AREQUIPA, Perú.- La ópera fue uno de los entretenimientos predilectos de los cubanos durante la Colonia y las primeras décadas del siglo XX.
Durante la dominación española, el estilo italiano dominó la escena y, en la República, la escuela verista, con Puccini como figura destacada, cautivó al público, mientras que Wagner fue percibido como un compositor complicado y poco melódico.
La zarzuela, otro género popular en la Isla, hizo su debut en los escenarios habaneros el 4 de enero de 1853 con El duende de Rafael Hernando. No obstante, la primera zarzuela escrita en Cuba, Todos locos o ninguno de José Freixas, fue un fracaso inicial y se retiró después de la segunda representación.
Así pues, si el Teatro Tacón (actual Alicia Alonso) fue la catedral de la ópera, el teatro Albisu en la calle San Rafael entre Zulueta y Monserrate se convirtió en el hogar de la zarzuela. Esta instalación ocupaba parte de la manzana que más tarde albergaría el Centro Asturiano y actualmente acoge las salas europeas del Museo Nacional.
La opereta vienesa también tuvo sus seguidores en Cuba, y se dice que su auge coincidió con la visita de la mexicana Esperanza Iris.
Conocida como la “emperatriz de la opereta”, la artista atrajo adictos al género durante sus presentaciones en el habanero teatro Payret. A pesar de sus limitadas habilidades vocales, su personalidad y carisma excepcionales compensaban cualquier deficiencia.
Con un repertorio que incluía obras como La viuda alegre y El conde de Luxemburgo, sus despedidas eran famosas, generando desmayos y aclamaciones de “no te vayas, Esperanza”.
Tanto era así que su agente, Ramiro de la Presa, organizaba espectáculos para que se despidiera varias veces, y tras su fallecimiento en Bolivia, Esperanza, retirada en los años 50, seguía siendo querida por el público en Cuba y otras ciudades.
El teatro Alhambra, existente hasta 1935, fue el epicentro del teatro bufo en Cuba, destacando personajes como el gallego, la mulata y el negrito. Este último, un personaje pedante y refistolero, debutó en 1868 en la obra Los negros catedráticos de Francisco Fernández.
A lo largo de los años, fue interpretado por artistas como Sergio Acebal, Arquímedes Pous y, eventualmente, Alberto Garrido. Asimismo, autores notables del Alhambra incluyeron a Federico Villoch y Gustavo Robreño, con el maestro Jorge Anckermann y el actor Regino López recibiendo elogios.
Además, algunos compositores cubanos incursionaron en la ópera, contribuyendo al rico panorama artístico del Alhambra y, en general, del país.
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