MADRID, España.- El movimiento de la cerámica artística en Cuba nació en un modesto taller del poblado capitalino de Santiago de las Vegas, al que empezaron a arribar en la década de 1950 reconocidos artistas plásticos que le dieron prestigio, entre ellos Amelia Peláez, Martínez Pedro, Mariano Rodríguez, Wifredo Lam, René Portocarrero, Marta Arjona y María Elena Jubría.
Fue el médico Juan Miguel Rodríguez de la Cruz (1902-1990) quien convirtió el lugar en taller pionero de la cerámica artística en Cuba. Mas la historia del establecimiento se inició unos dos decenios antes, cuando Jaime Xart y Castor González fundaron en 1930 la denominada Compañía Cerámica Cubana S. A. Incluso el 23 de enero de 1929, el periódico local La Voz del estudiante proclamaba: ”Gran fábrica de cerámica variada de Jaime Xart”.
En 1941 lo compró el comerciante en locería Ricardo Gómez, quien lo cierra en 1945 y despide a los obreros, que lo ocupan mediante una huelga. En octubre de ese año los doctores Juan Miguel Rodríguez de la Cruz y Carlos Ramírez Corría lo arrendaron con el departamento o casa de moldes situado al frente, donde se acondicionaría el futuro taller de cerámica.
Rodríguez de la Cruz ingresó en la Sociedad Americana de Ceramistas en 1947 y realizó estudios para desarrollar la cerámica artística. Al principio no marchó bien la labor en la instalación; la prensa local recoge conflictos con el personal. Voz del pueblo comentaba el 15 de enero de 1947: “La situación de los trabajadores de la Industria Cerámica Unida S. A., de esta localidad, llegó a su clímax el pasado jueves, cuando reunidos frente a la fábrica para cobrar las semanas que se les adeudaban, recibieron la notificación del doctor Rodríguez de la Cruz, propietario o copropietario de dicha industria, de que no había suficiente dinero para liquidar todos los jornales”.
Pero él persistió y cuando en los años cincuenta Ricardo Gómez le quitó la fábrica y la mandó a desmantelar, se quedó con la parte de enfrente donde se hallaban los moldes. Según documento en Archivo del Museo Histórico Municipal de Boyeros, en 1955 Rodríguez de la Cruz solicitó licencia para añadir una nave y se le concedió. Luego empezaron a hacer hornos.
La primera de aquella generación de reconocidos artistas plásticos del país en llegar al taller, fue Amelia Peláez. Luego otros ceramistas siguieron moldeando autóctonas obras en las que combinaban los colores de la campiña y mares insulares. En mesas rústicas, con pastas y mezclas, confeccionaban jarrones, juegos de té, café, café con leche, platos de mesa y de pared, elegantes y típicas vajillas.
En la década de los ochenta la edificación había variado muy poco, mantenía sus paredes de mampostería, sus puertas de madera pintadas de carmelita y su nave trasera. Pero se le construyó una nueva y espaciosa nave, aunque se mantuvieron trabajando en la antigua.
Hoy, el inmueble lleva más de diez años cerrado y en la añadida nave se acondiciona una MIPYME de productos lácteos. La parte antigua es preservada por quien administró durante décadas el taller, Delfín Padrón, y otros tres trabajadores, que continúan protegiendo y dando mantenimiento a molinos, mezcladoras y demás equipos, con la esperanza de que algún día reabra y se acerque a lo que otrora fue.
El taller pionero de la cerámica artística en Cuba está actualmente rodeado por altos yerbazales y desperdicios de basura y no hay absolutamente nada que indique o recuerde que allí creó un grupo de los más importantes artistas plásticos del país.