MIAMI, Estados Unidos.- Hay más fotos de la reconcentración de Valeriano Weyler, en la Cuba de 1896, que imágenes de la represión sistemática y continúa dirigida y puesta en práctica, personalmente, por el dictador Fidel Castro.
Se sabe del pavor que causó la apertura de los archivos de la policía política alemana, la tenebrosa Stasi, al derrumbarse el socialismo.
Es muy probable que sus discípulos aventajados, el G2 cubano, guarden de alguna manera esa memoria del pánico y en el futuro se puedan sumar hallazgos gráficos en la isla a la historia universal de la infamia.
Con escaso apoyo, pero muy consciente de sus razones con respecto a la libertad de la nación, el exilio cubano comenzó a dejar fe de la distorsión y manipulación histórica castrista, desde el primer día.
Fundó instituciones, editoriales, asociaciones, cursos académicos, premios, entre otras posibilidades de supervivencia espiritual frente a un poderoso enemigo, que no solo contaba con el apoyo propagandístico del llamado campo socialista, sino del resto de la izquierda funcional e intelectual en su propio traspatio.
La dictadura creó muy temprano el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), su brazo armado publicitario, desmontó la industria audiovisual que ya existía, e impidió cualquier expresión alternativa en este campo artístico e informativo. Lenin había advertido que el cine era la más importante de las artes.
Para evitar totalmente este secuestro de la imagen cubana y comprendiendo la importancia de desafiar la mítica y seductora iconografía creada por la dictadura, o debido, sencillamente, a una perentoria necesidad de expresión, realizadores entrenados y otros aficionados comenzaron a manifestarse en el universo cinematográfico, desde muy temprano, hasta nuestros días.
El arco de esa producción, sobre todo del cine político, tan caro a los exiliados de diversas generaciones, va de “Cuba, satélite 13”, de Manuel de la Pedrosa, producido por Eduardo Palmer, del año 1963, al filme de ficción “Plantados”, dirigido por Lilo Vilaplana, de reciente estreno, y que comienza a exhibirse comercialmente el 26 de marzo.
Entre estos dos momentos acontece una numerosa filmografía donde se quiere reconstruir lo que el castrismo ha obliterado con saña. Ese cine del exilio es verdaderamente independiente, subvencionado a como de lugar, sin compromisos editoriales que coarten su contenido, y muy impaciente por mostrar la verdad.
Ahí figuran, desde Manolo Alonso a Oscar Ernesto Ortega, pasando por Orlando Jiménez Leal, Jorge Ulla, Camilo Vila, León Ichaso, Andy García, Iván Acosta, Néstor Almendros, Mari Rodríguez Ichaso, Sergio Giral, Nicolás Guillén Landrián, Miñuca Villaverde, Rafael Lima y muchos otros de arribo relativamente reciente o nacidos en los Estados Unidos que han seguido explorando, incansablemente, la huella de la isla, como son: Eliecer Jiménez, Juan Carlos Cremata, Jorge Egusquiza, Rolando Díaz, Luis Guardia, Orlando Rojas, Joe Cardona, Ricardo Bacallao, Bill Teck, Emilio Oscar Alcalde, Ricardo Vega, Magdiel Aspillaga, Ernesto Fundora, Rubén Lavernia, Lisandro Pérez, Javier Echevarría, Carlos Gutiérrez, Jorge Soliño y Agustín Blázquez, entre otros.
“Plantados” es ahora un nuevo paradigma de tan ambiciosa aventura artística. Thriller político, de brío humanista, histórico, en esencia, perteneciente al género de prisiones.
Vilaplana domina las mañas de las series televisivas, tan en boga, y se las aplica a su opera prima. El argumento, sobre presos políticos que se rebelaron, en la peor de las circunstancias, es debido al propio director y a los escritores Angel Santiesteban y Juan Manuel Cao. En términos generales, el filme atañe más a la emoción que a la voluntad y la mediación estética.
En la premura por dejar claro que los presos políticos cubanos, hombres valientes y decorosos donde los hubiera, empeñados en no dejarse doblegar como si fueran meros delincuentes, Vilaplana ha priorizado una suerte de anecdotario encadenado de tan tenebrosa jornada, reconstruido a partir de la memoria de los héroes.
Es una película claustrofóbica y violenta. No podía ser de otra manera cuando está lidiando con la impunidad y el desprecio al prójimo que discrepe, consustancial al comunismo.
Pertenece también al modelo de cine cultivado por otras comunidades históricas que han sufrido pasados agobiantes. Un expreso político, viviendo en el exilio, se encuentra casualmente con su torturador, visión que desencadena perturbadores recuerdos.
El personaje siente la obligación moral de tomar cartas en el asunto para hacer justicia y decide desestimar el sistema legal. La intriga de este desafío se mantendrá hasta el final.
En “Plantados” se suceden viñetas de horror que pudieran beneficiarse de pausas reflexivas y subtramas que arrojen más luz sobre la vida de las víctimas. Los propios acontecimientos, sin embargo, no parecen abrir brecha para el sosiego.
Testimonios referidos en varios documentales y libros, sobre la realidad específica de estos presos, cobran vida, por primera vez, en “Plantados”, mediante la verosimilitud de las artes de la ficción cinematográfica, con imperfecciones estructurales que no hacen mella significativa en su poderoso contenido.
Actores cubanos, de varias generaciones, se esmeran en interpretaciones naturalistas para retratar seres humanos comunes, sin mayores pretensiones personales, que se transmutan en héroes ante nuestros ojos cuando asumen una insólita batalla en el más desventajoso de los escenarios.
“Plantados” es la metáfora turbulenta de la represión sistémica que ha mantenido en el poder al castrismo hasta nuestros días. Es, por otra parte, denuncia y deliberación, franca, sin medias tintas, lo cual se agradece.
En un futuro no lejano, la intelectualidad nacional e internacional que dio el visto bueno a tanto crimen, sin denunciarlo, sentirá la misma vergüenza de quienes apoyaron las vilezas fascistas y comunistas en el pasado.
Otras películas vendrán para seguir infundiendo verdad sobre la lucha incansable del exilio cubano. Por lo pronto, “Plantados” retoma y enriquece el legado de anteriores empeños.
Cine Cubano en Trance con Alejandro Ríos.
Dilucidar la isla y su cultura a partir del séptimo arte que la denota. La intensa quimera de creadores, tanto nacionales como foráneos, que no cesan de manifestar una solidaria curiosidad por tan compleja realidad, es parte consustancial de esta sección.
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