Yasel Porto: “En la prensa cubana aguanté mucho más de la cuenta”

"En Cuba se está muy lejos de hacerse un periodismo verdaderamente objetivo", dice Yasel Porto en entrevista con este medio, donde habla de sus años como narrador en la Isla y de su nueva etapa en Estados Unidos.
Yasel Porto, Cuba, béisbol
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LA HABANA, Cuba.- Los dos somos periodistas deportivos, pero nunca trabajamos juntos. Él siempre estuvo detrás del micrófono o delante de las cámaras; yo, enfrascado con la computadora. Cada uno en lo suyo, como reza la vieja fábula de la ardilla y la montaña.

Sin embargo, la diversidad de ámbitos no impidió que un día comenzáramos a trabar una relación que tuvo como bisagra a la pelota y como catalizador, al inmortal Ismael Sené. De eso hace ya unos cuantos años…

No soy gente de halagos, porque sinceramente me acompleja que me tilden de baboso. Pero debo admitir que Porto fue de los poquísimos colegas que respeté a tiempo completo. Y admito que me identifiqué con él porque su carrera profesional tenía puntos de contacto con la mía.

Lo explico brevemente: a ambos nos habían ninguneado en el periodismo nacional, y ambos (cada uno por su lado) decidimos seguir anteponiendo, sobre cualquier tipo de compromiso o interés, la honradez del oficio. Mientras más palos cogimos, más hincamos la espuela en el caballo de la profesionalidad. Así que, más tarde o más temprano, alguna vez teníamos que encontrarnos.  

Y lo hicimos. Compartimos cervezas, discutimos de béisbol, defendimos los mismos colores en un Nacional de Softbol de la Prensa, nos burlamos de aquellos que se lo merecían, fuimos parte del desaparecido Comité de Selección del Salón de la Fama del Béisbol Cubano y aún lloramos la muerte de Sené junto al home plate del viejo Latinoamericano.

Hoy no somos los amigos más cercanos de este mundo, pero sabemos apreciarnos como toca. Con 41 años a la espalda, Porto vive en Estados Unidos, es responsable de SABR Cuba (grupo de cubanos de la Sociedad Americana de Investigadores del Béisbol), hace las narraciones en español de los YardGoats —filial Doble A de los Rockies de Colorado— y tiene una página en Facebook con casi 350.000 seguidores.

Es decir, que cabalga. Y cada vez escucha menos los ladridos.

—¿Por qué decidiste emigrar?

—Por dos razones fundamentales. La primera es que mi pareja había decidido emigrar inicialmente y con el embarazo de mi segunda hija, había un componente personal bien importante, casi imprescindible teniendo en cuenta que ella (la periodista Kiara González) no tenía familia en los Estados Unidos y, por tanto, abrirse paso como emigrante y con una hija es bien complicado. En especial cuando estás en el inicio de ese camino en un país y sociedad diferentes. Y la otra razón fue de orden profesional. Después de aquella situación lamentable y escandalosa cuando me cerraron los contratos de la TV, y complicarse cada vez más el trabajo independiente en el lugar donde yo estaba, la situación era cada vez más insostenible, tanto en lo económico como de manera general. Y ya lo que antes no era un problema, como entrevistas, accesos, etcétera, fue haciéndose cada vez más difícil y en algunos casos imposible.

—¿Qué diferencias esenciales encuentras entre el modo de trabajar la información en un país y otro? ¿Qué ajustes has tenido que hacer para encarar la narración en Estados Unidos?

—Son dos países y sociedades bien diferentes en todos los sentidos. Tener acceso constante al internet y con una calidad muy superior hace que el trabajo se logre con mayor inmediatez, variedad y nivel. Eso aplica para mi trabajo de redes sociales y todo lo demás que tenga que ver con periodismo. Incluso la narración. Aunque en ese sentido te confieso que yo pensé que sería más compleja la adaptación a ser narrador en el béisbol profesional de USA. Por muchos motivos. Y porque durante dos meses estuve solo, haciendo de narrador y comentarista, además de técnico. Pero la base que aprendí en la emisora radial COCO por espacio de 15 años fue fundamental. Solo se trató de reencontrarme con ese pasado en cada aspecto, e integrar algunos conceptos tradicionales en el mundo capitalista en cuanto a estilos, los comerciales y demás. Y rápidamente se pudo encontrar esa seguridad de que prácticamente me siento como en aquellos tiempos que transmitía a los Metros. Ahora con más condiciones, motivaciones y el apoyo informativo, que es impresionante.

¿Fuiste víctima de la censura durante tu actividad profesional en Cuba?

—La censura me persiguió desde el primer día que puse un pie en un medio de prensa cubano y hasta el último, que fue precisamente la gota que colmó la copa con aquel Bola Viva famoso de mi petición de renuncia de Higinio y de la denuncia de otros problemas del béisbol y del país en general. Me acuerdo que el primer día que estuve en la COCO en 1998, yo vestía un pullover de Liván Hernández y el locutor dijo al aire que el del pullover era el “Queso” González, porque de los que se habían ido no se podía hablar. Fueron muchos momentos amargos, discusiones, concesiones y por supuesto sanciones por el tema de la censura. Pero eso me siguió persiguiendo después, lo que del otro extremo. Incluso hoy, que tengo mi proyecto personal y totalmente independiente, a veces tú mismo te censuras en disímiles cosas, y no solo las que tienen matiz político. La censura está presente en el periodismo mundial, porque responde a líneas editoriales de un dueño o de un sistema. Lo que pasa que cuando se trata de Cuba, la política termina haciendo todo más extremo y muchas veces verdaderamente absurdo.

¿Quiénes fueron tus referentes en el periodismo nacional?

—Tuve varios. No hubo alguien que fuera un ídolo total, pero sí tenía mucha simpatía por René Navarro, Modesto Agüero, Armando Campuzano, Eddy Martin y en el caso de la radio, Andy Vargas y Renier González. Sobre todo estos últimos con aquella narración de los Industriales por la COCO en 1998: eso fue lo que me hizo decidirme por adentrarme en el mundo del periodismo a través de esa popular emisora habanera. Yo narraba en mi casa en el attari y en los juegos que hacíamos en el barrio, y los imitaba a todos ellos en dependencia del deporte que fuese. Y eso, junto con lo que venía con uno, la pasión por el deporte, el consolidar aquello con el curso de capacitación y la experiencia adquirida año tras año, aprendiendo de los errores de uno y de los de los demás, y siguiendo los buenos ejemplos, fue la clave del éxito. Tampoco puedo pasar por alto el apoyo recibido de varios colegas, empezando por Armando Campuzano, que fue fundamental como nadie en ese desarrollo inicial ya estando dentro de la COCO.

¿Cuáles crees que sean los males de fondo del periodismo deportivo en Cuba?

—No me gusta hablar de mis colegas ni del periodismo cubano, porque varios fueron compañeros míos (amigos y no amigos, incluso enemigos), y porque ahí estuve por casi 25 años. Pero de manera general, en Cuba se está muy lejos de hacerse un periodismo verdaderamente objetivo. Creo que en un momento se mejoró un poco pero en los últimos tiempos se ha ido para atrás nuevamente. La censura o autocensura por un lado, el compromiso por el otro, temores, posiciones, viajes, necesidades… Y no solo está lo que se ve al aire en cuanto a lo que no se dice o lo que se maneja de un modo complaciente y seguro: está lo que se vive internamente, que yo lo viví por años, de lo que hay que asumir cuando tratas de hacer algo un poco diferente. Me refiero a las campañitas, los amiguismos, y todo lo que por celos, envidia y arribismo utilizan algunos con cierto poder para escalar o mantener posiciones en detrimento de otros. Creo que en la prensa cubana aguanté mucho más de la cuenta, sin viaje a ningún evento oficial, con cartelitos políticos y personales por detrás… También yo tenía la posibilidad de conseguir mis propios viajes, armar mis propios proyectos dentro y fuera de Cuba, y logré desarrollar algo que me marcó y marcó a muchos que fue Béisbol de Siempre, ese programa que junto a mi eterno amigo Ismael Sené y varios más pudimos sostener por seis años contra vientos y mareas, y que se convirtió en una enorme motivación para no rendirse. Hasta que decidieron quitar el programa cuando me cerraron mi contrato de la TV. Creo que el periodismo en Cuba, deportivo y no deportivo, está muy lejos de lo que espera la mayoría de la gente. Incluso buena parte de los propios periodistas.

—El programa que te dio a conocer en el gran público cubano fue Béisbol de Siempre. ¿Has pensado en la posibilidad de resucitar ese espacio?

Béisbol de Siempre está ahí, en suspenso. No soy concluyente sobre el futuro del espacio, pero ya tendría que ser con otros conceptos, pues estamos en tiempos de redes sociales. Y a eso sumarle la ausencia de “pesos pesados” como Sené, el propio Andrés Ayón y otros que contribuyeron mucho al éxito del programa. Lamentablemente hoy el público de las redes tiene otras prioridades e intereses, y la historia importa cada vez menos. Creo que el objetivo del programa se cumplió, sobre todo por desenterrar peloteros, momentos, equipos, etcétera, algunos olvidados por prejuicios y otros por falta de interés. Tanto del béisbol cubano como de las Grandes Ligas con todos los documentales, comentarios, películas, resúmenes o biografías. En ese tiempo la gente estaba más ciega y Cuba más cerrada a la información. Las redes sociales son una fuente de información infinita para todo el mundo, con más o menos tiempo, con más o menos megas en el teléfono. Ya te digo, habría que valorar cómo hacerlo, que sea factible para uno y para la gente. Pero para que tenga un resultado positivo, no puede repetirse la fórmula televisiva.

—Alguna que otra vez pudiste narrar por la televisión nacional pero no lograste establecerte en la plaza. ¿Qué reacciones negativas despertó la llegada de un profesional joven y con ganas de saltarse el libreto de siempre?

—Desde la COCO siempre fue un problema abrirse paso como joven con una mentalidad diferente. El camino fue duro y más largo en comparación con otros. Imagínate que en 15 años en la COCO nunca narré Industriales, solo Metros, y en la TV, después del berrinche de cierto personaje con mi primer juego de Grandes Ligas, pasaron tres años para volver a empatarme con la MLB. Y los demás deportes, muy ocasionalmente, cuando no había más nadie, y en aquellos Juegos Olímpicos de Río que desde la cabina del ICRT hice más de 40 transmisiones gracias a que casi todo el mundo había viajado. Pero no me arrepiento de no haberme cansado y dar el paso antes. En la vida todo pasa por alguna razón, y de todos modos, qué vas a resolver con lamentarte de lo que debiste hacer antes o hacer de otra manera. Son experiencias para el futuro, al menos así lo asumo.

—¿Eres feliz en tu nueva vida?

—No puedo ser feliz en mi nueva vida cuando tengo a más de la mitad de mi familia del otro lado. Mi madre, mi hija mayor, mi tía, junto con muchos amigos y hermanos de religión. Pero cada decisión en la vida está acompañada de ventajas y desventajas. Esa es la desventaja de la emigración cuando no se hace con toda tu gente. Pero eso me pasa a mí y les pasa a muchísimos cubanos. No sé si un día será diferente a la realidad actual, pero hay cosas que no van a cambiar en mi vida personal, y entonces uno tiene que preparase para asumirlas y tratar de actuar de la mejor manera posible. Feliz de verdad sería si estuviera con los míos a mi lado, con la mayoría de mis amistades cerca, haciendo periodismo en mi tierra y con un poco más de un mínimo de las necesidades resueltas. Viviendo en un país normal. Pero esa realidad me parece imposible, al menos no creo que yo la alcance a ver. Socialmente estamos cada vez peor y el daño es irreversible por lo menos durante unas cuantas décadas.

—Hazme el equipo Cuba con el que saldrías a jugar un partido imaginario contra las leyendas norteamericanas o dominicanas de Grandes Ligas.

—Soy enemigo de las comparaciones de épocas, porque son injustas en extremo. Cada cosa en su tiempo, con sus pro y contra. Te voy a dar el equipo de los peloteros favoritos míos que yo he visto jugar, que obviamente no quiere decir que sean los mejores. Es que no hay una regla que logre la medición exacta con respecto a ese tema.

Catcher: Ariel Pestano. Primera base: José Dariel Abreu. Segunda base: Antonio Pacheco. Torpedero: Eduardo Paret / Germán Mesa. Tercera base: Yulieski Gurriel / Omar Linares. Jardinero izquierdo: Yordan Álvarez / Frederich Cepeda. Jardinero central: Javier Méndez. Jardinero derecho: Adolis García. Designado: Kendry Morales / Orestes Kindelán. Pitcher derecho: Orlando “El Duque” Hernández. Pitcher zurdo: Aroldis Chapman. Manager: Rey Vicente Anglada.

—Hay quienes dicen que si no jugaste en MLB, tu historia no se puede comparar con la de los que sí lo hicieron. Entonces, por poner un ejemplo con jugadores pinareños, ¿Alexei Ramírez es superior a Casanova o Linares?

—Ese es un tema bien complicado, porque lo que pudo ser y no fue queda en el campo de la subjetividad. Está claro que jugar y brillar en Grandes Ligas es un plus, porque lo conseguiste en el mejor béisbol del mundo y eso merece un respeto inmenso. También es real que muchos peloteros cubanos que no quisieron dar el salto o lo hicieron muy tarde, tenían el talento suficiente para haber firmado con un equipo de la MLB. El triunfo era otra historia. Sobre todo para pitchers y bateadores. En el caso de la defensa, el que fue capaz de cogerlas todas en terrenos malos en Cuba y contra bate de aluminio, no tengo dudas que lo hubiera hecho con más nivel. Casos como Germán, Paret, Pestano, Juan Castro, Anglada, Isasi o Víctor, por ejemplo. Pero con defensa no solo se triunfa en las Mayores. Que varios hubieran sido estrellas, es real, pero a lo mejor algunos menos renombrados lo hacían mejor que otros que brillaron más con el team Cuba o en Series Nacionales. Por eso creo que lo mejor es dejar todo en su tiempo y época, con sus puntos favorables y concentrarse en eso. No me parece necesario decir que fulano es mejor que otro porque jugó en la MLB, o porque el que no jugó tenía más talento por estadísticas a nivel nacional o contra amateurs y profesionales de medio o bajo nivel la mayor parte del tiempo. Prefiero, al menos yo, hablar de los méritos de los que se lo ganaron donde se lo ganaron. Lo otro será siempre muy relativo y solo contribuirá a discusiones estériles y que terminan dañando la imagen de x peloteros por el capricho de establecer un ranking o supremacía virtual innecesaria a mi entender.

—¿Cuán atrasados (o no) crees que estén los preparadores cubanos de pelota?

—No soy técnico, y dar un criterio concluyente como periodista puede ser superficial en varios aspectos. Me llevo en este caso por lo que te dicen atletas en activo y retirados, o entrenadores en función cuando están fuera de Cuba y comparan un método con el que conocieron en la Isla. Y el mayor porcentaje, muy alto por cierto, insiste en lo alejado que se está dentro de Cuba en la actualización y modernización técnica, en la capacitación. Y aquí influye lo material, con respecto a los equipos para los entrenamientos, como lo mental, y la desconexión de muchísimos entrenadores con la realidad internacional. Una muestra es el desarrollo que alcanzan muchos peloteros cuando llegan a Dominicana y sin firmar jamás, luego regresan a la Serie Nacional y logran una explosión enorme en su rendimiento. Hay una base, está claro, ese desarrollo inicial, ese ABC funciona, pero hasta un momento. Ya cuando toca dar el salto empiezan los problemas por esa gran diferencia entre cómo se piensa como profesional (entrenador y pelotero) y de la manera en que se sigue viendo el béisbol dentro de Cuba en un por ciento mayoritario.

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