La pelota cubana en tres anécdotas (II)

En los mejores años de la pelota nacional después de 1959, Linares, José Cano y Luis Giraldo Casanova dejaron un episodio digno de antologar
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LA HABANA, Cuba.- La sección dedicada a las grandes historias del béisbol cubano llega a su segunda entrega con tres episodios dignos de antologar.

NIÑO, ¡CONTIGO NO!

Corren los años en que la Serie Nacional es una fiesta, y el Vegueros de las leyendas (Casanova, Linares, Urquiola, Fernando, Juan Castro, Giraldo…) visita el estadio de un central azucarero en Moa, Holguín.

El choque está por empezar, y el Señor Pelotero se vira para el hoy olvidado inicialista José Cano y le comenta: “Joseíto, voy a meter una pelota arriba del camión aquel que está atrás de la cerca”. “Si tú pones una pelota ahí, yo me vuelo el camión”, contesta Cano.

Cuarto en la tanda de los verdes, Casanova cumple su palabra en la primera vez al bate. Ni corto ni perezoso, Cano también conecta un batazo que supera las cercas del terreno.

—Estás atrevido, Joseíto. Pues mira, ahora voy a meter un jonrón en la mata que está atrás del camión.

—Y yo voy a volarme la mata, Capitán…

Dicho y hecho. Los dos estelares vuelven a conseguir la hazaña y sonríen complacidos, sin saber que alguien quiere sumarse al desafío. Se trata de una joya de 18 años que ya ocupa el tercer puesto ofensivo de la escuadra.

—A mí me parece que ustedes están echando competencia y yo quiero participar ahí…

—No, Niño, no te metas. Esto es entre Cano y yo. ¡Contigo no!

Pero Linares no se deja disuadir. Está decidido a probar fuerzas con sus mayores y en la siguiente visita al home plate firma un batazo por el centro que supera dos cercas y aterriza en el techo de una casa.

Una vez que le da la vuelta al cuadro, Casanova lo aguarda en el plato. “Niño, ¿viste por qué contigo no?”.

PARIÓ LA PERRA

La “calentura” de la pelota azucarera es harto conocida, y para muestra está el botón de la final disputada varias décadas atrás entre Chambas y Morón por el título camagüeyano.

El partido tiene lugar en el estadio “Mártires de Chambas”, cuya fanaticada tiene fama de no andarse con chiquitas. La justicia la imparten dos árbitros locales junto a un par de visitantes: Víctor Zeide trabaja como principal y el nacional Oliden Companioni está en tercera.

El duelo llega a la parte baja del noveno con Morón en ventaja de una carrera. Sin embargo, los dueños de casa amenazan con hombre en la antesala y un solo out en la pizarra. El bateador en turno conecta un fly corto a los jardines y la carrera del empate sale rumbo a home en medio de la euforia de la grada.

Sin embargo, la dirección rival reclama que el corredor salió adelantado y Companioni, temerario, levanta el brazo haciendo la señal de out. Doble play. Chambas ha perdido, y los termómetros revientan entre un público que salta al terreno a exigir cuentas.

Casi dos horas después, el grupo de trabajo de Radio Morón va de regreso a su ciudad y se topa en la carretera con Zeide. “¿Qué haces aquí, compadre?”. “Oiga, cuando yo vi que Companioni levantó la mano me dije, parió la perra, y me voy pa Morón por la línea, que es más cerca”.

UNA ESPINA EN SAN JOSÉ

El ‘Juan Candela’ de la pelota nacional, Alfonso Urquiola, me cuenta una historia de esas que sacan lágrimas de risa vinculada con el jardinero Giraldo Iglesias, destacado primer bate de las novenas pinareñas en los años setenta y ochenta del siglo pasado.

Resulta que en un juego en San José, Iglesias —que era bastante limitado a la defensa— pifió un fly al bosque izquierdo que le costó el revés a los Vegueros.

Unas semanas después, el calendario volvió a llevar al equipo verde a los predios de la antigua provincia Habana. Eran tiempos en que los peloteros se alojaban en el albergue del estadio y, al caer la noche, Urquiola salió a las gradas a fumarse un tabaco.

“Entonces —relata Alfonso— oigo una voz y veo un bulto por la zona de home. Salgo para allá y me encuentro con Giraldo, que está parado allí diciendo algo como ‘estadio de San José, he venido a sacarme la espina que me clavaste hace un tiempo’.

“El primer juego de la subserie lo ganamos. Sin embargo, quién te dice que en el siguiente llegamos al último tercio ganando por una y ellos pusieron corredores en segunda y tercera. Casualidades que tiene la vida: el bateador dio hit para el left field y Giraldo —que quería asegurar— ni siquiera salió a barrer la bola, sino que se cuadró. Pero por gusto: se le fue por el único huequito que dejó entre las piernas y allá salió él a corretear atrás de la pelota.

“Así que perdimos, y al final del juego no pude menos que comentarle: ‘Coño mi hermano, tú viniste hasta aquí pa sacarte una espina y te clavaron otra’”. 

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