MADRID, España.- Bobby Fischer, el genio del ajedrez estadounidense, que hubiera cumplido este 9 de marzo 80 años, visitó Cuba en dos ocasiones.
El primer viaje (1956), con solo 12 años, Fischer llegó a la Isla como parte de una gira de aficionados. A bordo del barco City of Havana, compartió espacio con personajes peculiares, como un estafador que había estado en Alcatraz con Al Capone y un neonazi. Durante esta visita, Fischer ganó su primera partida contra un maestro de ajedrez, el cubano José R. Florido, y participó en sus primeras simultáneas.
Su estancia en Cuba también incluyó juegos de béisbol en las calles habaneras.
En 1965, en plena Guerra Fría y con su madre bajo vigilancia del FBI, Fischer tenía previsto participar en el Memorial Capablanca en La Habana. Sin embargo, el Departamento de Estado de Estados Unidos le prohibió viajar físicamente.
Fischer aceptó jugar por teléfono, utilizando primero telegramas y luego un teletipo alquilado. Las jugadas recorrían los dos mil kilómetros de distancia entre el Marshall Chess Club de Manhattan y La Habana. El hijo del campeón cubano José Raúl Capablanca ejecutaba los movimientos transmitidos desde Estados Unidos.
En 1966 Fischer finalmente pudo visitar Cuba en persona durante la Olimpiada de Ajedrez celebrada en La Habana. Durante su estancia compartió su genialidad con los jugadores locales.
El libro Bobby Fischer en Cuba, escrito por los periodistas cubanos Miguel Ángel Sánchez y Jesús Suárez, narra estas visitas y revela datos y anécdotas documentadas.
Bobby Fischer (1943-2008) es considerado uno de los mejores ajedrecistas de todos los tiempos. Conocido por su estilo de juego agresivo e innovador, se convirtió en el undécimo campeón mundial de ajedrez en 1972 al derrotar al soviético Boris Spassky en un duelo épico.
Su fama comenzó a los 13 años al ganar el Torneo de Candidatos del Campeonato Mundial Junior. A lo largo de su carrera, Fischer cosechó numerosos éxitos, incluyendo ocho campeonatos de Estados Unidos y una racha de 20 victorias consecutivas en partidas oficiales.
Sin embargo, Fischer también era conocido por su excentricidad y su comportamiento errático. En 1975, se retiró del ajedrez y rehuyó la atención pública. Tras años de reclusión, reapareció en 1992 para jugar un desquite contra Spassky. A pesar de su personalidad compleja, su genio y su pasión por el juego lo convirtieron en una leyenda que continúa inspirando a jugadores de todo el mundo.
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