de prensa oficiales, que se trataba de un ballet diferente, un reto para el público y los propios bailarines. Latido es el resultado final de un año de trabajo arduo y mancomunado entre Lizt Alfonso, su staff y el músico César López. Aunque mantiene el concepto que identifica a la compañía, Latido combina los aires españoles con la danza contemporánea, el folclor y el ballet clásico para construir una interesante historia acerca del amor, las distancias, la muerte y la correspondencia ineludible entre lo efímero del presente y la voluntad de vivir cada día con intensidad.
Podría decirse que en Latido hay cabida para el complejo vaivén de las relaciones humanas y conforma, en general, una visión de las misteriosas formas en que el amor se hace real. No es coincidencia que el estreno tuviera lugar en el mes del activismo contra la homofobia, y probablemente haya sido la única expresión artística esencialmente solidaria con el propósito de respeto y aceptación de la diversidad sexual.
El novedoso planteamiento danzario se hizo evidente desde los primeros compases, animado por la actuación en vivo de músicos excelentes, cultivados en los predios del jazz. Cada coreografía fue ejecutada con la elegancia y el brío comunes a los bailarines de una compañía que luce renovada y, a la vez, dueña de la madurez creativa imprescindible para dar otro salto cualitativo y conceptual.
Aunque el estreno de Latido no logra competir con el éxito alcanzado por producciones anteriores, sigue siendo una obra de danza para el disfrute de todo tipo de público, desde los más exigentes hasta los que buscan pasar un momento agradable apreciando la buena música y el quehacer de ejecutantes talentosos. Es cierto que se echa de menos la época en que las bailarinas de Lizt Alfonso Dance Cuba parecían espigas que giraban al unísono, como animadas por una marea precisa e invisible; pero con el paso de los años han acontecido exilios, renuncias y maternidades.
Hoy esa perfección no es categórica; sin embargo, cada intérprete sale a escena para demostrar de qué está hecha, honrando el sello de una compañía cuya premisa ha sido la fusión de géneros musicales y danzarios. Una distinción que las hace bailarinas, artistas y seres humanos por partida doble.