Lázaro Bruzón: “Tengo cosas que decir como cubano”

"En una Cuba nueva me encantaría participar de alguna forma en la reconstrucción de su deporte, pero por ahora eso queda descartado", dijo el ajedrecista, quien llegó a superar los 2700 puntos de coeficiente ELO.
Lázaro Bruzón, Cuba, Estados Unidos, ajedrez, Leinier Domínguez
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LA HABANA, Cuba.- Hace ya un par de décadas que el ajedrez cubano se fue a la ciudad española de Calviá para volvernos locos con el séptimo lugar en la Olimpiada. Fue tremendo: se le ganó a la India, a Holanda, se peleó sin complejos contra Rusia, China, Israel, Francia… Al mando de la nave iba Leinier Domínguez (¿quién si no?), pero más vale no olvidar al segundo oficial de aquel equipo.

Lázaro Bruzón, un tunero que cuatro años antes se había convertido en titular mundial de la categoría juvenil, se gastó un rendimiento antológico en el segundo tablero de la escuadra. Suyo fue el mayor aporte de unidades (ocho en 11 salidas), suyo también fue el mejor Rating Performance del grupo (2771), y tan sólida faena le sumó 20 puntos a su coeficiente.

Entre sus triunfos se contaron ‘papazos’ memorables a Ruslan Ponomariov, Alexander Beliavsky y Emil Sutovsky, y el único revés que encajó entonces tuvo lugar ante Peter Svidler, un hombre que a la sazón había ganado cuatro veces el campeonato nacional de Rusia. Poco, muy poco le faltó a Bruzón para alcanzar una medalla individual.

De allá a la fecha llovió mucho. Demasiado. Tanto, que aquel equipo casi emigró en pleno (además de Leinier y Bruzón también se fueron Neuris Delgado y Yuniesky Quesada), y tanto, que ya ninguno de los ‘cabezones’ teme enfrentar a Cuba en estas lides. Vaya lástima.

En el caso del maestro oriental —que dicho sea de paso alguna vez mereció elogios del mismísimo Anand—, en su ruptura con la federación cubana no faltaron turbulencias. Esto es, se cruzaron palabras, la entidad insular acusó al jugador de “darle la espalda”, éste denunció el “odio” y las “políticas rígidas” que le impedían residir fuera de la Isla y seguirla representando en torneos, y cerró la controversia con unas declaraciones que me dio en 2020: “Ellos sabrán si hicieron bien. El tiempo dirá quién llevaba razón y quién no”.

Visto lo visto en el ajedrez cubano de los últimos años (naufragios, decepciones y otras hierbas secas), el Padre Tiempo ya ofreció su veredicto.

—En tu Top Ten histórico de cubanos te colocaste tercero, justo detrás de Capablanca y Leinier, y algunos alegaron que la tercera plaza debió ser para Jesús Nogueiras. ¿Qué argumentos manejaste a la hora de hacer tu elección?

—Ese fue un trabajo bastante tenso en cuanto a estadísticas, pero hay que tener en cuenta que en este tipo de cosas siempre hay cuestiones subjetivas. O sea, a pesar de los números en sí, hay factores, hay hechos, hay datos que uno le puede dar más valor que otro, y de ahí la discrepancia. Para nada eso fue una verdad absoluta, ni lo hice con intenciones de generar conflicto. El orden que puse es el que siento. En el caso concreto de Nogueiras entiendo que muchas personas lo vean así. Yo le di mucho peso a la época que marcó cada ajedrecista en su tiempo, a los torneos ganados, pero quizás lo que más pesó fue el tema de los 2700 puntos ELO. Todavía en la actualidad ese coeficiente lo han alcanzado muy pocos en comparación con la cantidad de Grandes Maestros que hay. Yo gané más torneos que Nogueiras, pero el detalle de los 2700 fue lo más importante. El orden que publiqué fue el que me dio sobre la base de lo que evalué, pero entiendo a todo el que lo vea de modo diferente.

Tiempo atrás el famoso periodista especializado en ajedrez Leontxo García escribió que tenías más talento que Leinier, pero trabajabas poco. ¿Estás de acuerdo?

—Había escuchado eso de Leontxo. Lo que te puedo decir es que el talento es muy subjetivo, y que lo más importante que puede tener cualquier ajedrecista (y cualquier deportista de élite) es disciplina, una cualidad muy necesaria para lograr un resultado. Está claro que Lenier tuvo más disciplina que yo. Es imposible evaluar si yo estaba dotado de más talento que él, lo que es indiscutible es que él fue más disciplinado. No es que yo haya trabajado poco pero sí fui irregular en eso. Creo que fui de los líderes de mi generación y para probarlo están resultados como campeón mundial juvenil, tercer lugar universal Sub-16, arribo a los 2700 puntos de coeficiente ELO… Pero en los momentos más importantes de mi carrera me faltó trabajo. Eso está claro. De haber sido más consecuente, ¿quién sabe adónde podría haber llegado?

—¿Cuánto hay de verdad en las historias sobre la poca seriedad que le ponías al Memorial Capablanca?

—Hay mucha verdad en eso. Para mí fue por mucho tiempo el torneo más difícil de jugar. Había cuestiones sicológicas que me afectaban y me costaba adaptarme. Yo soy una gente que me llevo bien con todo el mundo, me cuesta ver a alguien y no saludarlo y eso me distraía demasiado en un torneo fuerte donde hacía falta poner el máximo de energía. Entonces llegó un punto en que me era imposible jugarlo. Me desempeñaba muy por debajo de mi nivel pero no creo que fuera que no le pusiera seriedad. Yo ponía lo que podía dar, pero me era casi imposible, sobre todo en los últimos Capablanca que jugué. Mucha gente iba a verme y eso me sacaba totalmente. Al final en algunos casos terminé abandonando el torneo, cosa que no justifico ni me parece que fueran actitudes correctas. Si hubiera estado en mis manos lo mejor habría sido obviar ese torneo durante años, porque allí perdí mucho ELO y me desgasté muchísimo.

—¿Cuáles consideras que fueron tus mejores torneos y las partidas más brillantes que jugaste?

—El Mundial Juvenil fue el mejor torneo, aunque disputé encuentros en la élite como el torneo de Wijk aan Zee, en el que logré el 50 por ciento contra los mejores jugadores del mundo. Siempre tengo gratos recuerdos también de los campeonatos de Cuba, que gané en seis ocasiones, de los Continentales, de los Capablanca donde me fue bien… Y la partida que más me gusta puede ser la victoria contra Carlsen. Él aún no era campeón del mundo pero ya era un maestro fuerte. Celebro igualmente los encuentros con Ivanchuk: fueron partidas tensas y logré derrotar en par de oportunidades a quien considero uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. A eso hay que agregar, por supuesto, los enfrentamientos con Leinier, muchos muy interesantes.

Bruzón y Leinier en campeonato en Estados Unidos. (Foto: redes sociales de Bruzón)

—Ahora mismo tienes 2597 puntos ELO y hace más de 10 años que no alcanzas los 2700. ¿Quedó sepultada ya la aspiración de volver a la élite del ajedrez?

—Estoy bastante lejos de esa línea y creo que objetivamente es casi imposible regresar a ese nivel. No creo que pueda ni lo estoy buscando tampoco. Es cosa del pasado y me siento bien por haberlo conseguido anteriormente. En mi situación actual no forma parte de mis metas.

—El ajedrez de primer nivel cada vez es más propicio para los jugadores jóvenes. ¿Crees que en un futuro cercano ya no quedarán ajedrecistas de 40 años en la elite?

—El ajedrez al máximo nivel requiere mucha energía, concentración y dedicación, es un deporte de jóvenes como mismo sucede en la mayoría de los deportes en el alto rendimiento. Los jugadores que están en la super élite con 40 años o más hace rato se ven como excepciones, cosa que es natural porque es muy difícil competir con éxito cuando tienes 20 años más que tu adversario y tu condición de vida es más compleja: tienes una familia, tienes otras circunstancias que no te permiten dedicarte totalmente al ajedrez… Los casos que lo han logrado y que lo logran (entre ellos se incluye Leinier) son excepcionales y dignos de admirar porque alcanzarlo requiere de una entrega total.

Lázaro Bruzón con sus hijos. (Foto: Cortesía)

—En 2021 regresaste a los torneos de primer nivel con tu participación en el Campeonato de Estados Unidos. Después de un inicio estimulante, encadenaste una mala racha y fuiste último de la clasificación. ¿Todavía sueñas con reivindicarte en ese escenario?

—Ese año tuve de forma un poco afortunada la posibilidad de jugar en el campeonato de los Estados Unidos, al que llegué a última hora como reemplazo de Hikaru Nakamura, quien rechazó participar. No me lo esperaba y no tuve la ocasión de prepararme porque casualmente estaba en la etapa final de la carrera de Finanzas. Me esforcé, me preparé un poco, pero enfrentar un torneo de ese nivel exige meses y meses de entrenamiento. Eso sí, fue bonito tener la posibilidad de jugar un campeonato en los Estados Unidos. No tengo en planes intentar un retorno ahora mismo, pero tampoco lo descarto a mediano plazo.

—A partir de tu salida de Cuba hemos visto a un Bruzón mucho más implicado en la actualidad social de Cuba. ¿Te gusta desempeñar el doble rol de atleta y activista político?

—Salí de Cuba hace seis años y muchas cosas cambiaron de forma radical en mí, en mi forma de ver la vida y de ver lo que pasa allá. Me siento con derecho de expresarme, de mostrar mi descontento con cosas que pasan. No me agrada estar en las redes, no me gustan los conflictos ni estar exponiéndome mucho, pero como cubano tengo cosas que decir.

—Si mañana tuvieras la oportunidad de volver a representar a Cuba en una Olimpiada, ¿lo harías?

—Me gustaría hacerlo siempre y cuando sea en un equipo que no esté atado a ninguna ideología, a ningún partido, que sea libre de verdad en una Cuba futura donde quepan todos los cubanos más allá de cómo piensen. Pero bajo el sistema actual donde solo es bien visto el que defiende el Partido Comunista, jamás integraría un equipo cubano. Es algo que no volveré a hacer; lo hice durante mucho tiempo pero eso ya son cosas del pasado. En una Cuba nueva me encantaría participar de alguna forma en la reconstrucción de su deporte, pero por ahora eso queda descartado.

—Hace poco obtuviste la ciudadanía estadounidense, y antes te graduaste de Finanzas en la Universidad de Missouri. ¿A qué te dedicas actualmente? ¿Qué planes inmediatos tienes? ¿Crees que debiste dar antes el paso de salir de Cuba?

—Exacto, soy ciudadano de los Estados Unidos y me siento muy feliz por eso. Me gradué de Finanzas en 2022 y hoy me dedico a dar clases de ajedrez, así como a temas de inversión y otros relacionados con lo que estudié. Es algo que descubrí y me apasiona, aunque no al nivel del ajedrez. Posiblemente haga una maestría, sigo con los cursos online de ajedrez y quiero volver a competir un poco hacia fines de año, si las condiciones lo permiten. Creo que me voy a dar ese placer. Me gustaría mucho ahora que con la ciudadanía puedo viajar a otros países sin dificultades de visado. La idea es combinar el ajedrez con la finanza: no voy a ser un profesional full time del deporte como lo era previamente pero quiero jugar un poco más. Y sí, viendo las cosas en retrospectiva me hubiera gustado salir antes de Cuba. Sin embargo, no hay arrepentimiento; el tiempo de Dios es perfecto y las cosas suceden en el momento que tienen que suceder.

—¿Estás satisfecho con lo que lograste en los tableros, o hay muchas ilusiones incumplidas que te dejan un mal sabor de boca?

—Sinceramente, me siento satisfecho. Claro que me hubiera gustado hacer más cosas, pero logré más que la gran mayoría de los ajedrecistas: gané muy buenos torneos, fui campeón mundial juvenil, campeón de Cuba muchas veces, campeón de América e Iberoamérica, llegué a 2700… Estoy contento con lo que logré y con lo que voy a seguir logrando porque tengo la suerte de que soy muy apasionado con el ajedrez. Aunque no compita todos los días, veo partidas, sigo las noticias, juego online… El ajedrez siempre me va a acompañar, lo disfruto en cualquiera de sus manifestaciones. No tengo que estar compitiendo: enseño a niños, a jugadores de nivel y no hay ningún mal sabor de boca. El ajedrez me lo ha dado todo y solo tengo agradecimiento hacia este juego.

Bruzón recibe la ciudadanía de Estados Unidos. (Foto: Cortesía)

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