Orlando Chinea: “Lanzar tiene mucha relación con el ballet”

Quizás muchos ignoren que su mano esculpió la carrera (prematuramente trunca) de José Fernández, o que encaminó a Lance McCullers Jr., dos veces campeón de la Serie Mundial
Orlando Chinea, Cuba, pitcher, béisbol, Grandes Ligas
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LA HABANA, Cuba.- Con Orlando Chinea (Las Villas, 1956) puede estrecharse el círculo y en vez de llamarlo “hombre de béisbol” cabe decirle “hombre de montículos”. Le conoce la vida y milagros al pitcheo, de modo que esto no es otra cosa que una charla con un sabio del box.

El arte de lanzar, tan elevado, ha sido su pasión. Lo fue en la etapa formativa a la vera del gran Pedrito Pérez —ah, aquel tiempo del Villa Clara tricampeón— y también posteriormente, una vez que emigró a Estados Unidos en la misma embarcación donde partió Kendrys Morales.

Es un crack. Quizás muchos ignoren que su mano esculpió la carrera (prematuramente trunca) de José Fernández, o que también encaminó a Lance McCullers Jr., dos veces campeón de la Serie Mundial con los Astros de Houston. Si no se le conoce más es porque así lo ha preferido él mismo.

Orlando Chinea y Lance McCullers Jr. (Foto: Cortesía)

Por alguna razón que no importa esclarecer, a Chinea le disgustan los focos mediáticos. Los esquiva como el torero al miura, y esta misma interviú fue víctima una y otra vez de su habilidad con el capote. A tanto insistirle, aceptó.

“Esta va a ser mi última entrevista”, dijo antes de responderme el cuestionario. Luego subió al montículo de WhatsApp y empezó a tirar strikes.

—En sus tiempos con el equipo Villa Clara, ¿había suficientes entrenadores de pitcheo con alto grado de especialización?

—Los entrenadores de pitcheo siempre estuvimos desinformados. Había un monopolio de la información por parte de ciertos personajes que controlaban todo y una censura drástica que cerraba el acceso argumentando motivos ideológicos. Yo busqué la manera de romper ese bloqueo y pude leer a autores como Tom House, Coop DeRenne, Frank Jobe y otros científicos que hicieron aportes sustanciales al entrenamiento élite del pitcher.

—¿Dónde radicó el secreto del éxito de aquel equipo naranja?

—El Villa Clara fue tan exitoso porque aplicábamos la sabermetría y jugábamos como entrenábamos, gracias a nuestro scout y estadístico Roberto Pupo y a la genialidad de Pedro Jova, el cual permitió que cada uno hiciera su trabajo. Recuerdo que nos preguntaba al difunto Don Pedro Pérez y a mí quiénes lanzarían en cada subserie: ese coaching staff era de Grandes Ligas y yo era el más joven.

—¿Qué representó Pedro Pérez para usted?

—Como mismo tuvimos a un pelotero único que se llamó Martín Dihigo, considero que no habrá otro entrenador como el maestro Pedro Pérez. Después de él todos somos aprendices. Algunos fans me han cuestionado por qué lo venero tanto si supuestamente no formó pitchers de élite. Y eso es un disparate: Pedrito era muy solicitado en Cuba, trabajaba a nivel de equipo nacional y eso le impedía tener continuidad en su provincia. Por sus conocimientos, fue un evangelio vivo.

—¿Qué pitchers le llamaron la atención en esa época?

—En Cuba trabajé con muchos lanzadores establecidos a nivel nacional y hubo varios que me impresionaron. Jorge Luis Valdés, muy cercano a la maestría; José Luis Alemán, estelar por su hermetismo y control; Rolando Arrojo, el más fluido de los pitchers cubanos y un tigre en los juegos de postemporada; José Modesto Darcourt, que en paz descanse, a quien yo comparo con David Price… Es muy triste la pérdida de talentos que se vivía allá con gente como Guevara Ramos, Teófilo Pérez u Ormary Romero.

—Actualmente la Serie Nacional está llena de lanzadores sin velocidad ni control. ¿A qué puede deberse eso?

—El pitcheo cubano adolece de falta de información y rigor profesional, pero no es culpa de los atletas ni de mis colegas, a quienes respeto mucho. La causa está en que no hay interacción con el mundo libre.

—¿Cuál es su opinión sobre la pelota que se juega hoy en Cuba?

—No podría definir el nivel de desastre que posee ahora. Hace años dejé de seguirla cuando bajo persecución política desmantelaron al multicampeón Villa Clara y nos obligaron a un exilio donde afortunadamente nos hemos redimensionado y logramos insertarnos en el modo de vida americano. Sí puedo asegurarte que la decadencia del béisbol cubano comenzó cuando el gobierno de los hermanos Castro decidió abolir nuestra liga profesional, conocida como Cuban Winter League. Con esa decisión empezó la muerte lenta del pasatiempo nacional.

—En los años noventa usted fundó una academia de pitcheo en Santa Clara que acabó siendo cerrada. ¿Por qué?

—La cerraron porque trataban de borrar las huellas que dejábamos en el béisbol de la Isla.

—¿Considera que esa misma causa provocó la desintegración de aquel gran equipo villaclareño?

—Nuestro team fue desmantelado porque estaba dando un ejemplo de enfrentamiento a la injusticia en el deporte. Estuvimos en cinco finales de temporada consecutivas y era un equipo joven y cohesionado que no participaba en actos de politiquería, pero sí visitábamos prisiones y hospitales. Posiblemente eso molestó mucho.

—¿Siente que su labor como entrenador fue subestimada en Cuba?

—Entonces yo era muy joven y mi primera gran responsabilidad fue en 1993. Mi meta primaria consistía en el trabajo profesional y creo haberlo logrado en parte. Recuerdo que los jugadores de posición se molestaban conmigo porque ayudaba a pitchers de otras provincias a recuperarse de lesiones, como en el caso del camagüeyano Omar Luis Martínez. Nunca pertenecí al PCC y eso me enorgullece, pues jamás me pudieron manipular. Eso sí, tengo el mérito de haber sido seleccionado el primer entrenador que bajo contrato llevó a Japón a varios peloteros en 1994. Esa plaza la quería demasiada gente y aquello generó mucha envidia, cosa que no me preocupa porque la envidia no es más que la admiración con rabia de los frustrados.

—Pasemos a un tema insoslayable a la hora de hablar de su carrera: José Fernández. ¿Cómo define al desaparecido lanzador de los Marlins?

—José Delfín Fernández fue alguien imposible de describir. Me duele hablar de este muchacho. Nunca un pitcher cubano se estrenó en Grandes Ligas como él. Fíjate que rompió 22 récords como debutante y la mayoría de los que impuso están vigentes. Yo lo predije antes de que empezara en la MLB y me tildaron de presuntuoso. Llegó de Cuba con una epicondilitis crónica en su codo de lanzar, con 15 años y tirando 82 mph. No tenía ni idea de lo que era lanzar. Obviamente por secretos de entrenamiento no revelaré lo que hicimos, pero su mentalidad se elevó a un grado superlativo, alcanzando un nivel de fiereza y madurez inigualables.

—En una ocasión dijo que Fernández era un pitcher de sangre fría porque usted lo había enseñado a pensar en vez de reaccionar…

—Él tenía la genética, y la mentalidad la fue moldeando con el programa de instrucción: por eso lo llamé un “cold pitcher”. Aprendió a no reaccionar y a controlar sus emociones, cosa que no todos pueden conseguir. Fue un fenómeno único e irrepetible, de esos que surgen cada cien años. Basta con decir que han llegado a compararlo con Bob Feller y Nolan Ryan.

Chinea junto a José Fernández. (Foto: Cortesía)

—¿Por qué responsabilizó a los Marlins de haber sometido a Fernández a una operación innecesaria?

—Los Marlins nunca supieron lo que puse en sus manos. Lo compraron por dos millones y lo pusieron en manos de un ignorante. Lo menospreciaron y no supieron asesorarlo. Después decidieron practicarle la Tommy John y su regreso fue “exitoso”, pero a un alto costo de desgaste para el brazo. Había perdido su devastador sinker, su slurve y su ángulo del brazo ya no era el mismo. Y te digo: un ligamento es recuperable sin cirugía a pesar de tener daños hasta el 98 por ciento. Pero quien paga, manda.

¿Podemos convenir en que el sentido original de la cirugía Tommy John se ha desvirtuado?

—Exacto. Se ha convertido en un negocio. Su creador, el doctor Frank Jobe —a quien conocí desde que vivía en Cuba— no la concibió de esa forma. Para tratamiento de brazos existe un programa de rehabilitación muy funcional propuesto por el propio Jobe que todavía goza de mucha vigencia. El procedimiento quirúrgico repara en parte el daño al tejido blando, pero no resuelve las causas mecánicas y de preparación que lo provocaron.

—¿Por qué hay tantas lesiones de lanzadores en el béisbol actual?

—El ochenta por ciento de los pitchers de Grandes Ligas no están técnicamente listos para lanzar, como lo refleja el alto índice de lesiones y cirugías de estos tiempos. Es sencillamente desastroso, y eso sin contar que se desconoce el dato correspondiente a las Menores. En MLB hay puestos de trabajo para unos 400 pitchers, pero cada año lo intentan miles y miles. Por eso se paga tan bien. Hay que tener presente que el promedio de duración de un pitcher en el máximo nivel es de aproximadamente tres temporadas: a partir de ahí comienzan los problemas en el brazo de lanzar debido a la preparación inadecuada. Ojo con esto: el brazo del ser humano no está anatómicamente estructurado para lanzar 90 mph. La articulación del hombro es muy débil, y la del codo ni se diga. Entonces es preciso aplicar la ley del mínimo esfuerzo y usar lanzamientos efectivos y baratos (o sea, hacerlos efectivos sin provocar desgastes anatómicos).

—Y eso entronca directamente con la faena del entrenador. A criterio suyo, ¿qué es un “pitching coach”?

—Un entrenador de pitcheo es una combinación de experiencia práctica, capacidad de observación, amor por la profesión, intuición, nivel de información, capacidad motivadora… No creo que graduarse de Harvard o haber sido lanzador al nivel que sea conceda crédito alguno para ser considerado un entrenador confiable. Son los resultados los que hablan: ahí está la credibilidad.

¿Qué peso le otorga al trabajo mental?

—El mejor sicólogo de un pitcher es su coach personal, que puede volverlo fiero y calculador en la loma durante esos momentos de alta tensión donde muchos fallan. Recuerdo que cuando el debut de Fernández en Nueva York, la noche antes del juego él estaba muy nervioso, pero se fue relajando y una vez que tocaron el himno nacional norteamericano se enfureció, porque esa era su alarma de combate. Lo habíamos practicado desde high school. El himno significaba un llamado a la pelea.

—¿Cómo sería el pitcher ideal?

—Existen factores genéticos, de preparación técnica y física, intelectual, mental y otros. La instrucción apropiada marca el ascenso, porque la vía del instinto es lenta y por ende inviable en un negocio que no espera: los ajustes deben ser rápidos y precisos. Ese lanzador ideal debe poseer total dominio de la zona de lanzar (ojo, no hablo de la zona de strike). Debe tener una apropiada base de entrenamiento físico, control biomecánico de su cuerpo, ángulo de acción de brazo apropiado, nutrición adecuada, factor mental…

Hace poco se ha puesto de moda el sweeper, esa especie de slider que sacrifica velocidad para ganar movimiento horizontal. A estas alturas, ¿cuántos lanzamientos hay en el béisbol?

—¿Sweeper!? Son términos aparentemente contemporáneos producto de la aplicación de la tecnología. El repertorio de un pitcher élite exige velocidad en la recta con diferentes agarres, cambio, curva, slider (que no recomiendo hasta después de los veinte años de edad), slurve, cutter, sinker, splitter… El knuckle es otro nivel, no lo recomiendo por el empuje que hay que darle al brazo de lanzar. Es muy efectivo pero puede ser dañino. Sobre todas las cosas, la acción del brazo y la rotación de hombros son temas muy importantes para controlar los envíos. Lanzar tiene mucha relación con el ballet, porque ambos se basan en el principio del control del cuerpo.

—Entre todos, ¿cuál es el más difícil de dominar?

—Ninguno en específico. El lanzamiento más difícil de dominar es aquel donde no se controla apropiadamente el ángulo del brazo de lanzar y el timing del cuerpo. Porque pitchear significa balance, equilibrio.

—¿Cuántas millas de velocidad puede ganar el pitcher después de vincularse con un entrenador avezado?

—Ese número depende de factores genéticos, nutricionales, biomecánicos… El tema de la velocidad se ha convertido en una locura. En 1992 solo el siete por ciento de los pitchers de Grandes Ligas tiraban sobre 90 mph. Hoy, para poder firmar necesitas un mínimo de 93 mph.

—Usted dijo que un alto porcentaje de los serpentineros de Grandes Ligas no está técnicamente listo para lanzar. ¿Apunta eso a que existen deficiencias en el trabajo de los entrenadores de pitcheo del mejor béisbol del mundo?

—La preparación del pitcher en Estados Unidos está atrasada, y sí, me estoy refiriendo al nivel Grandes Ligas. Con relación a la liga profesional de Japón, a mi juicio existe un retraso como de veinte años. El método japonés y su aplicación de la ciencia en el programa de preparación de pitchers es muy sofisticado, pero no porque te contraten allá par de temporadas vas a tener acceso a sus secretos de entrenamiento. Ahora bien, si hay atraso en Estados Unidos, imagínate en Cuba y Latinoamérica, donde la ignorancia es galopante y hay muchos “pitching coach” que nunca se han leído un puto libro.

—Si tan avanzados están los japoneses, ¿por qué se lesionan con frecuencia en Grandes Ligas?

—Porque en el béisbol de Estados Unidos son víctimas del sistema de entrenamiento y el uso en relación a trabajo-descanso.

—Ya que hablamos de pitchers de otras nacionalidades, ¿cómo se explica que a los cubanos les cueste trabajo establecerse como abridores en MLB?

—Es una sumatoria de elementos. Llegan de enfrentar a bateadores débiles, tienen una deficiente preparación física y técnica, no han optimizado el factor mental, etcétera. E igualmente influye el elemento nutricional. El pitcher cubano está muy lejos de la élite mundial. Vive enclaustrado y no establece vínculos con el alto nivel de profesionalismo e instrucción. Aunque el talento está latente.

—¿Qué criterio tiene del trabajo de los scouts?

—Ahora mismo hay un saqueo de jugadores en países como República Dominicana, México y tantos otros de América Latina. Los jugadores de 18 años ya son considerados “viejos”, y existe un ejército de scouts que nunca ha preparado a ningún jugador élite y va por ahí evaluando muchachos con una tremenda “autoridad”. Personalmente, no creo en casi ninguno, como tampoco en los agentes. Eso me ha traído algún marginamiento en el negocio, aunque gracias a Dios no me ha afectado desde el punto de vista financiero.

—Su trabajo ha sido reconocido en medios como Baseball America, Sports Illustrated y MLB Network. ¿A qué se debe que nunca se haya ligado a una organización de Grandes Ligas?

—He recibido algunas propuestas, pero no las que consideraba adecuadas a mi perfil. Muchos norteamericanos en Tampa me llaman “The legend” (“La leyenda”), y otros me califican como el Angelo Dundee del “pitching program”. En mi opinión no soy ni una cosa ni la otra, porque nunca he trabajado por reconocimientos personales. Prefiero la discreción y no la farándula ni el protagonismo. A Dios gracias estoy más activo que nunca. Trabajo en Tampa Pitching Academy, soy Senior Advisor en Top Velocity y viajo a varios países latinoamericanos donde se juega béisbol profesional. He ayudado a promocionar a muchos norteamericanos, dominicanos, mexicanos y venezolanos, pero prefiero a estas alturas de la vida mantenerme en el anonimato. Soy un humilde maestro del deporte y solo busco enderezarles la vida a los muchachos.

Instalación de Top Velocity en Boca Ratón. (Foto: Cortesía)

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